El mundo oscila entre crisis y protestas

Dossier nº 24

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20-21 de diciembre de 2019: Personas protestan desde el día hasta la noche en Jama Masjid en Delhi contra la Ley de Ciudadanía (Enmienda) y el Registro Nacional de Ciudadanos en India.
Izquierda: Sreekanth Sivadasan
Derecha: Peoples Dispatch / V. Arun Kumar.

Vivimos en una época de protestas: ningún país es inmune a las manifestaciones que inundan las calles y que hacen exigencias a estructuras que no escuchan las necesidades y aspiraciones de la gente. Millones de personas sufren el dolor y la indignidad del desempleo y los recortes del gasto público en educación, salud, combate a la pobreza y atención a personas adultas mayores. Las consignas están en diferentes idiomas, pero el significado es el mismo: nos negamos, nos resistimos, no toleraremos la plaga de la austeridad.

Nuestro dossier de enero ofrece una breve visión general sobre los asuntos mundiales (Parte 1) e informes más detallados de nuestras oficinas sobre sus respectivas regiones: Sudáfrica, India, y el Caribe y América Latina (Parte 2).

 


Parte 1. Deuda y desesperación

Durante la crisis crediticia de hace una década, el gobierno de Estados Unidos lideró un esfuerzo global para recaudar fondos —en gran parte suscrito por el banco central de Estados Unidos [Federal Reserve Bank]— con el fin de estabilizar los mercados y evitar un colapso total del sistema financiero. La urgencia era palpable, con conferencias celebradas a intervalos regulares para que los países con superávits financieros destinaran dinero al rescate de las instituciones financieras. No se ha manifestado tal urgencia respecto a los graves problemas de desempleo, hambre, enfermedad y la canibalización general de las instituciones sociales. No ha habido ninguna inyección de capital para alimentar a casi mil millones de personas hambrientas en el planeta. De acuerdo con el Índice Global del Hambre (2019), 43 de 117 países tienen niveles de hambre definidos como «graves». El alto uso de químicos tóxicos en los cultivos y el empeoramiento del valor nutricional de los alimentos cultivados amenazan con aumentar el número de personas con deficiencias de zinc y de proteínas. No ha habido una conferencia seria de líderes mundiales enfocada en este tema, nada similar al pánico que se produce cuando los mercados financieros tiemblan.

Los informes de los bancos centrales y de las agencias de la ONU sugieren que el período que se avecina en Occidente y en el Sur Global se caracterizará por bajas inversiones de capital en los sectores de manufactura y servicios, un estancamiento de la productividad en la mayoría de los sectores y, en consecuencia, bajas tasas de crecimiento mundiales. Estas bajas tasas, junto con las bajas inversiones, agravan los problemas de empleo y colapsan aún más las instituciones sociales.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que podría producirse una desaceleración mundial a partir de 2021. En su Pronóstico Económico Mundial (octubre de 2019), el FMI proyectó el crecimiento global de 2019 en 3,0%, “su nivel más bajo desde 2008-9”, con un aumento marginal en 2020. Este aumento marginal se basa en expectativas de mejora de la actividad económica en “América Latina, Medio Oriente y Europa emergente y en desarrollo”. La esperanza se basa en la recuperación en Brasil, México, Hungría y Polonia, así como en las exportaciones de petróleo de Arabia Saudita. Es una esperanza frágil la del FMI. Partes de estas regiones se han visto envueltas en la ola de protestas, ya sea en América Latina, África del Norte o Asia Occidental.

Desde el FMI y los aliados que defienden sus políticas llega la solución más rígida para el planeta: continuar con las políticas de austeridad a nivel nacional y poner fin a las tensiones comerciales a nivel internacional. Esta es una política pública incoherente, porque no se da cuenta de que las tensiones comerciales son un espejo del vaciamiento de la sociedad por la austeridad. Una lleva a la otra y ambas se alimentan mutuamente.

 


La era de la austeridad

La era de la austeridad comenzó hace unos cincuenta años, con la rendición de gran parte del Tercer Mundo a la creciente crisis de la deuda mundial y la disolución de la Unión Soviética. Bajo la presión de la crisis de la deuda y con poco acceso a financiamiento, el Tercer Mundo fue obligado a adoptar políticas de austeridad. Vale la pena resaltar varios acontecimientos que son importantes para la producción de esta era.

