Josie Mpama
Este estudio analiza la vida y las luchas políticas de Josie Mpama, líder de la resistencia contra la opresión colonial y el sistema del apartheid en Sudáfrica.
El siglo XX estuvo marcado por las luchas de liberación nacional que surgieron en África y Asia, así como en América Latina, donde las estructuras neocoloniales habían subordinado a países formalmente independientes. Los logros de la Revolución rusa de 1917 inspiraron al campesinado y a la clase trabajadora en todo el Sur Global. La lucha por la igualdad y la liberación bajo el liderazgo de las y los trabajadores continúan en las luchas antiimperialistas de nuestro tiempo. Las mujeres, en una infinidad de maneras, han dado y continúan dando forma a estas luchas.
En la serie Mujeres de lucha, mujeres en lucha del Instituto Tricontinental de Investigación Social presentamos las historias de mujeres que contribuyeron no solo al ámbito más amplio de la política, sino que también fueron pioneras en la creación de organizaciones de mujeres, abriendo caminos de resistencia y lucha feministas a lo largo del siglo XX.
La praxis, como conocimiento de la teoría y de los métodos organizativos de lucha a medida que cambian y responden a la historia, da sostén a las luchas en marcha para enfrentar la opresión. Como militantes, estudiamos los diversos métodos organizativos de estas mujeres no solo para entender mejor sus contribuciones políticas, sino también para inspirarnos mientras construimos en nuestra realidad las organizaciones necesarias para nuestra lucha contra la opresión y la explotación actuales.
En el cuarto estudio de esta serie, abordamos la vida y la lucha política de Josie Mpama (1903-1979), líder de la resistencia contra la opresión colonial y el sistema de apartheid en Sudáfrica. Josie fue una figura clave en la historia de mujeres luchadoras en dicho país, así como una importante líder del Partido Comunista. Su vida nos enseña la importancia de la organización de base, así como los retos que conlleva ese trabajo. Como tantas mujeres de izquierda, especialmente en el Sur Global, las extraordinarias contribuciones políticas y la agudeza teórica de Josie han sido pasadas por alto y excluidas en gran medida del relato histórico dominante.
Nacida como Josephine Winifred Mpama el 21 de marzo de 1903, Josie, como la conocían su familia, amigos y camaradas, llegó a tener muchos nombres dependiendo de las maniobras que tuvo que realizar en diferentes contextos. Donde dominaba el inglés y se le permitía una mayor movilidad económica y social, su apellido se anglicisaba y pasaba a llamarse Josie Palmer. En otros momentos, cuando estaba con su compañero, Edwin, y entraba en juego la política de la respetabilidad, usaba el apellido de él y se convertía en la señora Mofutsanyana. Cuando hacía trabajo más encubierto, sus alias conocidos incluían Winifred Palmer, Beatriz Henderson y Red Scarf [Pañuelo Rojo].
Josie nació un año después del final de la Guerra de Sudáfrica (1899- 1902), durante la cual el Imperio Británico y los bóers (descendientes de los colonos holandeses) lucharon por el control de la región. Ella creció y se volvió políticamente activa durante uno de los períodos políticos más tumultuosos de la historia del país, cuando la minoría blanca intentaba consolidar su control sobre la tierra, el trabajo y el poder político. Al mismo tiempo, se producían profundos cambios y conflictos en el panorama político y económico internacional: antes de cumplir 40 años, Jossie viviría la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa, la Gran Depresión, la formación de la Internacional Comunista (Comintern), el ascenso del fascismo europeo y el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque el Tratado de Vereeniging, firmado el 31 de mayo de 1902, puso fin a la guerra entre el Imperio Británico y los bóers, no trajo la paz a Sudáfrica. Durante las décadas que siguieron, se establecieron las bases para el surgimiento sistemático y estructural del dominio blanco y la segregación racial, el despojo de tierras y la imposición de mano de obra migrante barata que vino con el. El establecimiento de la Unión de Sudáfrica en 1910, que consolidó varias colonias británicas y asentamientos bóer en un Estado unitario, inició una fase que construyó los cimientos para el surgimiento del sistema de gobierno racialmente segregado del apartheid. El punto más alto de la aplicación de este sistema llegaría en 1948 con la victoria electoral del Partido Nacional Afrikaner, blanco y de derecha, y cuyos líderes, como John Vorster, tenían conexiones directas con el fascismo alemán.
En medio de estas convulsiones políticas más amplias, una joven Josie experimentó turbulencias personales y pobreza en su hogar. A los siete años sus padres se divorciaron, lo que desató una prolongada batalla por su custodia, periodo en el cual Josie fue transferida continuamente al cuidado de unos y otros parientes, algunos de los cuales fueron muy abusivos (Mpama, 2003). Su familia, de clase trabajadora, también estaba dividida por las categorías raciales impuestas por el Estado colonial: su padre era zulú y trabajaba como intérprete judicial, mientras su madre fue designada como “de color”1
y estuvo empleada como trabajadora doméstica por varios años, aunque entre las mejor pagadas. Según la designación del Estado, Josie era considerada “de color”, lo que significaba que ella podría haber elegido vivir separada y “por encima” de la mayoría africana, aceptando las ventajas económicas y políticas que, aunque limitadas, venían de conformarse con la jerarquía racial impuesta por el sistema de apartheid. En vez de ello, Josie decidió identificarse con y trabajar entre las personas africanas toda su vida, viviendo sobre todo en comunidades de clase trabajadora africanas o en zonas racialmente diversas como Sophiatown, que desafiaban la segregación impuesta por el Estado.
Josie llegó a la militancia a través de protestas comunitarias por mejores condiciones y derechos residenciales a finales de los años 20 y principios de los 30 en su ciudad natal, Potchefstroom, ubicada a unos 120 km al suroeste de Johannesburgo. Fue allí, en las trincheras de lucha, donde se convirtió en una de las primeras mujeres negras2 en afiliarse al Partido Comunista de Sudáfrica (CPSA por sus siglas en inglés) en 1928 y, después, en ocupar un alto cargo de dirección en el partido. El comunismo influenció profundamente su pensamiento y sus acciones. En una conmemoración de la Revolución rusa organizada por el partido en noviembre de 1932, Josie reafirmó su relevancia para “todos los trabajadores sin importar su color” y continuó manteniendo una profunda admiración por el proyecto soviético hasta su muerte (Edgar, 2020: 113, 221).
