Santiago (Chile), octubre de 2019.

Estimadxs amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Imposible anticipar el estímulo para la rebelión. En el Líbano fue un impuesto al uso de WhatsApp; en Chile fue el alza en las tarifas del metro; en Ecuador y Haití, los recortes a los subsidios al combustible. Cada una de estas coyunturas llevó a la gente a la calle y, a medida que las personas inundaban las calles, más y más se les unían. No vinieron por WhatsApp ni por los boletos del metro. Vinieron porque están frustradas, enojadas porque la historia parece ignorarlas para favorecer sistemáticamente a la clase dominante.

Chile tiene una tasa de crecimiento de 1,5%, una caída desde el 6% de 1992. La exportación de cobre ha sido la principal fuente de ingresos del país; a medida que las exportaciones se han desacelerado, también lo ha hecho la economía. Chile tiene un alto índice de desigualdad: su coeficiente de Gini es de 0,50 (a medio camino entre la completa igualdad y la completa desigualdad). El 10% más rico tiene ingresos que son más de 26 veces mayores a los del 10% más pobre. Si se considera la riqueza del 10% más rico, la brecha es aun más dramática. El sistema tributario es claramente regresivo, y la corrupción está legalizada a través del código tributario. El gobierno ha aumentado los pasajes del metro (utilizado por más de tres millones de personas, un sexto del país) más de veinte veces desde 2007; si haces dos viajes diarios, la tarifa absorbe el 16% de tus ingresos. El 14 de octubre, estudiantes secundarixs frustradxs comenzaron a protestar por el alza del pasaje y, en general, la corrupción estructural de Chile.

Beirut (Líbano), octubre de 2019.

La clase gobernante del Líbano, como la de Chile, tiene la corrupción enquistada. Sus líderes políticos recolectan rentas de contratos gubernamentales, sus servicios públicos están saturados de sobornos. En 2016, el gobierno creó el ministerio de Combate contra la Corrupción, aunque no inspira confianza: se presentó una demanda por corrupción contra el ministro de Anticorrupción. El “presupuesto de austeridad” del Líbano para 2019 reduce el gasto público, pero mantiene un sistema tributario regresivo. En 2015, los políticos se peleaban sobre quién obtendría el contrato para el servicio de retiro de la basura, mientras la población caminaba sobre la basura en las calles para decir lo que ya se sabía: que la corrupción no es la excepción, sino la norma. “Apestan”, decía la gente a la clase política. Es una frase que resuena hasta el día de hoy.

En las notas de Antonio Gramsci sobre Francia durante la Tercera República (1870-1940), señala que la clase dominante usó la corrupción y el fraude para sobornar a líderes de diferentes facciones y neutralizar cualquier oposición política. La clase dominante no fue capaz de ganar el consentimiento de la población y no quiso usar la fuerza para someter  a la gente. En cambio, usó la corrupción y el fraude para desorientar cualquier oposición a su poder, asegurándose de que los sobornos políticos paralizaran y desmoralizaran al pueblo. Los partidos políticos de la burguesía han entrado en una conspiración de corrupción, ansiosos por atacar discursivamente la corrupción mientras se revuelcan en el robo de recursos públicos para sus propias necesidades, mientras permiten que la clase dominante permanezca en su huelga tributaria de largo plazo y retenga sus dedos en la caja registradora para obtener subsidios y beneficios tributarios.

El Informe de Financiamiento para el Desarrollo Sostenible (2019) de las Naciones Unidas muestra que la evasión fiscal golpea fuerte a los países del Sur Global, porque dependen más de los ingresos por impuestos a las empresas que los países del Norte. La corrupción dentro de los países es significativa, pero la corrupción de las empresas multinacionales está en una liga diferente, con cientos de miles de millones de dólares en juego (para más información sobre el concepto de “huelga tributaria”, lea nuestro primer documento de trabajo, En las ruinas del presente). Técnicas como la manipulación de precios de transferencia y la erosión de la base imponible y traslado de beneficios (BEPS, por su sigla en inglés) permiten a las empresas no declarar sus ganancias donde extraen el valor, sino en jurisdicciones con bajos impuestos. Estas técnicas están asociadas principalmente a las corporaciones multinacionales con sede en Estados Unidos. En estos países —desde Ecuador al Líbano— la clase dominante está sumida en la corrupción, incapaz de impulsar una agenda en su contra. Por eso las personas han inundado las calles: ven algo suyo en las calles y lo quieren recuperar.

Puerto Príncipe (Haití), octubre de 2019.