  1. Tecnológicos. El capitalismo, que tiene ambiciones globales, se había visto constreñido por ciertas limitaciones tecnológicas, que ahora han sido superadas. Entre ellas se incluyen:
    1. Sistemas de telecomunicaciones de alta calidad que han unido al mundo en tiempo real.
    2. Informatización, que permite a las empresas gestionar bases de datos complejas para coordinar la logística.
    3. Logística eficiente y estandarización. La llegada de contenedores para el transporte marítimo redujo el tiempo de transporte y distribución de mercancías. Las estrictas reglas de la Organización Internacional de Normalización permitieron que los productos se adquirieran en cualquier parte del mundo: las calidades de los cables eléctricos y los tipos de vidrio se estandarizaron.
  2. Políticos. La debilidad de la URSS y del Tercer Mundo, después de la crisis económica y política en los países del pacto de Varsovia y luego de la crisis de la deuda del Tercer Mundo, significó que el desafío al capitalismo en las instituciones internacionales se redujera, particularmente respecto al comercio, el desarrollo y el trabajo. A medida que la URSS colapsaba y el Tercer Mundo se rendía, millones de trabajadorxs fueron entregados a empresas capitalistas.
  3. Económicos. Estos cientos de millones de trabajadorxs compiten entre sí, permitiendo que el arbitraje de los salarios se convierta en un aspecto central del trabajo de las empresas. La desarticulación de la producción (que discutimos en nuestro Documento de Trabajo Nº 1, En las ruinas del presente), permitió a las empresas transnacionales confiar en la fabricación subcontratada, lo que significó que no inviertan en la producción ni asuman ningún riesgo; eso lo debieron asumir los subcontratistas de los países del Tercer Mundo. Los márgenes de ganancia de las empresas transnacionales se dispararon, incluso cuando las tasas de crecimiento se estancaron.
  4. Sociales. Las empresas transnacionales y las entidades que subcontratan comenzaron hace décadas una larga huelga tributaria. La cantidad de dinero escondida en paraísos fiscales aumentó drásticamente. La Red de Justicia Tributaria estima que la cantidad total de riqueza escondida en paraísos fiscales es de 32 billones de dólares, una cantidad cuatro y media veces mayor que el valor total del oro que se ha extraído y está en circulación en todo el mundo. La remoción de tanta riqueza social, tanto valor excedente acumulado privadamente y extraído de la producción social, se produjo al mismo tiempo que los gobiernos del Tercer Mundo —presionados por el Departamento del Tesoro estadounidense y sus aliados— presionaban contra el gasto deficitario y a favor de presupuestos equilibrados. Con menos ingresos tributarios y una barrera contra el gasto deficitario, los Estados —con diversas orientaciones políticas— hicieron recortes masivos, no en el gasto militar, sino en gasto social. La atención de salud, la educación, el cuidado de las personas adultas mayores y la reducción de la pobreza sufrieron los mayores recortes.
  5. Austeridad. El mundo de la austeridad fracturó a la sociedad, ejerciendo una enorme presión sobre cualquier forma social capaz de sobrevivir al socavamiento por parte del capitalismo de las instituciones que producen comunidades. Las protestas eran inevitables. Los “disturbios del FMI” que comenzaron en la década de 1970 —los primeros en Lima (Perú) en 1976— sacudieron al establishment. Estos disturbios escalarían hacia los años 80, con uno particularmente peligroso en Indonesia en 1985. Tom Clausen del Bank of America se hizo cargo del Banco Mundial entre 1981 y 1986, en el punto más alto de estos disturbios anti-FMI. Reconoció su importancia y dijo: “Cuando la gente está desesperada, hay revoluciones. Evidentemente, nuestro propio interés es vigilar que la gente no se vea forzada a ello. Hay que mantener vivo al paciente, porque de otra manera no se lo puede curar”. No hubo indicios de que la política de empobrecimiento y saqueo debía cambiar: solo que el volumen del robo no debía provocar agitación. La austeridad y el saqueo van de la mano.

Los administradores de los regímenes de austeridad provenían de diversos contextos políticos y supervisaban la austeridad en una variedad de órdenes políticos: había liberales y conservadores, generales y civiles. A comienzos de este siglo, el principal marco ideológico y de políticas públicas de los regímenes de austeridad era el neoliberalismo, un marco que favorecía a los propietarios y socavaba los horizontes sociales de la mayoría de la humanidad. En el crisol del neoliberalismo, las ideas sobre la privatización y el emprendimiento como los caminos hacia al éxito se tuestan hasta ponerlas crujientes. La debilidad de la izquierda implicó que esta desesperación no podía ser organizada en una fuerza política con una agenda para el mejoramiento social.

Fue en esta brecha donde entraron los neofascistas. Lo que los une es su actitud hacia la desolación social. Su respuesta a los problemas sociales es calumniar a lxs vulnerables: migrantes, indígenas, personas de diversidad sexo genérica y otras. En nuestra época, los neofascistas han utilizado la ideología del “otro” para hacer que un sector de lxs vulnerables se sienta más grande y mejor. Parte de este torbellino de toxicidad es el surgimiento de las “guerras comerciales”. Para Trump es más fácil culpar a México y a China por el desempleo en Estados Unidos que reconocer la crisis dentro de la lógica del capitalismo. Sudáfrica se salvó de este torrente neofascista debido a los residuos del movimiento de liberación nacional, que hasta ahora ha protegido al país de esta particular malignidad.

La economista jefe del FMI, Gita Gopinath, escribe en la introducción al Pronóstico Económico Mundial de 2019 que hay “una necesidad urgente de que los encargados de la formulación de políticas cooperen para reducir las tensiones comerciales y geopolíticas”. Tiene en mente la “guerra comercial” entre Estados Unidos y China, que ha creado turbulencias en el sistema de comercio interestatal (ver el Dossier Nº 7, El imperialismo del capital financiero y las “guerras comerciales”). Pero son precisamente los “hacedores de políticas” quienes han producido la base social para esta guerra comercial, es decir, el régimen de austeridad.