En la década de 1930 Josie se involucró con la sección sudafricana de Socorro Rojo Internacional3 del Comintern, conocido como Ikaka la Basebenzi [Escudo de los Trabajadores], que fue creado en 1931 luego del asesinato del líder comunista Johannes Nkosi a manos de la policía en una protesta en Durban. Pocos años después, Josie viajó a la Unión Soviética y adquirió una experiencia de primera mano sobre el Comintern.
Aunque algunas de sus contribuciones más cruciales las realizó en las campañas nacionales contra la Ley del sistema de pases del apartheid, es especialmente significativa su dedicación a la organización de las mujeres, por ejemplo, como fundadora de la organización multirracial Federation Of South African Women [Federación de Mujeres Sudafricanas] (FEDSAW) en 1954. Josie estuvo entre las pocas que abogaban públicamente por una mayor participación política de las mujeres y por el avance de las mujeres de clase trabajadora. También fue de las primeras mujeres negras en hablar públicamente sobre las conexiones entre género, raza y clase (Edgar, 2020: 113, 128; Lodge, 2021: 313; Roth, 1996: 122).
Debido a varios prejuicios —pasados y presentes— sobre a quién se considera intelectual y qué se considera trabajo intelectual, a menudo se pasan por alto los roles de Josie como intelectual orgánica (Tricontinental, 2019), pensadora política y dirigenta. Aunque su formación en teoría marxista fue un tanto informal e irregular, tenía una clara apreciación por la necesidad de lucha de clases organizada. Para Josie, la teoría y la ideología servían a su propósito solo en cuanto se basaban en las realidades y condiciones concretas para informar su curso de acción. Aunque se guiaba por la línea del partido, como señala su biógrafo Robert E. Edgar, “no era reticente a la hora de plantear posiciones independientes y criticar duramente las políticas del CPSA que ella pensaba que no estaban arraigadas en la realidad sudafricana” (2020: 131).
Como muchos intelectuales orgánicos, Josie se acercó a la política producto de sus propias experiencias, en su caso, al crecer bajo el dominio blanco en la Sudáfrica del apartheid y participar en protestas comunitarias de base. Conoció el marxismo y la teoría revolucionaria de forma fragmentada, y, como muchos intelectuales orgánicos y militantes de todo el Sur Global durante la era de la liberación nacional, reconstruyó los conceptos que había aprendido y los aplicó a su contexto específico para hacer avanzar la lucha popular (Tricontinental, 2021).
Al margen de su vida política pública, asumió tantos papeles como nombres, incluyendo los de madre, abuela y, en sus últimos años, organizadora comunitaria de la iglesia y curandera popular. En última instancia, su compromiso duradero con la transformación de la realidad social para su pueblo se basó en un genuino afecto por su comunidad y estaba animado por el proyecto de una revolución social.
Al servicio de la floreciente economía blanca
A principios del siglo XX, hombres africanos procedentes de las áreas rurales de Sudáfrica y de países vecinos fueron atraídos al emergente centro industrial de Johannesburgo como mano de obra para las agitadas minas de la ciudad. Solo a los hombres se les permitía este tipo de trabajo, quienes vivían en complejos de trabajadores semicarcelarios y su remuneración era tan baja que no podían mantener a sus familias en casa. La construcción de la Sudáfrica moderna estuvo basada en una organización del trabajo segregada y segmentada, apoyada no solo en la explotación despiadada de la mayoría de clase trabajadora racializada, sino que también se beneficiaba sustancialmente de la división sexual del trabajo dentro de esa mano de obra. Como escribió en 1978 la destacada periodista y comunista sudafricana Ruth First:
Era un sistema de mano de obra barata, de trabajo migrante, que primero extrae a los hombres de las reservas rurales para servir a la economía blanca, luego los expulsa de esa economía cuando están demasiado viejos y enfermos para trabajar; los saca del camino y los envía de vuelta a las reservas cuando están desempleados. De este modo, los gobernantes blancos se eximen simultáneamente de toda responsabilidad sobre las personas mayores, enfermas, desempleadas y sus familias, a la par que remueven la fuente de rebeldía de la revuelta de la clase trabajadora.
(…)
Son las mujeres las que llevan la carga más pesada de este sistema migratorio. Se quedan atrás con el peso de la familia; y se quedan atrás como productoras, para mantener la agricultura en marcha. Entonces, ellas son responsables tanto de la familia como de la producción (citada en Klein, 2006: 300).
Este trabajo consistía no solo en cuidar de los jóvenes, las personas mayores enfermas y las desempleadas, para garantizar la supervivencia de las familias y las comunidades en las “reservas” rurales africanas (un concepto tomado de las reservas de los nativos americanos en Estados Unidos), sino que, más tarde, también incluyó el trabajo doméstico y de reproducción social que era esencial para mantener a la clase dominante blanca.
Aunque las mujeres africanas fueron inicialmente excluidas de las florecientes industrias, las duras condiciones en las reservas rurales, junto con el hecho de que recibían entre poca y ninguna remesa de sus parientes varones establecidos en áreas urbanas, acabaron por empujarlas a buscar trabajo o medios de subsistencia en las ciudades. La mayoría trabajaba como empleadas domésticas, cerveceras, pequeñas comerciantes y lavanderas. La precariedad y los bajos salarios caracterizaban a este nuevo ejército de reserva de trabajo eventual, que fue empujado a las periferias de las ciudades y estaba fuertemente vigilado por la policía.
En su temprana adolescencia, Josie se unió a esta fuerza de trabajo informal, aceptando una variedad de trabajos domésticos precarios y de corto plazo, como lavar ropa, limpiar casas y cocinar, así como fue dos veces aprendiz de costurera. Ganaba salarios extremadamente bajos, en parte debido a su corta edad.
Después de la Guerra de Sudáfrica, los británicos y los bóers o afrikáners se aliaron para establecer la Unión Sudafricana en 1910 y poner en marcha un sistema de leyes opresivas y procesos discriminatorios para cimentar el dominio blanco. Las familias, la mano de obra y las tierras africanas fueron objeto de diversos ataques, sobre todo a través del sistema de la ley de pases, que imponía diversas restricciones a la mayoría africana y a su capacidad para vivir en las ciudades, moverse libremente y trabajar. El sistema incluía medidas que penalizaban las huelgas de los trabajadores de africanos, les prohibían ciertos tipos de empleo, y les daban menos indemnización por lesiones que a sus homólogos blancos. Estas políticas buscaban controlar y limitar su capacidad de trabajar en zonas urbanas que tenían el mayor potencial de ingresos, y limitar su existencia social y en último término, política. Igualmente, la ley de pases también se utilizó para garantizar un suministro barato de mano de obra en las ciudades, dedicadas casi exclusivamente a la floreciente industria blanca. En varios momentos, el sistema del apartheid se aplicó a través de controles policiales sistemáticos, así como a través del uso de libretas de pases, que los africanos debían portar en todo momento y que contenían información de identificación personal, incluidos detalles biométricos y laborales. Bajo este régimen, las personas africanas estaban sometidas constantemente a vigilancia, acoso y la amenaza de ser multadas o detenidas.
