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DossiersNº 85

La alegría de leer

Los programas de lectura y alfabetización popular han desempeñado un papel relevante en los procesos revolucionarios, desde las revoluciones mexicana, china y rusa de principios del siglo XX hasta nuestros días.

Ilustración de Kael Abello (Venezuela/Utopix e Instituto Tricontinental de Investigación Social).

Tricontinental: Insitute for Social Research logo

Las ilustraciones de este dossier proceden del Calendario del Día de los Libros Rojos 2025. Cada una de las doce contribuciones, elaboradas en colaboración con la Unión Internacional de Editoriales de Izquierda, se inspira en un libro rojo de distintas regiones del mundo. El Día de los Libros Rojos celebra los libros de izquierda, sus autorxs y los movimientos populares que iniciaron el 21 de febrero de 1848, día en que Karl Marx y Friedrich Engels publicaron El Manifiesto Comunista. Es un día en que se festeja la alegría de la lectura.


Rusia entera aprendía a leer: leía asuntos de política, de economía, de historia, porque el pueblo tenía necesidad de saber. En cada ciudad, casi en cada aldea, en el frente, cada fracción política tenía su periódico y, a veces, muchos. Millares de organizaciones distribuían centenares de miles de folletos, inundando los ejércitos, las aldeas, las fábricas, las calles. La sed de instrucción, tan largo tiempo refrenada, convirtiose con la revolución en un verdadero delirio. Sólo del Instituto Smolny salieron cada día, durante los seis primeros meses, toneladas de literatura, que, ya en carros, ya en vagones, iban a saturar el país. Rusia absorbía, insaciable, como la arena caliente absorbe el agua. Y no grotescas novelas, historia falsificada, religión diluida o esa literatura barata que pervierte, sino teorías económicas y sociales, filosofía, las obras de Tolstoi, de Gogol, de Gorki… (2017: 53).

John Reed, Diez días que estremecieron al mundo, 1919.

Las revoluciones de la clase trabajadora común reventaron las cadenas de la sociedad reivindicando la creación de un mundo nuevo. Todas ellas, fueran directamente socialistas o impulsadas por la liberación nacional, nos proporcionan evidencia de esta efervescencia por derribar antiguas normas sociales y construir formas igualitarias de existencia y pertenencia. Como la mayoría de las revoluciones del siglo XX fueron lideradas por el campesinado y la clase trabajadora (México, 1910; China, 1911; Irán, 1905-1911; Rusia y Asia Central, 1917), por lo que se centraron con frecuencia en la transformación de las rigideces del latifundismo. Para derrocar el poder de los terratenientes, no bastaba con redistribuir las tierras excedentes (reforma agraria). Este poder estaba profundamente arraigado en jerarquías sociales que en ocasiones adquirían un carácter divino. La opresión del campesinado se ejercía a través de los jeroglíficos indescifrables de los registros de tierras y los libros de contabilidad, los libros de los prestamistas y los sacerdotes. Privar al campesinado de la capacidad de leer lo dejaba impotente, sin embargo, una vez que adquiría este poder, su impacto se hacía evidente en cada una de estas revoluciones en las regiones más pobres del mundo.

La cultura burguesa que prevaleció en estas naciones en el siglo XIX adoptó la lectura como signo de estatus de clase. Aunque los libros y periódicos florecieron con la llegada de la imprenta comercial, estaban destinados principalmente a la burguesía y, en algunos casos, a la pequeña burguesía. En México, donde la presidencia de Benito Juárez (1858-1872) amplió la escolarización y la industria editorial, el costo de un periódico era muy superior a los ingresos diarios del obrero o campesino promedio (Martínez, 1989: 71). Bajo el régimen de los terratenientes en países como México y Rusia y en colonias como la India y en el continente africano, existían muy pocas oportunidades para que lxs trabajadorxs y campesinxs aprendieran a leer. Sólo cuando aparecieron los movimientos sindicales y comunistas en estos países y sus organizaciones publicaron periódicos y panfletos, a menudo clandestinamente, los miembros de la clase obrera y el campesinado tuvieron un acceso más amplio a los textos, que les leían los organizadores alfabetizados. Esta forma de aprendizaje colectivo se convirtió en una escuela temprana de alfabetización.

Este dossier, La alegría de leer, se inspira en estas tradiciones para destacar ejemplos de alfabetización popular de nuestra época, desde México a China, pasando por India. En la última parte se destacará el Día de los Libros Rojos, un programa que comenzó en India y que, desde entonces, gracias a la iniciativa de la Unión Internacional de Editoriales de Izquierda, se ha extendido por todo el mundo.