 


El mundo bipolar

En 2009, cinco grandes países del mundo —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— formaron el bloque BRICS. Este bloque tiene ahora una década de edad. Cuando los BRICS surgieron hubo mucho debate sobre el fin de la era de la “unipolaridad” —con Estados Unidos como ancla del orden mundial— y el surgimiento de la era de la “multipolaridad”. Los BRICS establecieron una agenda para crear instituciones que fueran paralelas pero diferentes de las instituciones controladas por Washington D.C., las que incluían bancos de desarrollo y agencias de calificación. A lo largo de la década, tres de los estados de los BRICS, Brasil, India y Sudáfrica, experimentaron grandes transformaciones internas. Las fracciones de clase se comprometieron menos con la socialdemocracia y más con el neoliberalismo a todo pulmón; en India y en Brasil el neofascismo llegó al poder. Tal compromiso con el neoliberalismo, y en algunos casos con el neofascismo, inclinó a estos Estados hacia la subordinación a los Estados Unidos. Cualquier esperanza previa de que los BRICS fueran una apuesta por la multipolaridad comenzó a disiparse.

El profesor Yan Xuetong del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Tsinghua (Beijing) sostiene que el orden mundial ha pasado de la unipolaridad, con Estados Unidos en el centro, hacia la bipolaridad, con China y los Estados Unidos como las dos potencias supremas en el mundo. Sostiene que el proceso de transición hacia un sistema bipolar no será fluido y que los conflictos serán feroces. La disuasión nuclear evitará que la contienda se deteriore en una dirección militar. Las guerras comerciales y las sanciones, así como las disputas por mercados, definirán las tensiones. Mientras tanto, “el caos y el desorden” darán forma al mundo. China, argumenta, no reemplazará a Estados Unidos. Este es el mismo veredicto del informe de 2012 del Consejo Nacional de Inteligencia estadounidense, que dice que “para 2030 ningún país, ni Estados Unidos, ni China, ni cualquier otro país grande, será una potencia hegemónica”.

Mientras que Brasil, India y Sudáfrica ya no son actores importantes en la creación de un panorama institucional “no alineado” o multipolar, Rusia ha surgido como socio de China en el movimiento hacia un mundo bipolar. China y Rusia se han unido para ayudar a dar forma a este nuevo sistema bipolar por al menos dos razones:

  1. Ha habido un intento de largo plazo de Estados Unidos y sus aliados para entrometerse en la soberanía tanto de Rusia como de China, sea a través de la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, sea por la agresiva estrategia naval de los Estados Unidos, desde Japón hasta Taiwán. Esta instigación ha dado lugar a sanciones contra Rusia, quien, aislada de los mercados europeos, ha buscado estrechar sus lazos económicos con China.
  2. Estados Unidos ha intentado que China renuncie a sus ventajas económicas ante empresas estadounidenses, lo que ha dado lugar a una guerra comercial. China ha buscado por largo tiempo escapar de sus estrechos vínculos con el mercado estadounidense. Entre las salidas al mercado estadounidense está la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda [Belt and Road Initiative and String of Pearls] que atraviesa Eurasia y el Océano Índico. La Belt and Road Initiative se ha apoyado en los países de Asia Central, donde Rusia continúa teniendo una gran influencia.

El profesor Yan observa que, a pesar del rápido crecimiento económico de China, está por detrás de Estados Unidos en términos de su poderío militar, su poder cultural (o “suave”) y sus relaciones estratégicas. China puede, como mucho, defender su perímetro, pero no puede extender su poder militar más allá de sus fronteras. China no solo sufre de una incapacidad para ejercer su autoridad cultural, sino que tampoco tiene asociaciones bien desarrolladas con Estados en todo el mundo.

Sin embargo, la creciente asociación de China con Rusia ha proporcionado una plataforma para que adopte posiciones de política exterior que difieren de las de Washington D.C. Ejemplos de esto se encuentran en las posiciones de China sobre Irán, Japón (Islas Diaoyu), Siria, Ucrania y Venezuela.

A medida que el orden bipolar comienza a tomar forma, el centro de gravedad del orden internacional oscilará entre Washington D.C. y Beijing. O bien estas dos potencias llegarán a algún entendimiento sobre las organizaciones internacionales —como el FMI y el Banco Mundial— o bien aparecerán más organizaciones regionales con normas diferentes y una comprensión más heterogénea del comercio y el desarrollo. No forma parte de ninguna de las discusiones si estas tendencias a la fisión tendrán un impacto en el sistema financiero mundial, lo que parece indicar que permanecerá intacto. Para los países del Sur Global, las continuidades en el poder financiero implican que no será posible un cambio importante a nivel mundial en esta distribución bipolar. No está claro qué alternativas habrá para los regímenes de austeridad.

 


Parte 2. Informes de los continentes

 

Sudáfrica

De acuerdo con un informe del Banco Mundial de 2008, Sudáfrica es el país más desigual del mundo, con un coeficiente de Gini de 0,63. La movilidad intergeneracional es baja, lo que significa que las desigualdades pasan de generación en generación. Incluso aunque la elite y la clase media de Sudáfrica ya no son abrumadoramente blancas, el empobrecimiento sigue siendo un fenómeno de la población negra.