A comienzos de la década de 1910, surgió en todo el país una resistencia popular y organizada contra la ley de pases, siendo una de las primeras la histórica campaña liderada por mujeres en 1913 en Bloemfontein. Aunque estas luchas consiguieron concesiones en algunos casos, el sistema de ley de pases continuó expandiéndose. La Ley de Nativos (áreas urbanas), aprobada en 1923, abrió camino para endurecer el sistema de control de ingresos que se desarrollaría durante la era del apartheid, que restringió aún más los movimientos y conducta de las personas africanas en las áreas metropolitanas. Bajo la ley de 1923, se definía a las y los africanos como “residentes temporales” a quienes solo se permitía la entrada a las ciudades en la medida en que sirvieran “a las necesidades de la población blanca”, tal y como establece la ley. Aunque las leyes promulgadas en 1902 y 1913 ya habían establecido las bases para la segregación racial y el despojo de tierras (asignando menos del 10% de la tierra a los africanos), la Ley de Nativos de 1923 dio a las autoridades locales mayor poder para aplicar controles dentro de sus municipalidades (Natives Act, 1923). Fue en este contexto que Josie hizo su debut político.
Resistencia en Potchefstroom
Potchefstroom era uno de los bastiones políticos del proyecto de asentamiento afrikáner y después, del sistema del apartheid. A diferencia de Bloemfontein donde las luchas contra los pases se desarrollaron en un contexto de escasez de mano de obra, las luchas en Potchefstroom se desplegaron en un contexto de excedente de mano de obra (Wells, 1994: 66). En un intento de controlar la creciente población africana en la zona, el gobierno colonial impuso una serie de restricciones, incluidos toques de queda y tarifas por servicios públicos (como la construcción de tuberías de agua), muchas de las cuales afectaron profundamente a las mujeres africanas.
Hartas de una avalancha de restricciones y del aumento del costo de vida, el 28 de septiembre de 1927, un grupo organizado de unas 200 mujeres africanas se manifestaron contra el cierre de los pozos de agua. Las mujeres, muchas de las cuales se ganaban la vida lavando ropa de familias blancas, marcharon hasta el magistrado local con una pancarta roja, blanca y azul, en la cual se leían las palabras “Por piedad” para mostrar su descontento (Edgar, 2020: 65).
El Estado promulgó tales medidas con el fin de extraer ingresos de los hogares africanos para cubrir déficits financieros públicos que, de otro modo, habrían tenido que pagar los hogares blancos (Edgar, 2020: 68-69). La oposición más intensa surgió en respuesta a la política de permisos de alojamiento, que obligaba a cualquier persona mayor de 18 años que viviera en un hogar de propiedad de otra persona, a registrarse y pagar a las autoridades municipales un permiso mensual. Esto significaba que las y los hijos y parientes tenían que pagar una tasa mensual para vivir en sus casas familiares. Quienes no pagaban enfrentaban enjuiciamiento, desalojo y expulsión, lo que socavaba aún más la cohesión social de la familia africana, ya desarticulada por el sistema de trabajo migrante.
Junto con otros líderes comunitarios y cuadros comunistas (entre ellos Edwin Thabo Mofutsanyana, que más tarde sería su esposo), Josie lideró importantes protestas contra la municipalidad local y los residentes blancos por los permisos de alojamiento, incluida una campaña de resistencia pasiva que pedía que se negaran a pagar la tasa de alojamiento. Las mujeres fueron particularmente creativas y resilientes durante este periodo, utilizando varias tácticas de resistencia colectiva, como devolver rápidamente a sus casas a los residentes desalojados y sus muebles (Wells, 1994: 84). Aunque las protestas comenzaron espontáneamente, el CPSA proporcionó apoyo organizativo y jurídico, así como dirección política al movimiento. Para 1928, la creciente sección local del CPSA tenía alrededor de 1000 integrantes y Josie se encontraba entre las primeras personas reclutadas en esta oleada (Edgar, 2020: 54; Lodge, 2021: 222).
En los preparativos de una reunión masiva de más de 500 personas celebrada el 16 de diciembre de 1929, con el objetivo de agitar y reclutar personas para luchar contra el régimen racista, los volantes del CPSA declaraban:
¡Rueden por miles! ¡Trabajadores africanos! Ustedes no tienen armas ni bombas como sus amos, pero tienen gente, tienen su trabajo y el poder de organizarse y sostener [la organización]. Esas son sus armas; aprendan a usarlas, poniendo así al tirano de rodillas (Edgar, 2020: 82-83).
La lucha en Potchefstroom tuvo su pico en enero de 1930, cuando una huelga general prácticamente paralizó la ciudad. Las mujeres africanas encabezaron la carga, organizando piquetes, bloqueando carreteras clave y evitando que otros africanos fueran a trabajar.
Aunque estas luchas crearon obstáculos para las autoridades locales, que finalmente capitularon y eliminaron las tasas de los permisos de alojamiento en mayo de 1931, para mayo de 1930 la resistencia activa se había extinguido, la organización del partido casi había dejado de existir, y Josie se vio obligada a abandonar la ciudad. Las autoridades blancas utilizaron la lucha en Potchefstroom como un experimento para mejorar mecanismos de control, que encontraría expresiones nuevas y más duras en los años siguientes.
Las luchas comunitarias que se desarrollaron en y alrededor de la resistencia a los permisos de alojamiento en Potchefstroom fueron experiencias formativas para Josie, tanto en términos de organizar a las mujeres como a su introducción en el comunismo. Cultivaron en ella un profundo sentido de que, para avanzar, la lucha política tenía que basarse en los asuntos cotidianos que más afectaban a la mayoría. Cuando miembros del PCSA o funcionarios del Comintern restaron importancia a estas luchas, Josie continuó insistiendo en que el partido debía apoyarlas para ser más relevante para las masas trabajadoras (Roth, 1996: 122; Edgar, 2020: 124-126).
