Estimados amigos y amigas

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Durante los dos primeros días de marzo, nuestro equipo se reunió en las afueras de São Paulo (Brasil) en la Escuela Nacional Florestan Fernandes, del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Esta fue la primera reunión de todo nuestro equipo, exactamente un año después de que pusimos en marcha nuestro sitio web. Fue una reunión mágica, nuestrxs dedicadxs investigadores discutieron el trabajo que vienen efectuando y la agenda que queremos hacer realidad en los años venideros.

Al final de la reunión, un integrante de la Coordinación Nacional del MST, Neuri Rossetto, dio las gracias al equipo. Una de las tendencias de cualquier organización dedicada a la investigación, pero especialmente una vinculada a los movimientos populares, nos advirtió, es la de ser arrastrada a las minucias de los asuntos cotidianos. Se necesita urgentemente información y análisis sobre cuestiones apremiantes, ya sea sobre los paraísos fiscales, las transacciones de armas, las redes eléctricas o las políticas de sanciones. No hay duda de que estas cuestiones inmediatas tienen que ser abordadas, ya que muchos movimientos simplemente no tienen la capacidad de encontrar información básica o de hacer análisis rápidos de algunos de estos problemas acuciantes. Pero se necesita más, dijo Neuri, «No dejen de soñar», nos dijo.

Protesta contra la OMC en Seattle, 1999
¿Qué significa soñar? Se nos dice a menudo que en las ruinas de la URSS yace la utopía socialista. Que el hecho de que la URSS solo durara 70 años demuestra que el socialismo es un sistema fracasado. En la década de 1990, se volvió un cliché declarar la victoria del capitalismo de libre mercado y de la democracia burguesa. «La historia ha terminado» escribió Francis Fukuyama, un intelectual hegeliano, empleado del Departamento de Estado de Estados Unidos. Comenzamos con ese contexto en nuestro último dossierLa nueva intelectualidad, una suerte de manual de principios para nuestro trabajo. No hay otra opción posible, se nos dijo. Acepten la realidad. 
Pero la realidad se rehusó a obedecer. Incluso antes del colapso de la URSS, una serie de señales políticas indicaban que habría nuevas luchas contra la nueva estructura. Los «disturbios contra el FMI» que comenzaron en la década de 1970 – los primeros en Lima (Perú), en 1976 – sacudieron al establishment. Esos disturbios escalaron en los 80, hubo uno especialmente peligroso en Indonesia en 1985. Tom Clausen, del Bank of America, se hizo cargo del Banco Mundial entre 1981 y 1986, en el punto culminante de estas protestas. El reconoció su importancia, «Cuando la gente está desesperada, hay revoluciones», dijo Clausen. «Es, evidentemente, nuestro propio interés que las personas no se vean forzadas a ello. Hay que mantener vivo al paciente, porque de lo contrario no se lo puede curar.» Ningún indicio de que la política de empobrecimiento y saqueo debía cambiar, solo que el volumen del robo no debería causar malestar. La austeridad y el pillaje iban de la mano.
«No dejen de soñar». En 2001, como síntesis del movimiento altermundialista, se celebró el Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil). El foro adoptó la frase «Otro mundo es posible» como lema. Fue un grito en la oscuridad, un gesto que sugería que lo que tenemos es simplemente inaceptable. Mirando hacia atrás, el eslogan es flojo, una clara señal de que el pensamiento utópico había sido casi abolido.

Entonces vino la crisis financiera de 2007-08 que reveló la podredumbre del sistema, las enormes desigualdades de riqueza y poder, la forma profundamente cínica en la que la cuenta de la crisis se cobraba a los más pobres a través de políticas de austeridad, mientras los más ricos, que sobredimensionaron el sistema financiero en su favor, fueron rescatados con fondos públicos. En los Estados Unidos los bancos se salvaron mientras la gente común y corriente se quedó sin hogar. Hubo pensamiento utópico aquí, pero la utopía que inspiró estas políticas vino de Ayn Rand, no de Karl Marx. Provocó una nueva ola de rebeliones, desde el sur de Europa (Grecia, Italia, España) hasta Estados Unidos (Occupy).

Michael Wolf, Tokyo Compression, 2012.
En ausencia de una utopía robusta de la izquierda, lo que se conoce con el nombre de socialismo, hay desorientación. El cinismo y la toxicidad a menudo se han apoderado de la insatisfacción y de las aspiraciones rotas de las poblaciones traicionadas y las han empujado a los brazos de la extrema derecha. El odio a la inmigración y a la diferencia se ven como el antídoto para la pérdida de empleos y los desalojos de las viviendas. «No dejen de soñar», como dijo Neuri. No es un gesto sentimental, sino un acto de necesidad política. Hay que construir la utopía de la izquierda, la idea de que un futuro socialista es necesario y factible.

