Estimados amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado su actualización de junio de 2020. El pronóstico es desolador. Se proyecta un crecimiento mundial de -4,9% para este año, 1,9% menos que el pronóstico de abril del FMI. “La pandemia de covid-19 ha tenido un impacto en la primera mitad del año más negativo de lo anticipado”, reconoce el FMI. Las proyecciones para 2021 son relativamente optimistas, situadas en 5,4%, lo que es más alto que el 3,4% que predecía el FMI en enero de 2020. “El impacto adverso sobre los hogares de bajos ingresos es especialmente agudo”, señalan. La reducción de la pobreza está efectivamente fuera de la agenda. El reciente informe del Banco Mundial tiene una visión menos favorable, con una previsión de crecimiento de -5,2%, lo que significa la recesión mundial más profunda en ocho décadas. Las expectativas de crecimiento del Banco Mundial para 2021 son de 4,2%, más bajas que las del FMI (5,4%).
Esta es la temporada de los informes anuales, y cada uno parece más deprimente que el anterior. Previamente, el FMI había llamado a la situación económica mundial como el “gran confinamiento”; ahora, en su nuevo informe, el Banco de Pagos Internacionales la denomina como una “paralización mundial repentina”. De todas formas, indican la convulsión de grandes partes de la economía mundial. La Organización Mundial del Comercio (OMC) había predicho un descenso del 32% en el volumen del comercio mundial, pero ahora parece haber caído solo un 3% (los vuelos comerciales mundiales cayeron un 74% desde enero a mediados de abril, y han aumentado en un 58% desde ahí hasta mediados de junio, mientras el tráfico portuario de containers se ha recuperado en junio en comparación a mayo). “Podría haber sido mucho peor”, dice el director general de la OMC, Roberto Azevêdo.
La Organización Internacional del Trabajo no puede ser tan simplista; la situación es tan mala como se había predicho, o incluso peor. En una nota conceptual para una conferencia a comienzos de julio sobre la covid-19 y el mundo del trabajo, la OIT dice que la pandemia ha producido la pérdida de al menos 305 millones de empleos, y que su impacto está golpeando lenta pero inevitablemente a las Américas. Esa es una cifra conservadora; una cifra más radical es que la mitad de las personas en edad laboral están sin ingresos adecuados. La OIT escribe que, en términos de trabajo, el virus “ha golpeado a las personas más desfavorecidas y vulnerables del modo más duro y cruel, exponiendo así las devastadoras consecuencias de las desigualdades”.
Dos mil millones de trabajadorxs están en la economía informal (seis de cada diez trabajadorxs); de ellxs, señala el informe de la OIT, 1.600 “enfrentan una amenaza inminente a sus medios de subsistencia producto de que el ingreso promedio en la economía informal se redujo en un 60% en el primer mes de la pandemia. Eso ha provocado un aumento dramático de la pobreza, y la advertencia del Programa Mundial de Alimentos en abril de que la próxima pandemia podría ser la pandemia del hambre”, un tema que hemos abordado en nuestro boletín 20 este año.
Es necesario destacar el desigual impacto negativo de la recesión del coronavirus. En una entrevista reciente, la directora general del FMI, Kristalina Georgieva, dijo que una contracción de 3,2% de las economías en África sería “el golpe más fuerte en África al menos desde los años setenta”. La economía de Sudáfrica ya se había comenzado a contraer antes de la pandemia y ahora está en una situación desesperada. El ministro de Finanzas, Tito Mboweni, dijo que es probable que se contraiga más de 7,2% en 2020, el descenso más fuerte del país en más de cien años. Como antídoto, Mboweni ha elegido el camino de la austeridad, que según escribe el economista Duma Gqubule en New Frame, “producirá el colapso de los servicios públicos y el aumento de los niveles de desempleo, pobreza y desigualdad, lo que a su vez hará del país un desierto económico”.
Enfrentado a la presión de el FMI y de los acreedores internacionales, el ministro de Finanzas de Ghana, Ken Ofori-Atta, dijo que mientras a los países ricos se les permite aumentar la deuda para estimular la economía, a países como Ghana se les dice que se apeguen a las reglas, que paguen los servicios de la deuda e impulsen un programa de austeridad. “Realmente dan ganas de gritar ‘No puedo respirar’”, dijo Ofori-Atta, haciendo eco deliberadamente de las últimas palabras de George Floyd.
La abolición de la deuda, un asunto tan fundamental en nuestra época, simplemente no está en la agenda. De hecho, el Departamento del Tesoro de EE. UU. ha dejado claro al FMI que ni siquiera será posible la emisión de un billón de dólares en derechos especiales de giro (DEG) para dar fondos a los Estados con poca liquidez producto de la recesión del coronavirus. El Tesoro estadounidense también ha dejado claro que el alivio de la deuda es un asunto del sector privado que debe ser dejado a los acreedores. No sorprende que Ofori-Atta usara la cargada expresión “No puedo respirar” para hablar de la asfixia de las economías y los pueblos del Sur Global.