Usando el pañuelo rojo
Luego de meses de discusión y debate entre varias organizaciones de izquierda sobre la posibilidad de formar un partido comunista, el CPSA comenzó su conferencia de fundación el 30 de julio de 1921. Fue el primero de su tipo en el continente. El objetivo inicial del partido era, como se definió en su manifiesto fundacional, “establecer el contacto más amplio y estrecho posible con los trabajadores de todos los tipos y razas y propagar el evangelio comunista entre ellos”, inspirándose y orientándose en el Comintern (Bunting, 1975: 26-27). El partido reconoció la importancia de apoyar las luchas africanas, especialmente las relacionadas con vivienda, el despojo de tierras, los controles de ingreso de mano de obra y la emancipación política (Lodge, 2021: 69).
Moses Kotane, que se convirtió en el segundo secretario general africano del partido en 1939, recordaba que, de los cuadros negros iniciales, Josie fue una de las primeras en unirse (los registros del Comintern indicaban que fue la 516º afiliada en 1928) (Bunting, 1975: 53; Mpama, 2003: 160). El partido organizó clases de ideología y organización comunista los sábados por la noche, a las que asistían los nuevos reclutas como Josie después de que se mudó a Johannesburgo a finales de 1931. Más tarde, Josie estableció una sucursal en Sophiatown y abrió una escuela nocturna de formación ideológica, matemáticas básicas e inglés. A mediados de los años 30, ya formaba parte de la cúpula del partido. Fue parte del Buró Político en varios momentos y estuvo en el Comité Central al menos hasta 1946, tal vez la única mujer negra que ocupó estos cargos en cualquier partido político de Sudáfrica en aquella época (Edgar, 2020: 161).
En términos generales, el partido carecía de mujeres como miembros activos y dirigentes. Esto se debía en gran medida a las condiciones materiales, es decir, las cargas domésticas, las divisiones raciales, las prácticas patriarcales, las restricciones sociales y geográficas y una falta de acceso a la educación. En cuanto a la percepción de la capacidad de las mujeres para desempeñar eficazmente labores políticas, prevalecían actitudes patriarcales tanto en la sociedad como en el partido y a veces se consideraba que el trabajo del partido reflejaba una cultura de “intelectualismo exclusivo” que marginaba a quienes carecían de educación formal o política (Klein, 2006: 19). No obstante, aunque en números reducidos, las mujeres jugaron un rol importante en el CPSA desde finales de la década de 1920 hasta la de 1940. Esto siguió siendo así después de que el partido fuera prohibido en 1950 y obligado a pasar a la clandestinidad, reconstruyéndose como Partido Comunista Sudafricano (SACP, en inglés). Entre esas mujeres estaban: Ray Alexander, Molly Wolton, Hilda Bernstein, Dora Tamana, Fatima Seedat, Cecilia Rosier, Rebecca Bunting, Sonia Bunting, Rica Hodgson, Thoko Mngoma, Winifred Seqwana, Florence Mkhize, Letitia Sibeko, Violet Weinberg y Ruth First.
Para ascender en las filas del partido, se necesitaba formación política y experiencia. Cuando surgió la oportunidad de formarse en el extranjero, Josie no dejó pasar la ocasión y acompañó a Matilda First —madre de la icónica periodista y comunista sudafricana Ruth First— a Moscú en 1935 para estudiar en la Universidad Comunista de los Trabajadores del Este (Bunting, 1975: 79; Edgar, 2020). Utilizando los seudónimos de Red Scarf [Pañuelo Rojo] y Beatrice Henderson, Josie participó en varias actividades durante su estancia en la Unión Soviética, entre ellas el Séptimo Congreso Mundial del Comintern.
Durante su estancia en Moscú, testificó y presentó informes ante una comisión sobre Sudáfrica en relación con las luchas internas entre grupos opositores dentro del CPSA, que habían llegado a tal punto que muchos consideraban que el partido estaba al borde del colapso. El entonces secretario general, Moses Kotane, planteó la importante crítica de que el partido no estaba suficientemente «africanizado”, refiriéndose al hecho de que una parte significativa de la dirección, liderada por Lazarus Bach, sabía poco de las realidades de las masas africanas y, en cambio, estaba preocupada por los debates de europeos, desconectando los ideales del partido de su organización y actividades.4 Aunque pidió mayores esfuerzos para «africanizar» el partido y reconocer las divisiones raciales existentes, Josie junto con Kotane, se opusieron a posiciones que pretendían dividir la estructura organizativa del partido en función de la raza, incluida la propuesta de Edwin de formar alas separadas del partido basadas en la raza en 1938 (Roth, 1996: 122; Edgar, 2020: 131, 155).
Josie tuvo cuidado de no tomar partido durante la comisión y priorizó mantener la unidad. Sin embargo, no rehuyó compartir sus preocupaciones, como la falta de iniciativas para organizar a las y los trabajadores en células en las fábricas, así como la escasa retención de afiliados, la falta de formación de cuadros africanos para posiciones de liderazgo y la decisión de priorizar la unión de todas las razas en un solo frente a expensas de abordar los asuntos específicos que la población africana enfrentaba (Mpama [1936a], citada en Davidson et. Al., 2003: 182-185). Josie también se refirió a la forma en que el partido aborda la redacción y publicación de artículos, y expresó su frustración con la dirección por no fomentar los intentos literarios de los trabajadores (Edgar, 2020: 149). Si algo estaba equivocado con el artículo —preguntó— “¿no se podía haber corregido?” (Mpama [1936b], citada en Davidson et. Al., 2003: 193).
Un tema importante en las críticas de Josie relacionadas con el partido era su falta de compromiso con la realidad concreta y su falta de vitalidad política. Expresó preocupaciones por el carácter mecánico de las reuniones de la dirección: “Solo solemos discutir del trabajo del grupo y nunca de las cuestiones políticas” (Mpama [1936a], citada en Davidson et. Al., 2003: 182). Este enfoque, argumentó ella, conducía a un problema fundamental: la falta de atención general del partido a las cuestiones que afectan al pueblo africano y que estos sectores han planteado. Para Josie, el partido no estaba suficientemente arraigado en la realidad social del país, sino que se centraba en debates teóricos marxistas ortodoxos y la evolución política europea (Edgar, 2020: 120).