En 2020 Sudáfrica se enfrenta a un bajo crecimiento y a escasas perspectivas de creación de empleos; se proyecta que la fuerza laboral creciente exacerbará los problemas de desempleo, pobreza y desigualdad. Este será el sexto año consecutivo en que el crecimiento económico será inferior al crecimiento de la población.

La crisis de desempleo estructural, sistémico —que afecta a la juventud de forma especialmente fuerte— y el crecimiento económico constantemente bajo generalmente se consideran como graves. Muchos analistas sostienen que no es políticamente sostenible y señalan que la violencia xenofóbica y al aumento del populismo autoritario —tanto dentro del partido de gobierno, llamado Congreso Nacional Africano (ANC por su sigla en inglés), como en el Movimiento de Luchadores por la Libertad Económica (EFF por su sigla en inglés)— son presagios de nuevos peligros por venir. El lenguaje de la crisis se está utilizando en todo el espectro político.

Las voces dominantes en la esfera pública de elite están presionando con fuerza para que se adopte una serie de políticas neoliberales estándar, que incluyen austeridad, privatización y ataques a los sindicatos. Un conjunto de propuestas en este sentido del ministro de Finanzas ha sido apoyado con entusiasmo por las grandes empresas, los think tanks de derecha, la mayoría de los analistas públicos y el FMI.

 

Corrupción

La discusión pública y gran parte de la opinión pública está fundamentalmente moldeada por la oposición generalizada a la política cleptocrática que se desarrolló en los gobiernos de Jacob Zuma (2009-2018). Esta forma de política cleptocrática, que busca legitimarse en nombre de un nacionalismo radical y hace un uso efectivo de las fake news, continúa siendo fuertemente apoyada por una poderosa facción del partido gobernante y del EFF.El grave mal manejo de las instituciones públicas en el gobierno de Zuma produjo el despilfarro de alrededor de un billón de rands de las arcas del Estado. Esta corrupción masiva y la mala administración generalizada de los fondos públicos han minado severamente la credibilidad del Estado en gran parte de la ciudadanía, haciendo atractivos para muchxs los argumentos a favor de la privatización.

 

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25 de abril de 2018: Miles de trabajadorxs organizadxs por la Federación Sudafricana de Sindicatos (SAFTU por su sigla en inglés) marchan por la calle Simmonds en Johannesburgo hacia las oficinas del gobierno provincial para manifestarse en contra del proyecto de ley de salario mínimo en Sudáfrica.
New Frame / Daylin Paul

 

Bajo el gobierno de Thabo Mbeki (1999-2008), el gobierno se dedicó activamente a utilizar el Estado y las organizaciones paraestatales para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población, que es negra. Sin embargo, la cleptocracia ha obstaculizado severamente la capacidad del gobierno para impulsar cambios sociales y ser un motor del crecimiento económico. El colapso en la credibilidad del gobierno es tan grave que incluso algunos sindicatos ahora apoyan las privatizaciones.

Al mismo tiempo, el apoyo a Zuma por parte de sindicalistas destacados y la caída de algunos sindicatos en una grave corrupción, e incluso en el gansterismo, han debilitado en general la posición de los sindicatos en la sociedad. Esto ha permitido que sean atacados frenéticamente por la derecha. Los sindicatos son presentados tergiversadamente como si fueran aliados de la cleptocracia o —en palabras de un destacado analista político— como mocosos malcriados que socavan el “interés nacional” por oponerse a los recortes y demandar aumentos anuales de salarios consistentes con la inflación. La famosa frase de Margaret Tatcher, “el enemigo interno”, ha sido utilizada por varias figuras públicas para referirse a los sindicatos.

 

Austeridad

Sudáfrica vive con la amenaza existencial de una caída en su calificación. Siempre que las agencias calificadoras están preparándose para anunciar sus cifras se produce una histeria masiva en los medios de comunicación sobre su anuncio y el impacto que tendrá en el país. Esto se utiliza para presionar al gobierno para que introduzca la austeridad. Constantemente se le dice al público que si no se implementa la austeridad caerán las calificaciones, lo que llevará al desastre.

También ha habido una cobertura maníaca en los medios de comunicación sobre la relación deuda/PIB y la masa salarial del sector público. Según el FMI, el promedio mundial estimado de la relación deuda/PIB para 2020 es de 82,9%. Los promedios para las economías avanzadas y emergentes son 103,7% y 55,1%, respectivamente. La relación deuda/PIB de Sudáfrica (60,8%) es inferior a la de cualquier otra de las grandes economías emergentes como Brasil (92,4%), Argentina (69%), India (67,8%), Egipto (84,6%), y Pakistán (79,1%). Sudáfrica tiene un problema de crecimiento del PIB, no un problema de deuda.

En los últimos tres años el gobierno ha recortado el gasto en 200.000 millones de rands; en el presupuesto de medio plazo de octubre de 2019, el Tesoro dijo que había identificado cortes por 49.000 millones de rands en los próximos dos años. Quiere medidas de austeridad adicionales por más de 150.000 millones de rands, pero aún no ha decidido dónde recortar. La austeridad reduce el crecimiento del PIB, la menor tasa de crecimiento del PIB reduce los ingresos del gobierno y produce un mayor déficit presupuestario y un nivel de deuda más alto. Esto resulta en un incremento de la relación deuda/PIB.