Ilustración de Valentina Aguirre (Venezuela/Utopix)

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México Lee

En el momento de la Revolución Mexicana de 1910, sólo alrededor del 22% de los 15,1 millones de habitantes del país sabía leer y escribir (Presley, 1963: 64-71). Un largo periodo de agitación se apoderó de México durante la década siguiente, hasta que Álvaro Obregón ganó la presidencia en 1920 e inició un proceso de reforma que incluyó actividades culturales masivas, como la apertura de escuelas rurales, la formación docente, la construcción de bibliotecas públicas y escuelas de arte, además de la publicación de folletos y libros para primeros lectores. En 1921, José Vasconcelos fue nombrado primer secretario de Educación Pública y recibió de Obregón el encargo abierto de democratizar la cultura mexicana (Ayala, 2005). Para alcanzar este objetivo, el Estado construyó miles de escuelas rurales e institutos de formación docente y además aumentó el salario de las y los maestros rurales de uno a tres pesos diarios (1923: 230-245). Para dirigir el principal instituto  de formación, Vasconcelos recurrió a Elena Torres Cuéllar, integrante del Partido Comunista de México, quien expandió estas misiones culturales por todo el país y capacitó a más de 4.000 docentes en una década. Torres también inició un programa de desayunos escolares gratuitos en 1921, garantizando la alimentación de decenas de miles de estudiantes (Schell, 2003; Hughes, 1950; Rochas, 2016; Taibo, 1986).

Bajo la dirección de Vasconcelos, la Secretaría de Educación Pública (SEP) impulsó el desarrollo de bibliotecas públicas de calidad en las zonas rurales. Con este fin, la SEP no sólo desembolsó fondos para construir las bibliotecas, sino que también se encargó de imprimir y distribuir colecciones de libros (50 para las bibliotecas rurales y 1.000 para los centros urbanos) que mejorarían la vida cultural del campesinado y le proporcionarían conocimientos prácticos y productivos. Estos libros incluían desde clásicos griegos hasta libros sobre historia de México, administración del hogar y ciencia agrícola (Schoenhals, 1964: 22-43). La SEP también publicó una revista para profesores, El Maestro, en la cual se proporcionaba información sobre estilos de enseñanza, nuevas ideas en educación y reseñas de libros. Paralelamente a esta iniciativa estatal, en 1934 el sociólogo y economista Daniel Cosío Villegas creó inicialmente el Fondo de Cultura Económica en la entonces Escuela Nacional de Economía (hoy Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México), para distribuir libros a los estudiantes de economía y posteriormente como medio para distribuir una amplia gama de libros por toda América Latina.

Al institucionalizarse la Revolución Mexicana y cambiar su carácter de clase, se erosionó el interés por democratizar la cultura. Las tasas de alfabetización aumentaron, ciertamente, pero se estancaron en torno al 70%. Los sistemas de educación estatales y las bibliotecas públicas fueron incapaces de mejorar la calidad de la alfabetización. Las escuelas y las bibliotecas sufrieron una reducción de su financiamiento a medida que disminuía el compromiso con estas instituciones ante las presiones financieras que culminaron en la crisis de la deuda mexicana en 1982. Mientras lxs responsables políticos de México se deslizaban hacia los hábitos del neoliberalismo, otras corrientes de la sociedad luchaban por evitar el colapso de la atención prestada a la alfabetización. En 1986, la Dirección General de Bibliotecas inició un programa llamado Mis Vacaciones en la Biblioteca, a través del cual un millón de niñas, niños y jóvenes visitaron las bibliotecas públicas para participar en una serie de actividades sociales (Ramírez, 2011). El sistema bibliotecario mexicano se ha apoyado en este programa para realizar festivales culturales, musicales y de narración. En 1995, al amparo de la reforma educacional que siguió a la actualización curricular de 1993, la SEP creó el Programa Nacional para la Lectura, que en 2000 pasó a llamarse Hacia un País de Lectores. Uno de los pilares del programa fue la selección, producción y distribución anual de 75 libros para cada biblioteca escolar del país.

En 2008, El Programa de Fomento para el Libro y la Lectura de México creó el proyecto México Lee con el objetivo de utilizar la alfabetización como herramienta para reducir la desigualdad social y aumentar el acceso al conocimiento. Este programa se inscribe en una tradición basada en la propia historia mexicana de campañas de alfabetización y en el programa de alfabetización de adultxs Yo Sí Puedo, de la Revolución Cubana, creado en 2001 (inspirado en el programa de alfabetización cubano de 1961), que ha tenido una enorme influencia en toda América Latina. El año siguiente, en 2009, el director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, y la escritora Paloma Saiz Tejero crearon la Brigada para Leer en Libertad, con el fin de publicar libros que el público pudiera descargar gratuitamente o recoger en ferias del libro y festivales culturales. La esencia de la brigada es la alegría de leer. Como señala Paloma Saiz Tejero:

Leer abre una serie de expectativas y de conocimientos que normalmente no se tendrían; te hace mucho más crítico y te da armas para defenderte todos los días de tu vida; no te va a hacer más guapo ni más rico; esos libros que te dicen que tales cosas van a ocurrir si los lees, son pura mentira, no es así, ni siquiera te harás más inteligente; pero sí te permite tener la claridad para decidir qué quieres hacer y qué no (Vargas, 2024).

Ilustración de Othman Ghalmi (Marruecos/Vía Democrática de los Trabajadores).