En particular, Josie advirtió al partido que no descartara a los líderes nacionalistas africanos, argumentando que constituían una “burguesía nativa” y que, dentro del frente amplio de resistencia, ellos podrían “ayudarnos a unirnos y luchar contra el imperialismo” (Mpama [1936b], citada en Davidson et. Al., 2003: 195). Explicó que “si subestimamos a la burguesía como clase, significa que aún no entendemos el poder del capitalismo” y que “no debemos huir del hecho de que, aunque son reformistas, tienen influencia sobre las masas” (Ibid.; Lodge, 2021: 189-190, 216). En sus primeros años el CPSA desaconsejó explícitamente las alianzas con grupos nacionalistas africanos, a pesar de la posición del Comintern que abogaba por el apoyo táctico a los líderes de los movimientos de liberación nacional y descolonización.5 Las conclusiones de la comisión del Comintern sobre las luchas internas del partido se hacían eco de muchas de las preocupaciones de Josie respecto al fracaso del CPSA a la hora de construir una base de masas y alianzas tácticas, que, según argumentaban, surgía de una falta de comprensión adecuada del contexto sudafricano. En este sentido, los esfuerzos de Josie y de otros tuvieron éxito: en la década de 1940, el CPSA había aumentado su cooperación con el Congreso Nacional Africano (CNA), un movimiento de liberación nacional que comenzó como un proyecto de la burguesía africana en 1912, en un intento de construir un frente de lucha más amplio y de masas.
Aunque el proceso de participar en las reuniones del Comintern fue en sí mismo una parte de la formación política de Josie, su principal motivo para viajar a la Unión Soviética fue estudiar en la Universidad Comunista de los Trabajadores del Este. Uno de los mandatos de la universidad era proporcionar formación política marxista-leninista y capacitación a líderes anticoloniales y comunistas del Sur Global, con ex alumnos como Jomo Kenyatta, Ho Chi Minh, Deng Xiaoping y Harry Haywood. En la década de 1930, la universidad ofrecía un curso de 14 meses para estudiantes internacionales que se centraba sobre todo en la teoría, pero que también incluía dos meses de trabajo práctico (tres días en una granja colectiva y 15 días en la organización del partido) (Woodford, 1996: 375). Los temas contemplaban economía política, historia, leninismo, materialismo histórico, construcción del partido, ciencia militar, política contemporánea e inglés (Ibid.).
Aunque los estudios de Josie se vieron interrumpidos por varios problemas de mala salud y hospitalización, esta experiencia internacional tuvo un profundo impacto en ella, profundizando su perspectiva internacionalista y su conciencia de clase y consolidando más aún su creencia en la centralidad de la organización para avanzar en la lucha. Durante el Séptimo Congreso del Comintern, mientras se discutían las movilizaciones de trabajadores portuarios negros en Ciudad del Cabo, que se negaron a cargar o tripular barcos italianos durante la invasión de Italia a Abisinia (actual Etiopía) en 1935-1936, Josie resaltó la importancia del internacionalismo de la clase trabajadora: “aunque hubo protestas, no hicimos lo suficiente. Si todos los africanos estuvieran organizados como los trabajadores portuarios, ni un solo barco se hubiera cargado con suministros para las tropas italianas (…) Los trabajadores africanos deben ayudar a los trabajadores de Europa a luchar por su libertad. La paz solo es posible por la acción de los trabajadores” (J. Mpama, 1936c: 215-216.). En el mismo discurso, ella también habló de la “necesidad de organización”, sosteniendo que la «composición del CPSA es mala», ya que no contaba con ningún afrikáner y tenía muy pocos africanos, y argumentando que su mandato fundamental tenía que ser crear una organización que «atraiga a la gente pobre y se convierta en un poderoso partido de masas” (216).
A su regreso a Sudáfrica a finales de 1936, Josie se centró en construir el carácter de masas del partido, impulsada por la urgencia de construir una oposición amplia y organizada al incipiente sistema del apartheid. Fue miembro del comité coordinador del CPSA, que se formó en 1937 para trabajar en “la cuestión de la organización a escala nacional” (Bunting, 1975: 87). Este viraje hacia la organización de un movimiento de masas en todo el país marcó una nueva fase para el CPSA, el movimiento obrero y la lucha de liberación en su conjunto. Esto se vio favorecido en parte por las consecuencias políticas y económicas de la Segunda Guerra Mundial, como el flujo de personas africanas a las áreas urbanas producto de los requerimientos de mano de obra para la creciente industrialización en un duro contexto económico: inflación, escasez de alimentos, hacinamiento, etc.
Para Josie, la prioridad era clara, como dijo en un debate del partido: “los camaradas deben llegar a las masas” (Edgar, 2020: 156). En una reunión del Frente Unitario No Europeo en 1939, animó a la audiencia a “ir a las fábricas, ir a las tierras y dondequiera que los no europeos estén trabajando en beneficio de los empleadores, díganles que tienen derecho a una parte y que tenemos derecho a una parte de las ganancias de la riqueza de Sudáfrica” (Ibid.: 154).
El CPSA se convirtió en una fuerza líder en este tiempo y después de la guerra. Desempeñó un papel clave entre los grupos políticos que se reunieron para la Conferencia Anti-Pases en noviembre de 1943, donde acordaron utilizar todos los medios posibles para presionar por la abolición de los pases, incluyendo trabajar de manera más cercana con grupos que estaban menos alineados ideológicamente pero que compartían intereses comunes. Josie estuvo al frente de varios esfuerzos de mujeres en esta lucha, incluida la organización de una conferencia sobre las leyes de pases en marzo de 1944, como paso previo al lanzamiento de una campaña oficial en mayo (Lodge, 2021: 242, 245). Estos esfuerzos sentarían las bases para campañas posteriores contra el sistema del apartheid, una vez inaugurado formalmente con la elección del Partido Nacional en 1948.
Durante la década de 1940, el CPSA construyó un frente amplio contra la dominación colonial mediante la formación de nuevas alianzas tácticas y campañas nacionales como el movimiento anti-pases. Como describe Tom Lodge, esto tuvo como resultado “la ampliación del apoyo público a la organización, [más] militancia en las actividades comunistas y el desarrollo de una comprensión y percepción mutuas entre esta y el Congreso Nacional Africano (2021: 280-283). Josie se encontró a menudo junto a una amplia gama de líderes políticos en reuniones del Congreso Nacional y otros grupos que organizaban encuentros multirraciales, abogando por la no racialización6 y por la participación de las mujeres negras, así como planteando perspectivas de resistencia basadas en un análisis de clase.
Abran paso a las mujeres que liderarán
A medida que el CPSA lidiaba con el reto de organizar un movimiento nacional de masas, también se enfrentaba a la necesidad de prestar atención a los problemas específicos de las mujeres y hacer un esfuerzo más concertado para organizarlas.