Los medios de comunicación han presionado para instalar una narrativa que señala a la masa salarial del sector público como la opción número uno para nuevos recortes. De acuerdo con la declaración presupuestaria, la remuneración media en el sector público ha aumentado un promedio del 8% anual desde 2010-20111, lo cual no es muy superior al aumento del 7,2% en el resto de la economía. El porcentaje de servidores públicos en relación con la población y el empleo total es bajo en comparación con estándares internacionales.

 

El proyecto de la izquierda

Dada la malversación de fondos que se ha impuesto en los órganos estatales de Sudáfrica en el pasado reciente, ahora es fácil para las fuerzas de derecha mezclar la lucha por la austeridad y contra la corrupción. En consecuencia, el discurso económico de la derecha se ha normalizado en el país como si fuera la única forma de solucionar los problemas económicos de Sudáfrica. La mala administración del Estado durante la última década ha dado lugar a un aumento de los llamados en la esfera pública a privatizar las empresas estatales.

Las fuerzas dominantes que utilizan el lenguaje de la izquierda en la esfera pública son la facción cleptómana de Zuma del ANC y los populistas (y también cleptócratas), organizados alrededor de la raza, del EFF. Como era de esperar, debido a esta usurpación del lenguaje de izquierda por parte de formaciones depredadoras y autoritarias, este ha sido desacreditado significativamente y a menudo se lo considera como poco más que una tapadera para la política cleptocrática.

En estas circunstancias, es vital que la izquierda recupere su credibilidad a través de propuestas alternativas a la austeridad, la privatización y el ataque a los sindicatos. Lo que se necesita es un discurso y políticas públicas que se opongan claramente tanto a la política cleptocrática de la facción de Zuma del ANC como al EFF y a la política neoliberal, que se presentan como la única alternativa viable a la cleptocracia.

La falta de un proyecto intelectual progresista organizado es una de las razones por las cuales el pensamiento económico de derecha ha logrado arraigarse. Lxs economistas progresistas y expertxs en políticas públicas por lo general no están vinculadxs a fuerzas políticas materiales. Como resultado, en el país se presentan muy pocas alternativas al neoliberalismo. Es necesario establecer vínculos entre la experiencia de Sudáfrica y las experiencias de otros países en los que se han aplicado medidas de austeridad y los efectos que estas medidas han tenido en la estabilidad y la seguridad del Estado.

 

Domestic Workers Protest

17 de junio de 2019: Emma Tshabangu sostiene un cartel mientras lxs miembros de la Unión de Trabajadores Domésticos de Sudáfrica (UDWOSA por su sigla en inglés) comienzan a reunirse para protestar en la Church Square en Pretoria, Sudáfrica. Lxs trabajadorxs domésticxs marcharon hacia los Union Buildings en Pretoria, para manifestarse contra las prácticas laborales injustas y los bajos salarios.
Ihsaan Haffejee

 


India

Mientras la economía india se enfrenta a una grave desaceleración y la política y la sociedad se convulsionan en crisis, los supremacistas hindúes de derecha presiden alegremente el gobierno. El gobierno del Partido Bharatiya Janata (BJP) no ha levantado un dedo para abordar las profundas heridas que se sienten en la sociedad, al contrario, ha empujado al país a una miseria mayor.

Las señales de gestación de la crisis han sido evidentes durante años. El malestar agrario prolongado se ha convertido en un rasgo de la vida; está impulsado por la negligencia del gobierno hacia la agricultura y la economía rural, y se ha visto exacerbada por los frecuentes eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones. Lxs campesinxs de estados como Rajasthan y Maharashtra han salido a las calles para exigir precios justos para sus productos, más inversión pública en la agricultura y créditos asequibles para agricultorxs pequeñxs y marginales. En respuesta, el gobierno del BJP ha sido arrogante y ha recurrido a sofismas.

Los sectores industrial y de servicios se han despeñado junto con la economía agraria. Las encuestas de empleo del gobierno muestran una caída en el empleo; las tasas de desempleo han subido a niveles no vistos en más de cuatro décadas; y los índices de producción industrial no son alentadores (en particular han disminuido los sectores de automóviles y de la construcción). Los suicidios masivos de campesinxs ahora tienen un reflejo en los suicidios de lxs trabajadorxs de la construcción.

La ley de desmonetización mal concebida de Modi (la retirada de circulación de billetes, supuestamente para combatir la corrupción) y la implementación de un nuevo sistema de impuestos indirectos (impuesto sobre bienes y servicios, GST por su sigla en inglés) han socavado el sector informal, que genera gran parte del empleo no agrícola en la India. A pesar de que su contribución a la creación de valor formal es relativamente pequeña, este sector, que incluye el sector minorista familiar de pequeña escala, absorbía gran parte de la fuerza de trabajo no agrícola. El gobierno del BJP señaló que el GST llevaría al sector informal hacia el sector que paga impuestos, pero lo que realmente sucedió es que los altos costos para cumplir con las regulaciones colocaron en crisis a este sector de bajos márgenes de ganancia. Ahora es más sencillo para las grandes empresas eliminar a estos almacenes minoristas en crisis.