Es importante preguntarse por qué la gente se ha tomado las calles, cuál es su orientación política. En cada uno de los casos —Chile, Ecuador, Haití y Líbano—, el asunto central es que los pueblos de estos países han sido defraudados por sus propias burguesías y por las fuerzas externas (específicamente, las empresas multinacionales). Las protestas se han dirigido contra sus gobiernos, pero eso es solo debido a que son manifestaciones que quieren defender la democracia frente al capitalismo. Estas protestas pueden profundizarse, o pueden diluirse. Esas son las principales opciones.

Mientras tanto, la clase dominante hace lo que las clases dominantes hacen: manda a los militares. La respuesta en Chile, Ecuador y Haití ha sido dura. Esto se podía esperar en Chile, donde el gobierno de Sebastián Piñera se parece mucho a la dictadura de Augusto Pinochet (el actual ministro del Interior, Andrés Chadwick, pasó elegantemente de su puesto anterior bajo Pinochet al gobierno de Piñera, tras muchos años de defender al dictador). Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, esto no es un gobierno, son puras leyes de Pinochet, canta el pueblo de Chile. La violencia ha sido también como la de Pinochet, con estado de emergencia, toques de queda y un enorme número de arrestadxs.

Abajo pueden encontrar la Alerta Roja Nº 4 sobre Haití. Nos llega desde nuestrxs camaradas en ese país y da una evaluación más completa sobre las protestas que se han desencadenado allí. Pueden descargarlo aquí y leerlo a continuación. Por favor hagan circulan esta importante información.

¿Qué está sucediendo en Haití?

Haití, con sus casi 11 millones de habitantes, es la nación más poblada de las Antillas y ocupa el tercio occidental de la isla llamada La Española, la segunda más extensa de la región del Caribe.

Desde mediados de septiembre se sucede un intenso ciclo de protestas, bloqueos de carreteras y masivas movilizaciones populares que se estima que han contado con la participación de casi 5 millones de personas exigiendo la renuncia del presidente Jovenel Moïse, la resolución de la crisis económica y energética y la no injerencia externa. Intensificadas por la falta de combustible, estas protestas han ocupado y paralizado la ciudad capital de Puerto Príncipe y las principales localidades, en donde prácticamente no hay actividad gubernamental, comercial o civil. La imposibilidad de distribuir agua o alimentos, como sucede en la región del sudeste, amenaza con sumir al país en una grave crisis humanitaria.

La respuesta gubernamental ha sido la represión policial, que tan solo en las últimas semanas ha cobrado más de una veintena de muertxs y cientos de heridxs. Además, se evidencia una tendencia a la paramilitarización de la vida cotidiana. A la actuación de grupos irregulares que perpetran masacres en las zonas rurales y los barrios urbanos más movilizados, se suma el accionar de grupos criminales organizados vinculados directamente a representantes del poder político.

Como respuesta, la llamada «comunidad internacional» ha oscilado entre la invisibilización de la situación haitiana, en la que Estados Unidos, Francia, Canadá, la OEA y la ONU tienen una evidente responsabilidad, y la injerencia externa más evidente. En los últimos días, el Core Group, que nuclea entre otras a estas naciones y a organizaciones supranacionales, se ha posicionado claramente en favor de la continuidad del gobierno, mientras sostiene conversaciones secretas con sectores de la oposición moderada y conservadora.

Por su parte, los movimientos sociales, los partidos de izquierda y los sectores progresistas han conformado un amplio espacio de unidad bajo la denominación de Foro Patriótico. Estos actores abogan por la dimisión inmediata del presidente; el procesamiento de los responsables del desfalco de fondos públicos y las masacres perpetradas; la construcción de un gobierno de transición por un período de tres años; la creación de una agenda de emergencia que atienda las necesidades más elementales de la población; una reforma que relegitime el viciado sistema político y electoral; y la convocatoria a elecciones limpias y a una asamblea constituyente para refundar la nación.

El ciclo de luchas actuales se inscribe en un proceso más largo de protestas, que fue iniciado en julio del 2018 con las movilizaciones y la huelga general que convocaron a las calles a más de un millón y medio de personas contra el intento de aumentar el precio de los combustibles —decidido por el gobierno por indicación del Fondo Monetario Internacional—, y que culminó con la suspensión de la impopular medida y la renuncia del primer ministro Jack Guy Lafontant.

¿Cuáles son las causas de estas luchas y de la crisis en Haití?

El país atraviesa su sexta semana de desabastecimiento de combustibles, con el consecuente incremento de su precio, la expansión del contrabando y la paralización del transporte. Esto se debe a la retención de carburantes por parte del gobierno, quien promueve la eliminación de los subsidios en sintonía con los mandatos del Fondo Monetario Internacional; pero también al hecho de que el bloqueo de Estados Unidos a Venezuela no permite que el combustible barato de la empresa Petrocaribe llegue a Haití y otras islas caribeñas.