En la década de 1930, los sindicatos y el CPSA habían comenzado a volcar su atención hacia las trabajadoras y su papel en las industrias de manufactura y transformación. Sin embargo, las mujeres africanas estaban mayormente restringidas al servicio doméstico y constituían solo una fracción de la fuerza de trabajo formal (menos del 1% según datos disponibles en la década de 1950) (Schmidt, 1992). Aquí, Josie desempeñaría un papel indispensable, estableciendo conexiones entre el partido, otros grupos políticos, el movimiento obrero y las mujeres. Desde su debut político en las luchas comunitarias lideradas por mujeres, Josie había defendido constantemente los derechos de las mujeres, enfocada especialmente en las luchas de las mujeres africanas. Como dijo un historiador: “a través de ella, el CPSA logró difundir entre las mujeres negras ideas más radicales sobre el papel que debían desempeñar las mujeres en la política de oposición de la población negra” (Walker, 1978: 83-84).
Para Josie, de ello se deducía que la participación de las mujeres era una necesidad estratégica para que la clase trabajadora lograra derrocar el régimen colonial racista. Como resultado, luchó aguerridamente por la participación política de las mujeres en una época en la que pocas participaban de un discurso público tan radical. En este mismo sentido, hizo el siguiente llamamiento en el periódico del partido contra el proyecto de enmienda de la Ley de Nativos de 1937, que limitaría aún más el tamaño de las poblaciones africanas en las zonas urbanas de acuerdo con el mínimo número de trabajadores requerido, además de otras restricciones:
Nosotras, las mujeres, debemos entrar en el campo como luchadoras, porque solo con nuestra ayuda podrán nuestros hombres luchar exitosamente contra este nuevo proyecto de ley. Solo mediante la lucha conjunta podremos obligar [a la retirada de] esta nueva ley esclavista.
Mujeres, ya no podemos permanecer más en un segundo plano ni preocuparnos solamente de los asuntos domésticos y deportivos. Ha llegado el tiempo de entrar en el campo político y luchar codo a codo con los hombres (Mpama [1937], citada en Edgar, 2020: 248).
Al mismo tiempo, no se abstuvo de señalar y criticar cómo las relaciones patriarcales estaban imbuidas no solo en la sociedad sino también dentro del partido, limitando la participación política de las mujeres:
Entre todos nuestros líderes es muy raro ver a sus esposas o amigas acompañándolos a reuniones, y en todas sus luchas solo unas pocas mujeres toman parte activa, excepto en lugares donde se libran luchas por permisos de alojamiento, entonces algunas que no pueden permitirse pagar esas tasas y porque afecta a la familia en su conjunto, entonces encuentran que no hay otra salida que unirse a los demás y participar en las reuniones. Tan pronto como descubren si ganaron o perdieron regresan a casa y se dedican a su esfera doméstica (Edgar, 2020: 245-246).
Además de combatir las influencias patriarcales, Josie también se planteó cómo animar a las mujeres a participar en luchas que parecían alejadas de sus realidades inmediatas. En el caso de una propuesta para dar a los hombres africanos derechos de voto y representación limitados, ella planteó que “muy pocas mujeres participaron en la lucha contra los proyectos de ley de nativos, probablemente porque ya que no votaban, no consideraban que era importante apoyar a sus hombres a mantener el voto” (Mpama [1937], citada en Edgar, 2020: 249).
Aunque las mujeres africanas resistieron el control colonial de su trabajo, tierras y vida cotidiana durante todo el temprano siglo XX (y mucho antes), sus primeras actividades organizativas en Sudáfrica reforzaron roles de género conservadores, exigiendo voz y voto como madres, amas de casa, etc., o se limitaron a funciones de apoyo en la lucha contra el racismo. En ciertos marcos limitados, las mujeres aprovecharon de forma consciente y táctica conceptos como la maternidad, que eran tenidos en alta estima, para avanzar en su emancipación de forma más amplia, utilizándolos intencionalmente para maniobrar dentro de espacios políticos limitados y atraer a mujeres que no eran políticamente activas (a pesar del trasfondo esencialista que conservaban tales conceptos).
Tras la emancipación política de las mujeres blancas en 1930 y el consiguiente aumento de la participación de las mujeres en actividades políticas, el CPSA creó un departamento de mujeres en 1931 que fue dirigido por Josie. Inicialmente, predominaban los enfoques conservadores y se consideraba a las mujeres como meros apoyos de los hombres en la lucha. Sin embargo, esto comenzó a cambiar a medida que el partido ponía un mayor énfasis en que las mujeres pudieran trabajar codo a codo con sus homólogos masculinos, fomentaba concepciones más avanzadas de los roles de género y proporcionaba mayor flexibilidad para que las mujeres se organizaran en sus propios términos.
Aunque las mujeres siguieron siendo una minoría en la membresía y la dirigencia del partido, como señala el historiador C. J. Walker, “en el ámbito de la emancipación de las mujeres, el CPSA trajo nuevas perspectivas al incipiente movimiento de liberación nacional de esa época” (Walker, 1978: 76). La evolución progresiva del enfoque del CPSA hacia la cuestión de género surgió de su comprensión de que la principal contradicción en la sociedad era entre los dueños de la propiedad y el capital y quienes dependen de la venta de su fuerza de trabajo para sobrevivir. Como resultado, aunque sus palabras a menudo eran más elocuentes que sus actos, este análisis, así como su defensa de la no racialización, ubicó al partido en una posición que le permitía comprender mejor los problemas a los que se enfrentaban las mujeres trabajadoras en comparación con otras organizaciones de la época. Por ejemplo, en una declaración publicada en febrero de 1932, el partido declaró:
Mujeres nativas trabajadoras, mujeres trabajadoras blancas, dense cuenta de sus intereses, despiértense para luchar por mejores condiciones codo a codo con sus maridos, padres y hermanos: solo con un frente unido podrán librarse de toda la explotación que sufren bajo el capitalismo, y donde ustedes mujeres son las que más sufren (Walker, 1978: 90).
A comienzos de los años 30, el partido planeó una conferencia nacional de mujeres trabajadoras que buscaba “unificar y consolidar la lucha sectorial de las mujeres (…) [y] crear una organización permanente de lucha para las mujeres trabajadoras de Sudáfrica”. Aunque esta conferencia no llegaría a celebrarse debido a los problemas políticos dentro del partido, entre 1935 y 1937, Josie, junto con otras integrantes del partido como Ray Alexander, siguió reclamando a la organización y actividad militante de las mujeres (Walker, 1978: 85). En el marco de un crítica a una organización de beneficencia social de mujeres conservadoras por fracasar en organizar campañas de exitosamente sobre asuntos que afectaban a las mujeres, Josie señaló: “deben dejar paso a las mujeres que dirijan y se movilicen para llevar a cabo el trabajo” (Mpama [1937], citada en Edgar, 2020: 252).