 

La crisis bancaria

Las grandes corporaciones y los multimillonarios han defraudado y dañado al sector bancario de la India, que sigue estando dominado por los bancos del sector público. Durante la década pasada, las empresas indias hicieron una ola de inversiones financiadas con los fondos depositados por el público en estos bancos del Estado. Gran parte de las inversiones eran ficticias y se utilizaron para desviar dinero a paraísos fiscales en el extranjero. Estos fraudes bancarios facilitados por el gobierno incrementaron enormemente la riqueza de la elite, que no tiene relación con su contribución a la economía india.

Como resultado de este desperdicio financiero, los bancos indios no están en condiciones de financiar inversiones en la economía. Las empresas y establecimientos industriales pequeños que dependen de los bancos para su capital de trabajo y para sus inversiones están cerrando o deteniendo sus operaciones; de cualquier manera, lxs trabajadorxs están desempleadxs. Las grandes corporaciones, que tienen sus propios excedentes y acceso fácil a financiamiento no bancario, no están invirtiendo o están recortando las inversiones, ya que existe un gran exceso de capacidad en la industria, principalmente en sectores como la energía, el acero y los automóviles.

Las cifras del PIB sugieren que la economía de la India está casi parada. Con el pronóstico de baja inversión y bajo consumo, no hay un mecanismo espontáneo dentro de la economía para reactivar las tasas de crecimiento y estimular la generación de empleo.

 

Imagen, no realidad

El BJP no ha hecho nada para restaurar los medios de subsistencia de la gente, se centra exclusivamente en la gestión de imagen y el manejo de los medios de comunicación. Si un informe gubernamental muestra evidencia de recesión económica, lo suprime. Su existencia solo se vuelve pública a través de personas que lo denuncian. Cuando un informe del gobierno encontró que el desempleo estaba en su punto más alto en 45 años, el BJP retuvo su publicación hasta después de las elecciones de 2019. Cuando una encuesta reveló que el consumo de la población había caído por primera vez en cuatro décadas, fue descartado por el gobierno.

El gobierno del BJP se esconde tras una falsa ilusión de prosperidad económica como base para negarse a aumentar la inversión pública, lo que aumentaría el empleo. En vez de eso, aumenta los recortes de impuestos a las corporaciones, lo cual reduce la fuente de ingresos para el gasto público. El gobierno privatiza industrias públicas estratégicas y rentables para calmar a las corporaciones, que las compran a precios bajos y logran sus ganancias a través de la canibalización de los recursos públicos. Esta es la razón por la que la recesión económica no ha impactado el valor neto de la elite de la India. Mukesh Ambani, el hombre más rico de la India, por ejemplo, tiene un valor neto de 4,2 trillones de rupias (59.200 millones de dólares).

 

Rashtra Hindú

La negligencia del BJP para hacer frente a las dificultades económicas se corresponde con su empeño en convertir a la India en un Estado hindú (Rashtra Hindú). Turbas de derechistas desatados han atacado a las minorías, mientras que el gobierno les ha recortado los derechos. El gobierno ha dado una serie de pasos para crear una polarización religiosa en el país, que el BJP cree que le ayudará a disimular los problemas económicos.

En contra de los deseos del pueblo de Jammu y Cachemira, el gobierno derogó el Artículo 370 de la Constitución, que daba autonomía a ese estado (para más información sobre este tema pueden leer nuestra Alerta Roja Nº 1: Cachemira). El pueblo de ese estado ha sido privado de sus libertades básicas y el estado está bloqueado desde agosto de 2019.

 

Students carry LGBTQ+ flag at fee must fall march to India parliament

18 de noviembre de 2019: Estudiantes llevan la bandera LGBTQ+ a la marcha de Fees Must Fall (Las pensiones deben bajar) hacia el parlamento indio en Delhi.
Peoples Dispatch / V. Arun Kumar

Hace veintisiete años, una mezquita del siglo XVI fue destruida por la familia de organizaciones del BJP. Estas organizaciones querían construir un templo encima de la mezquita en ruinas. En contra de los hechos y los principios de la justicia natural, el Tribunal falló a favor de los aliados del partido gobernante, permitiéndoles construir un templo hindú en el terreno donde se encontraba la mezquita.

En el estado de Assam, el BJP profundizó su campaña contra lxs musulmanxs indixs implementando el Registro Nacional de Ciudadanos (NRC por su sigla en inglés), cuyo propósito formal es identificar a inmigrantes indocumentados. Está claro en esto y en el Proyecto de Enmienda a la Ciudadanía de 2019 que el BJP quería profundizar la polarización alrededor de identidades religiosas. En Assam, dos millones de personas excluidas de las listas corren el riesgo de ser privadas de sus derechos como ciudadanxs indixs. Las implicancias del NRC y del Proyecto de Enmienda a la Ciudadanía son de amplio alcance, pero sobre todo alienarán a las comunidades minoritarias y extenderán la atmósfera de mayoritarismo.

 

Protestas 

A pesar del intento del BJP de desviar la atención de los problemas subyacentes de desigualdad y penuria económica a través de la polarización religiosa, la ira y la desilusión han comenzado a instalarse, particularmente entre la clase trabajadora urbana y rural. La izquierda es la única fuerza que se atreve a canalizar el dolor y la desilusión del pueblo, pero no es lo suficientemente fuerte por sí sola. En ausencia de un bloque progresista fuerte, el miedo cobra su precio. La oposición que no es de izquierda se ha reducido a alianzas oportunistas, incluso con el BJP.