Carlos Felipe Jaramillo, el economista colombiano recientemente nombrado vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, dijo que la región probablemente perderá veinte años de avances en reducción de la pobreza, y que al menos 53 millones de personas más caerán en la pobreza. América Latina enfrenta “su peor crisis desde que comenzó el registro [moderno], al menos hace 120 años”, dijo.
Lo que dice aquí Jaramillo se explica con claridad en el nuevo dossier del Instituto Tricontinental de Investigación Social: Nuestra América bajo el coronashock. Este dossier —que fue preparado por nuestras oficinas de Buenos Aires (Argentina) y São Paulo (Brasil)— ofrece un análisis completo sobre la crisis sanitaria, social y económica en la región. Tomando datos de la CEPAL, muestra que el desempleo, la pobreza y el hambre aumentarán descontroladamente. El FMI ha dicho que América Latina podría recuperar una tasa de crecimiento de 3,7% en 2021, pero incluso esto se basa en la premisa de la estabilización de la pandemia y el retorno de los precios altos de los commodities y ninguno de los dos está en el horizonte.
En nuestro dossier es crucial la idea de que cualquier programa de políticas que esté ahora sobre la mesa es meramente un neoliberalismo rediseñado (como se evidencia en la insistencia de Jaramillo en la necesidad de América Latina de “fomentar la innovación y el emprendimiento y la competencia para enfrentar la baja productividad”, cuando el problema es una crisis de empleo y hambre de una magnitud que va más allá de la palabrería vacía de Jaramillo y que de hecho es en gran medida producto del tipo de políticas que él propone).
En un estudio previo (Nuestra América bajo la expansión de la pandemia, 22 de junio), nuestra oficina de Buenos Aires señaló que la contracción económica que está teniendo lugar en América Latina no se puede revertir sin una mejor política monetaria (en vez de a través de ciclos de devaluación) y de la cancelación de la deuda (que en Argentina se acerca al 100% del PIB). A pesar de la crisis revelada por la pandemia, las fuerzas políticas que están casadas con la religión del neoliberalismo continúan leyendo su catequismo: austeridad, dinero sólido, mercados de capital desregulados, presupuestos equilibrados, privatización y comercio liberalizado. Por esta razón, argumenta nuestro dossier, los gobiernos de la región siguen atrapados dentro del marco político del neoliberalismo, que da prioridad a “la protección de la economía antes que la protección del pueblo”.
Proteger la economía es otra manera de decir proteger la idea de propiedad privada. Hay personas con hambre, y también hay comida, pero la comida no se entrega a quienes pasan hambre porque no tienen dinero y porque los alimentos son tratados como una mercancía y no como un derecho. Los gobiernos prefieren usar la riqueza social para contratar militares y fuerzas policiales para mantener a las personas alejadas de la comida, un signo claro de que el sistema tiene el alma disecada. Nuestro dossier, aunque se basa en material de América Latina, levanta preguntas profundas sobre el agotamiento del sistema capitalista mundial en momentos de gran sufrimiento humano. Ni los gobiernos neofascistas ni los gobiernos neoliberales, que defienden la lógica capitalista de la propiedad por sobre las necesidades humanas, son capaces de manejar la escala de la catástrofe humana que en parte ellos mismos crearon.
En colaboración con la Jornada Internacional de Lucha Antiimperialista, el Instituto Tricontinental de Investigación Social está llevando a cabo un concurso de afiches. En la primera ronda, diversxs artistas produjeron carteles representando su interpretación del capitalismo. Ahora hemos hecho un llamado a lxs artistas a que elaboren nuevos afiches en torno al tema del neoliberalismo. Nuestra definición de neoliberalismo en simple: Lxs ricxs responden a la crisis capitalista negándose a pagar impuestos y obligando al Estado a ajustar sus políticas para beneficiarlos. Mientras tanto, los Estados reducen el gasto en bienestar social, venden bienes públicos, reducen drásticamente las regulaciones comerciales y financieras y venden los bienes comunes —como el agua y el aire— a las corporaciones. Pedimos a lxs artistas que representen visualmente este concepto y envíen su trabajo a [email protected] hasta el 16 de julio. Este es el concepto cuyo marco político se empeña en profundizar su dominio en las sociedades fracturadas de Latinoamérica.
La pandemia y su impacto: entrevista de Brasil de Fato, 2020 (en inglés con subtítulos en portugués)
Recientemente, el medio brasilero Brasil de Fato me entrevistó sobre los estudios sobre el coronashock y el escenario post-covid-19 realizados por el Instituto Tricontinental de Investigación Social. En la entrevista, resumo el trabajo de nuestro instituto, especialmente en torno al impacto de la pandemia en el mundo en desarrollo.
Es imposible imaginar que la miserable situación actual no será superada por la capacidad humana de encontrar modos de reunirnos y transformar nuestra realidad. Esto no es algo teórico. Nuestros movimientos populares ya están creando modos de entregar ayuda y de construir futuros alternativos. La podredumbre expuesta por la pandemia augura un futuro aterrador. Esto es, a menos que decidamos tomarlo en nuestras manos y crear el mundo en el que queremos vivir.
Cordialmente, Vijay.