La campaña contra la ley de pases comenzó a crecer a finales de la década de 1940 y con ello aumentó la necesidad de una organización de las mujeres más amplia. En 1947, las mujeres del CPSA se reunieron en Johannesburgo para crear una organización no racial de mujeres, la Transvaal All-Women’s Union [Unión de Todas las Mujeres de Transvaal], y eligieron a Josie como su presidenta. Aunque pequeña y localizada, fue en cierto modo el prototipo para una organización nacional de mujeres más amplia que se formó en años posteriores (Sturman, 1996: 65-66). Poco después, el sistema legal represivo se puso en marcha con la aprobación en 1950 de la Ley de Supresión del Comunismo, que efectivamente prohibió el CPSA y se volvió a poner sobre la mesa la propuesta de emitir libretas de pases para las mujeres africanas, entre muchas otras medidas.
Mujeres en marcha
La creciente represión del Estado del apartheid no hizo sino impulsar al movimiento de mujeres a profundizar sus esfuerzos organizativos. En 1954, 146 delegadas de diversos sectores políticos que representaban a unas 230.000 mujeres de todo el país, se reunieron en Johannesburgo para la conferencia fundacional de la Federation of South African Women (FEDSAW) [Federación de Mujeres Sudafricanas]. En la conferencia, las delegadas afirmaron su apoyo a la emergente Alianza del Congreso, una coalición multirracial que se estableció formalmente al año siguiente y que lanzaría una campaña nacional contra el apartheid que generó la mayor participación de masas vista hasta entonces. Josie participó en la conferencia en representación de la Transvaal All-Women’s Union [Unión de Mujeres de Transvaal] y se convirtió en la presidenta de la sección de Transvaal de la FEDSAW.
Aunque la historiografía pública difundida por el CNA después del fin formal del apartheid en 1994 ha retratado a la federación como liderada casi exclusivamente por mujeres liberales afiliadas al ANC, es importante señalar que la FEDSAW, de hecho, fue idea original de Ray Alexander, integrante del CPSA, y contó con una considerable participación de mujeres trabajadoras de izquierda, desde sindicalistas como Francis Baard hasta comunistas como Josie. Aunque en general planteaba demandas y objetivos liberales amplios, como el derecho al voto, su documento fundacional, la Carta de las Mujeres, también incluía una serie de elementos más radicales que probablemente fueron añadidos debido a la participación y esfuerzos de las mujeres de izquierda. Estos incluían disposiciones que exigían “igual pago y posibilidades de promoción en todas las esferas del trabajo”, “la igualdad de derechos con los hombres en relación con la propiedad, el matrimonio y los hijos”, y “la organización de las mujeres en sindicatos” (FEDSAW, 1954). Aunque la Carta destacaba las particularidades de las cargas reproductivas de las mujeres y llamaba a las mujeres a auto organizarse para alcanzar derechos políticos y condiciones económicas equitativas, también llamaba las mujeres a luchar junto con los hombres “en una lucha común contra la pobreza, la discriminación de clase y raza y contra el flagelo de la segregación racial”. La Carta de las Mujeres se convertiría eventualmente en la base de ciertos derechos constitucionales en la Sudáfrica post apartheid.
Aunque la FEDSAW trabajaba dentro de la Alianza del Congreso, también tuvo un mandato independiente. En el año siguiente a su creación, la FEDSAW y sus secciones organizaron a las mujeres alrededor de cuestiones de género así como en campañas más amplias de la Alianza del Congreso. Se pudo escuchar a Josie hablando en eventos como la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres en Johannesburgo en marzo de 1955, dirigiéndose a mujeres de diversos orígenes sobre la difícil situación de la mujer africana.
La primera protesta grande de nivel nacional de la FEDSAW tuvo lugar el 27 de octubre de 1955, cuando 2000 mujeres de todas las razas marcharon contra las leyes de pases y el sistema de apartheid. No obstante, un mes antes de la marcha, Josie recibió órdenes de prohibición, que tipificaban como delito su participación en reuniones políticas públicas y en diversas organizaciones políticas, incluida la FEDSAW. A los 52 años de edad, estas medidas represivas la obligaron a retirarse de participar públicamente en manifestaciones y en los órganos de dirección de la lucha. En su último comunicado oficial de la FEDSAW, Josie declaró a sus camaradas:
Las mentes de los seres humanos nunca han sido controladas. Los ojos de los seres humanos nunca han sido cerrados (…) Por lo tanto, es natural que cada alma viviente finalmente vea y siga el camino hacia la LIBERTAD.
Josie o no Josie, la lucha continuará y nuestro será el día de la victoria (Mpama, 1955; Edgars, 2020: 210).
Un año después, el 9 de agosto de 1956, como culminación de décadas de trabajo, 20.000 mujeres descendieron sobre los Union Buildings de Pretoria, la sede oficial del gobierno colonial, llevando consigo fajos de peticiones firmadas que exigían la abolición de todas las leyes de pases del apartheid. La marcha, que demostraba el éxito de los esfuerzos por organizar a las mujeres de todas las razas a escala masiva en un periodo de tiempo relativamente corto, inauguró una nueva etapa rebosante de esperanza. La Alianza del Congreso decidiría más tarde que el 9 de agosto se celebraría el Día de las Mujeres en Sudáfrica. Hoy, el aniversario de la histórica Marcha Multirracial de las Mujeres a Pretoria es un feriado público oficial.
Siempre animando al pueblo
A finales de la década de 1940, Josie comenzó a participar más activamente en la Iglesia Anglicana y en grupos eclesiásticos de mujeres como Mzimhlophe Church Women’s Society [Sociedad de Mujeres de la Iglesia de Mzimhlophe] y el Ekurhuleni Church Committee [Comité de la Iglesia de Ekurhuleni], dos organizaciones que contribuyeron para conseguir becas para niños, paquetes de alimentos para familias pobres y otras formas de ayuda (Zwane, 2012: 81-82). Varios factores llevaron a Josie a hacer este cambio, incluido un deseo de reconectarse con su familia y comunidad tras décadas de priorizar el trabajo político, así como el deseo de mejorar su salud física y su bienestar espiritual. Tal vez más importante fue que para muchas mujeres que, como Josie, habían estado vinculadas a la FEDSAW y tenían prohibido participar en la vida política pública, los grupos de mujeres de la iglesia sirvieron de refugio y de forma alternativa de organización social en un clima político hostil marcado por la represión de la actividad política contra el apartheid (Zwane, 2012: 81-82; Edgar, 2020: 215).