Las marchas de campesinxs y trabajadorxs son una constante en la vida de la India. También lo son las protestas estudiantiles. La continua agitación en la Universidad Jawaharlal Nehru de Delhi contra el aumento de las tarifas de los hostales es uno de los muchos ejemplos de esto. Lxs estudiantes están luchando contra la privatización de la educación superior y contra el intento de convertirla en un bastión de la ideología de derecha. Estudiantes, campesinxs, trabajadorxs y minorías están al frente de esta movilización. Queda por ver si esta agitación será lo suficientemente fuerte como para desafiar el dominio de la derecha.

 

Protestors gather at Jama Masjid

20 de diciembre de 2019: Personas se reúnen en Jama Masjid en Delhi después de la violenta represión policial contra la gente que protestaba contra la Ley de Ciudadanía (Enmienda) y el Registro Nacional de Ciudadanos.
Sreekanth Sivadasan

 


Nuestra América: entre los cuestionamientos populares al neoliberalismo y la potenciación de sus formas autoritarias

Desde por lo menos 2015, los pueblos de América Latina y el Caribe afrontan el despliegue de una ofensiva neoliberal conservadora que promovió un amplio paquete de reformas promercado (entre otras, de la seguridad social, de energía y combustibles, laboral, de educación, de salud, etc.), impulsadas por el FMI y los poderes globales. Una ofensiva que significó también la intensificación de la apropiación privada trasnacional de los bienes de la naturaleza y una mayor intervención y subordinación a los intereses de los EE. UU. Así, en estos años, a través de elecciones, proscripción o golpe parlamentario, coaliciones de derecha impulsaron estas políticas restringiendo las formas de la democracia liberal y potenciando una cultura conservadora e, incluso, neofascista y racista. En un contexto regional de inestabilidad y dificultades económicas, la profundización del despojo y la explotación que estas políticas supusieron ahondaron la desigualdad y polarización social.

 

Crisis y reconfiguración de la ofensiva neoliberal

A lo largo de 2019, la región experimentó los límites, crisis, resistencias y reconfiguraciones de esa ofensiva (ver el Dossier N° 22, Nuestra América Latina y Caribeña. Entre la ofensiva neoliberal y las nuevas resistencias). Así, por una parte, levantamientos populares, grandes movilizaciones, cambios institucionales y electorales señalaron los rechazos que recoge este paquete de reformas promercado, así como la profundidad de la crisis de legitimidad que las cuestiona. Particularmente en el mes de octubre se expresó este despertar de los pueblos, una verdadera primavera de protestas callejeras que se desplegó por diferentes países de la región, conmoviendo la gobernabilidad del ajuste neoliberal.

Por otra parte, el golpe de Estado en Bolivia de principios de noviembre y la cruenta represión a los movimientos populares que le siguió marcó un nuevo escalón en las formas autoritarias y represivas que adopta esta ofensiva del gran capital y del imperio, cuyo contenido violento fue la respuesta común adoptada por los diferentes gobiernos frente a las protestas y cuestionamientos sociales recientes. Una política que tiñó de sangre Nuestra América con más de un centenar de asesinados, y miles de heridos y detenidos en estos meses que van de octubre al fin del año.

 

De las guerras híbridas al golpe de Estado

Finalmente, las numerosas denuncias que señalan el compromiso del gobierno de los EE. UU. y de la OEA en la gestación del golpe de Estado en Bolivia dan cuenta de la dinámica e intensidad que asumió la intervención imperialista en el continente que, ya a principios de 2019, se expresó en el incremento del bloqueo financiero, comercial y mediático sobre la Venezuela bolivariana y en los intentos de generar una intervención militar externa, finalmente frustrada en el contexto de la intensificación de la guerra híbrida (ver el Dossier N° 17, Venezuela y las guerras híbridas en Nuestra América). La continuidad de los gobiernos y procesos en Venezuela y Cuba, aún bajo un cerco militar y económico que quiere asfixiarlos, muestra los contornos de un continente en disputa, cruzado por una confrontación que asume en cada país formas particulares y que suma, día tras día, otro jalón. Una disputa que también sitúa al territorio latinoamericano en el conflicto geopolítico mundial, entre el intervencionismo militar y diplomático estadounidense y el avance de los vínculos económicos y los proyectos de infraestructura con China.

 