La situación económica es crítica: a los preocupantes indicadores sociales de miseria, desigualdad, desempleo e inseguridad alimentaria, se añade ahora una devaluación incesante de la moneda nacional, una inflación anual del 18%, el congelamiento de los salarios y el incremento de los costos de la alimentación y el transporte.

La clase política se encuentra completamente desacreditada. Un fraude electoral en el año 2010 permitió la llegada al poder del partido ultraneoliberal PHTK, que derivó en la continuidad, también fraudulenta, del actual gobierno de Jovenel Moïse. A esto se suma la corrupción de fondos públicos más grande de la historia del país, en la que sectores de la burguesía comercial y de la oligarquía, altos funcionarios de Estado y hasta el propio presidente, participaron en el desfalco de al menos 2 mil millones de dólares, equivalentes a un cuarto del PBI del país.

Las políticas neoliberales, implantadas tempranamente a comienzos de la década del 80 y continuadas casi sin interrupciones hasta la actualidad, han destruido la producción agrícola y los últimos islotes de actividad industrial, han quebrado las finanzas y privatizado empresas públicas, informalizado y flexibilizado el mercado laboral, pauperizado a las mayorías populares y forzado el éxodo de millones de jóvenes.

Haití no cuenta con nada parecido a una burguesía nacional que tenga en miras el desarrollo del país. Su clase dominante está compuesta por una oligarquía rentista y por una burguesía comercial, improductiva y meramente importadora.

La ocupación norteamericana, las dictaduras con sostén externo, los golpes de Estado y la tutela internacional han impedido durante más de un siglo el ejercicio de la soberanía haitiana, imponiendo una orientación política y económica fundamentalmente extrovertida y antinacional.

¿Por qué Haití y el Caribe son tan importantes?

El Caribe es una de las zonas geopolíticamente más relevantes del planeta. Además de albergar o lindar con los dos procesos políticos más radicales de la región, Venezuela y Cuba, es un importante territorio de circulación de capitales y mercancías entre el Atlántico y el Pacífico, Oriente y Occidente.

El Caribe ha sido históricamente una frontera disputada entre diferentes imperios europeos, y hegemonizada desde principios del siglo XX por los Estados Unidos. En la actualidad, la expansión china concentra allí buena parte de sus iniciativas comerciales y financieras.

Pese a ser uno de los países más pobres y desiguales del continente americano, Haití cuenta con abundantes recursos minerales de oro, cobre y bauxita, por un valor estimado de 20 billones de dólares. Los bajos salarios de su fuerza laboral son explotados con grandes beneficios para empresas internacionales, que en las zonas francas industriales confeccionan textiles y ensamblan piezas de electrónica para el mercado estadounidense. Además, el capital financiero y las economías ilícitas sacan enormes utilidades de las remesas de la diáspora haitiana y de los dividendos del narcotráfico, que encuentra en el país una estratégica estación de paso.

Haití tiene una gran significación política e histórica desde que aconteció allí, en 1804, la primera revolución social exitosa de América Latina y el Caribe, y se constituyó la primera República Negra del mundo. El intento por aniquilar su ejemplo significó el aislamiento del país y la imposición de una deuda por parte de Francia en 1825; una invasión de los Estados Unidos de 1915 a 1934; casi 30 años de dictadura de la familia Duvalier en la segunda mitad del siglo XX, que contó con el sostén internacional; y una ocupación cívico-militar de las Naciones Unidas desde el 2004 hasta la actualidad.

Amour, colère et folie (Amor, cólera y locura, traducción libre) (1968), de Marie Vieux-Chauvet, capturó la intensidad de la historia de la esclavitud en las plantaciones de Haití, de la revolución, la ocupación por parte de Estados Unidos, la dictadura militar de los Duvaliers, y la gran esperanza —nacida de la revolución de 1804— de libertad. Claire, en esta novela maravillosa, escribe:

La libertad es un poder íntimo. Por eso la sociedad la limita. A la luz del día nuestros pensamientos nos convertirían en monstruos y locos. Incluso aquellos con la imaginación más limitada ocultan algo horroroso. Nuestros innumerables defectos son prueba de nuestro origen primitivo monstruoso. Somos borradores. Y continuaremos siéndolo mientras nos falte el coraje para abrir un camino a través del bosque enmarañado de la vida y caminar con los ojos fijos en la verdad.

Cordialmente, Vijay.