Cuando Neuri dijo estas palabras, recordé al gran poeta comunista español Fernando Macarro Castillo, conocido como Marcos Ana (1920-2016). El pasó 23 años en las cárceles del dictador español Franco. Se dice que es el republicano con más años en tales cárceles. Mientras estaba en la prisión, Marcos Ana escribió hermosos versos, versos de esperanza. En su libro Decidme cómo es un árbol, tiene un poema: Mi casa y mi corazón, que es sobre una casa sin llaves, de puertas abiertas, una visión de lo que debería ser la utopía.

Mi casa y mi corazón

Sueño de libertad
Si salgo un día a la vida

Mi casa no tendrá llaves:

Siempre abierta, como el mar,

El sol y el aire.

Que entren la noche y el día,

Y la lluvia azul, la tarde,

El rojo pan de la aurora;

La luna, mi dulce amante.

Que la amistad no detenga

Sus pasos en mis umbrales,

Ni la golondrina el vuelo,

Ni el amor sus labios. Nadie.

Mi casa y mi corazón

Nunca cerrados: que pasen

Los pájaros, los amigos

El sol y el aire.

 

Vengan. Este es el mundo en el que queremos vivir, un mundo de convivialidad y sensibilidad, un mundo en el que lo mejor de cada uno nos enriquece a todxs. Exigimos el derecho a soñar con ese mundo, con un futuro socialista que trascienda el presente de desigualdad social y destrucción de la naturaleza, el envenenamiento de las interacciones humanas que el deseo de mercancías inalcanzables trae consigo.

Y así, en nuestra reunión, nuestro equipo enfatizó nuestros tres principios cardinales:

Kazimir Malevich, Victory Over the Sun,  1913.
a. Difundir el trabajo intelectual de los movimientos populares. Rara vez oímos hablar de la producción intelectual que surge de los movimientos que quieren cambiar el mundo. Cuando se les pregunta su opinión a líderes de los movimientos populares, lo que se divulga es, a menudo, apenas un poco de sentido sobre los acontecimientos contemporáneos. No escuchamos lo que estos movimientos piensan del mundo o lo que aspiran a producir. Su contenido intelectual se reduce a unas pocas palabras. Una de nuestras esperanzas es difundir el trabajo intelectual de los movimientos a través de entrevistas extensas con sus líderes y con sus bases.
Abdoulaye Diarrassouba, Untitled, 2014.
b. Estimular el debate sobre la salida de la crisis de la humanidad. Nadie asume que los que controlan ahora el mundo tienen respuestas para nuestras crisis interrelacionadas. Hay pocas respuestas entre lxs líderes políticxs de nuestros países, desconcertados como están por los rápidos cambios del mundo y por su propia lealtad al mundo de los ricos. Hay menos respuestas desde el mundo de la riqueza, que es demasiado cómodo comopara creer siquiera que los problemas son reales. Estamos deseosos de estimular un debate sobre los problemas que tenemos ante nosotros, debates que no deberían aceptar el statu quo como permanente.
Krishen Khanna, News of Gandhiji’s Death, 1948.

c. Reducir la brecha entre las instituciones académicas y los movimientos, así como entre nuestros continentes. Se ha abierto una brecha entre la manera en que se establecen las agendas académicas y lo que necesitan los movimientos. Entre la academia neoliberal, por así decirlo, y los movimientos de nuestro tiempo, pero orientados al futuro. Los movimientos populares no pueden acceder fácilmente a conocimientos básicos, a menudo ocultos detrás de jerga y publicaciones a las que solo se accede pagando, y a su vez, los desarrollos intelectuales de los movimientos no irrumpen en los seminarios académicos. Nos gustaría ayudar a cerrar esta brecha, dar una circulación más amplia al conocimiento académico y llevar el pensamiento imaginativo de los movimientos al discurso académico. Y como si eso no fuera lo suficientemente difícil, nos gustaría tender un puente entre los mundos intelectuales de nuestros continentes.

Sobre todo, queremos exigir el derecho a soñar. Para nosotros, el presente es inaceptable. Exigimos el futuro.

Cordialmente,

Vijay.

 

Maria Bonita, o Maria Déia, fue una soñadora, una bandida, es una de nuestras ancestras