Las nuevas resistencias

En tal contexto, este último octubre nuestroamericano estuvo signado por un ciclo de luchas, con una historia larga que se remonta a mediados del año pasado. La ola de luchas populares en Haití que demanda la renuncia del presidente Jovenel Moïse es una de las experiencias más significativas por su duración, la intensidad de la protesta y de la represión, y por la historia de un pueblo que coronó la primera revolución independentista en Nuestra América con claro carácter antiesclavista y antirracial (sobre ello se puede consultar la Alerta Roja N° 4: Haití). En este campo también destacan las movilizaciones y protestas en Chile —que se despliegan desde el 18 de octubre—, las manifestaciones en Ecuador —particularmente entre el 2 y 13 de octubre—, y las acciones del prolongado paro nacional en Colombia —iniciado el 21 de noviembre—. En todos estos casos, se trata de procesos de lucha que comenzaron como respuesta a alguna de las reformas promovidas por la agenda neoliberal actual (el incremento de los combustibles y del transporte en Haití, Ecuador y Chile; la amenaza a derechos laborales y jubilatorios en Colombia), pero que se amplifican expresando el malestar social frente a la pauperización y el despojo neoliberales. Caracterizados por su extensión en el tiempo, su masividad y por la ocupación de calles y plazas, con un relevante protagonismo juvenil y femenino, esta reacción de las clases populares interroga si no nos encontramos ante los inicios de un nuevo ciclo de conflictividad social, similar al que concluyó con la crisis de la oleada neoliberal anterior allá por los años 2000 y plantea cuestiones urgentes sobre los posibles futuros alternativos y las articulaciones entre lo social y lo político.

 

Modos y límites de la crisis de legitimidad

En otro orden, la crisis de legitimidad de las políticas neoliberales a nivel regional se expresó también en el terreno electoral en las elecciones presidenciales en Argentina, que marcaron la derrota de la coalición conservadora que asumió el gobierno a fines de 2015. En el contexto de una profunda crisis económica, de recesión e inflación, gestada por la aplicación del recetario neoliberal y profundizada tras los acuerdos con el FMI en el marco de un significativo endeudamiento externo (ver el Dossier N° 10, Argentina de regreso al FMI), el nuevo gobierno asumió en diciembre pasado. Así, afronta una gestión plagada de amenazas y desafíos en un contexto gubernamental a nivel regional donde, además del eje bolivariano, por ahora solo cuenta con el apoyo del gobierno de López Obrador en México.

Por otra parte, en el caso de Brasil, la liberación de Lula da Silva —luego de 580 días preso injustamente y de una extendida campaña por su liberación— tuvo lugar en un contexto de crisis económica y de disminución del apoyo popular al gobierno de Bolsonaro, amplificado tras los incendios en el Amazonas y la profundización de las políticas de apropiación de los bienes naturales (ver el Dossier N° 14, Amazonía Brasilera: La pobreza de un pueblo como resultado de la riqueza de la tierra); aunque, más allá de las resistencias, el paquete neoliberal ha seguido avanzando a lo largo del año.

Los modos y límites de la pérdida de legitimidad del neoliberalismo en la región se expresaron también en la crisis institucional y la disputa en relación con la corrupción de su elite política, que signaron la vida política peruana durante 2019 y que se proyectó, tras el cierre del Congreso, en las elecciones parlamentarias de este enero. Por otra parte, en Uruguay, el descrédito regional de las políticas neoliberales no fue suficiente para que el Frente Amplio retuviera el gobierno luego de 15 años de gestión. En igual sentido, durante 2019 se prolongaron en Centroamérica los triunfos electorales de coaliciones conservadoras.

 

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9 de noviembre de 2019: El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva es llevado en los hombros por una multitud mientras se dirige hacia la entrada de la sede del Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos ABC en São Bernardo do Campo, al sur de São Paulo, donde se desarrolló una manifestación para celebrar su liberación de prisión. .
Ihsaan Haffejee

 

La respuesta autoritaria

Lejos de precipitar una crisis política, los cuestionamientos populares que interpelaron directamente a los gobiernos en ejercicio supusieron, al tiempo que concesiones parciales, el despliegue de una política represiva feroz. En este sentido, si esta oleada neoliberal se caracterizó en sus comienzos por el uso de la llamada “guerra judicial” (lawfare) y otros mecanismos que vulneraban la propia matriz de la democracia liberal, el uso actual de la violencia estatal, las restricciones de las libertades democráticas y la intervención de las Fuerzas Armadas en el orden doméstico profundizan su sesgo autoritario. En esta dirección, el golpe de Estado en Bolivia —condenando al exilio al presidente Evo Morales y a su vicepresidente Álvaro García Linera, a la persecución de los militantes y representantes de su partido y a los movimientos populares— y el odio a los pueblos originarios que lo animó parecen anunciar para la región los intentos de imponer las transformaciones neoliberales con regímenes políticos cada vez más autoritarios, racistas y dictatoriales.

 

En perspectiva

Esa parece ser entonces la contraposición que atraviesa hoy a Nuestra América, interpelada entre el crecimiento del rechazo a las políticas neoliberales y un panorama político regional donde priman los gobiernos que defienden esas políticas y que, apoyados por el gobierno de los Estados Unidos, amenazan con mutar en regímenes cada vez más autoritarios. La posibilidad de una resolución democrática y popular de esta tensión ilumina especialmente a lo que suceda con aquellos gobiernos que levantan un programa no neoliberal —particularmente a la experiencia argentina que está comenzando— y a la articulación de las disputas políticas y sociales en un camino que permitan avanzar en la salida del neoliberalismo.

 

Colombia Wipala

21 de noviembre de 2019: Desde que comenzó el paro nacional el 21 de noviembre, cientos de miles de colombianxs se han movilizado en todo el país para rechazar las políticas neoliberales del presidente de derecha Iván Duque, como parte de la ola de levantamientos populares que han surgido por toda Latinoamérica y el Caribe.
Colombia Informa / Juan Ignacio Muñoz