Josie no veía contradicción entre comunismo y cristianismo (Davidson, et Al., 2003: xxvii). Más bien, como señala Edgar, veía a ambos como “expresiones de su compromiso con la justicia social” (2020: 214). De forma similar a las tradiciones de teología de la liberación de diversas partes del mundo, la participación de Josie en comunidades eclesiales de base en las últimas décadas de su vida puede entenderse mejor si se enmarca en una comprensión liberadora de la teología y en el reconocimiento de las funciones sociales que la religión puede desempeñar (Tricontinental, 2022).
A pesar de su retirada de la vida política pública, Josie siguió estando en el punto de mira del Estado. Fue detenida y encarcelada por varias semanas durante el estado de emergencia declarado tras la masacre de Sharpeville en 1960 (la policía mató a 69 personas en una protesta pública contra las leyes de pases) y permaneció en el radar de la policía del apartheid los años siguientes (Edgar, 2020: 211-213). Esto no le impidió, en sus propias palabras, seguir “animando a mi pueblo” (Ibid.: 240). Apoyó a sus nietos cuando alcanzaron la mayoría de edad en las luchas políticas de finales de los 70, especialmente en las revueltas estudiantiles de 1976, y siguió animando a las mujeres a «levantarse y ponerse en marcha».
Tras su muerte en 1979, Josie fue enterrada en el Cementerio Avalon, en Soweto, junto con muchos luchadores incondicionales conocidos y desconocidos.
Con Josie o sin Josie, la lucha continuará
Desde altas tasas de violencia hasta el desempleo crónico, los bajos salarios y el trabajo precario, la población africana, y las mujeres africanas en particular, viven en un estado de profunda crisis anidada en el contexto social más amplio de la crisis del capitalismo. En la Sudáfrica actual, el feminismo se entiende habitualmente como una profesión, un modo de trabajo académico y de las ONG, más que como un proyecto político popular. Las feministas de base son sistemáticamente ignoradas y menospreciadas por el discurso de las élites. Actualmente no hay un movimiento feminista nacional popular organizado que promueva el legado de Josie.
El dominio del feminismo de élite solo puede desafiarse y deshacerse desarrollando un feminismo genuinamente popular, un feminismo que entienda la agencia y la organización políticas anticapitalistas como esenciales para transformar nuestra realidad social. Como dijo Josie, “solo cuando [los oprimidos] estén políticamente avanzados, podrán avanzar y avanzarán educacional, social, económica y comercialmente” (Mpama, “Educating our Bantu Women”, 247-248). A diferencia de muchas mujeres de su tiempo, para Josie, ser integrante y dirigente de una organización comunista jugó papel importante en hacer posible ese avance político.
A lo largo de su vida, Josie nunca vaciló en su compromiso de cambiar la realidad social de la mayoría. En una carta al Ministro de Justicia del gobierno del apartheid en protesta por la expulsión de Josie de la vida política pública, la militante de la Alianza del Congreso y secretaria nacional de la FEDSAW, Helen Joseph, la describió como alguien “que siempre ha trabajado por el bien del pueblo en su conjunto” (1955). Por el bien del pueblo en su conjunto, ese es el legado de Josie Mpama.
Notas
1 Los gobiernos coloniales y del apartheid en Sudáfrica desarrollaron un sistema de clasificación racial que segregaba a las personas africanas de los colonos europeos y designaba a los individuos de raza mixta como una tercera categoría separada: los «coloureds» [de color]. Hoy en día, la designación sigue utilizándose y ha llegado a asociarse con los africanos de Sudáfrica que tienen una ascendencia racial «mixta» o son descendientes de esclavos traídos a la Colonia del Cabo desde diversas partes del mundo. Sin embargo, es importante recordar que el término fue una imposición colonial que se utilizó para separar familias y comunidades. También borró las identidades únicas y diversas de los grupos indígenas al categorizar como «de color» a aquellos que no pertenecían a grupos étnicos de habla bantú, como método de la élite gobernante para dividir y conquistar a la población africana. Para más información sobre este tema, véase Amandla, 2020.
2 En Sudáfrica, el término «africano» se refiere a las personas que descienden de grupos que emigraron de África occidental y central entre el 2.000 a.C. y el 1.500 d.C. Los colonos blancos los clasificaron primero como «nativos» y «bantúes» bajo el colonialismo y como «africanos» bajo el apartheid. El término «negro» se refiere a todos los no clasificados como «blancos» en el apartheid, incluidas las personas clasificadas como «indios» y «de color».
3 El Socorro Rojo Internacional, también conocido por su acrónimo ruso MOPR, fue fundado por el Comintern en 1922 «para organizar la asistencia material y moral a los combatientes de vanguardia por la causa del comunismo que se encuentren encerrados en prisión, obligados al exilio o, por cualquier razón, excluidos contra su voluntad de nuestras filas combatientes». Véase, Riddell, 2021; Roth, 1996: 122; Adi, 2013: 386.
4 Por la misma época, Josie firmó una carta redactada por doce miembros del partido y enviada al Buró Político, en la que criticaban a una pequeña «camarilla» por impulsar políticas incorrectas que aislaban al partido de las masas y por intentar destituir a Kotane. Véase Bunting, 1975; Lodge, 317.
5 Durante el II Congreso de la Internacional Comunista, el líder soviético Vladimir Lenin propuso una tesis sobre la cuestión nacional y colonial, describiendo cómo, en ese momento específico, «la Internacional comunista debe entrar en una alianza temporal con la democracia burguesa en los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse con ella, y debe mantener bajo todas las circunstancias la independencia del movimiento proletario». Véase V. Lenin, 1920; Lodge, 2021: 69.
6 La no racialización es una destacada ideología y tradición política de Sudáfrica que nació de la oposición al sistema racializado del apartheid. El término está consagrado como valor fundacional en el capítulo uno de la Constitución de Sudáfrica, aunque su significado exacto es discutido por diferentes fuerzas políticas. El CPSA fue una organización líder de la política no racial, mientras que, por ejemplo, el CNA reservó su afiliación exclusivamente para los africanos hasta 1969. Véase Buccus, 2021.
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