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La lectura ayuda al pueblo chino a mantenerse erguido

Antes de que la dinastía Qing fuera derrocada en 1911, la mayor parte de la población china, especialmente las mujeres, era analfabeta, con una tasa de alfabetización estimada entre el 10% y el 15% a principios de siglo (Heflin, 2024). La alfabetización no experimentó grandes mejoras en los años siguientes, en gran parte debido a los conflictos que asolaron la sociedad hasta la Revolución China de 1949. No fue hasta la década de 1950 cuando la tasa de alfabetización comenzó a aumentar drásticamente, alcanzando el 57% en 1959 (Wang y Li, 1990). En 2021, la tasa de alfabetización de adultxs en China aumentó hasta el 97%, una de las más altas del mundo. Los enormes avances logrados por China en las últimas siete décadas han sido calificados como “quizá el mayor esfuerzo educativo de la historia de la humanidad” (Peterson, 1997: 3).

Estos logros fueron el resultado de las iniciativas implementadas por el Partido Comunista de China (PCCh) inmediatamente después de la revolución de 1949. En ellas se recurrió a experimentos como el Soviet de Jiangxi (1931-1934) y el Soviet de Yan’an (1936-1948) en el sudeste y el centro-norte de China, respectivamente, que aplicaron diferentes formas de campañas de alfabetización dirigidas a la alfabetización rural y de adultxs. Ambos se basaron en los esfuerzos de alfabetización de la Unión Soviética, como la campaña de erradicación del analfabetismo Likbez, que aportó notables beneficios a todas las repúblicas soviéticas a medida que empezaban a sistematizar el conocimiento de los programas de alfabetización de adultxs.1 En 1921, Vladimir Illich Lenin anunció en una conferencia sobre política económica que no habría progreso si persistía el analfabetismo. Sin alfabetización, dijo Lenin, “no puede haber política; sin ella hay rumores, chismes, cuentos de hadas y prejuicios, pero no política” (1965: 78).

Aunque es imposible resumir todo el abanico de actividades que dieron forma a la campaña de alfabetización de la Nueva China, es importante destacar tres de ellas:

  1. La palabra china para el analfabetismo es 文盲, o “ciego al texto”, aludiendo a la importancia histórica de conocer los caracteres chinos para que una persona se considere alfabetizada. Sin embargo, los más de 100.000 caracteres que componen la lengua china obstaculizaban la plena alfabetización de la sociedad. En 1955, el gobierno revolucionario creó el “Comité para la reforma de la lengua escrita china” con el fin de crear una forma manejable de avanzar en la alfabetización, como por ejemplo acortando la lista de caracteres a 1.500 para habitantes rurales y 2.000 para residentes urbanxs y líderes rurales como requisito mínimo para la alfabetización (Ross et al., 2006). En 1958, las escuelas primarias adoptaron el pinyin (la romanización estándar de los caracteres chinos) y los caracteres chinos simplificados.
  2. Al igual que en México y Rusia, la Revolución China destacó la importancia tanto de la alfabetización rural como de la de personas adultas: si no se inculcaba a los padres la importancia de la lectura y la escritura, no se fomentaría en sus hijxs el gusto por la lectura. Lin Handa, quien fue uno de los líderes más destacados de la campaña contra el analfabetismo en China, afirmó en 1955 que el aprendizaje de caracteres no debía definir la alfabetización; más bien, los objetivos finales de la campaña de alfabetización debían ser permitir al campesinado enriquecer su vida y aumentar su productividad. Según el decreto contra el analfabetismo promulgado al año siguiente, la alfabetización de lxs adultxs rurales debía basarse en los principios de “integrar la práctica” (lianxi shiji) y “aprender para aplicar” (xue yi zhi yong) (Peterson, 1997: 85).
  3. Por último, la Revolución China resaltó el papel de las bibliotecas públicas en sus programas de alfabetización. En 1949, sólo había 55 bibliotecas públicas en China. Como parte del énfasis en la democratización, la Nueva China construyó bibliotecas en las zonas rurales para el campesinado y bibliotecas en las fábricas para lxs trabajadorxs. En 1956, China había creado 182.960 salas de lectura rurales que albergaban diversos materiales (Yu, 2001; Zhixian, 2013).

Estas iniciativas permitieron a la sociedad china superar el analfabetismo. Hoy, China se enfrenta a una serie de nuevos retos, como la forma de abordar la adicción de la juventud a las pantallas y los videojuegos. En 2021, el presidente de China, Xi Jinping, anunció que su gobierno restringiría el uso de videojuegos en línea entre lxs jóvenes a tres horas semanales, las que serían reguladas tanto por la industria del videojuego como por los padres. En 2022, el presidente Xi inauguró la Primera Conferencia Nacional sobre la Lectura con un discurso en el que destacó la importancia de la lectura no solo para adquirir conocimientos, sino también para ampliar la sabiduría y cultivar las virtudes:

Desde la antigüedad, el pueblo chino ha abogado por la lectura y ha hecho hincapié en la adquisición de conocimientos mediante el estudio de la naturaleza de las cosas y la rectificación de la mente a través del pensamiento sincero. La lectura ayuda al pueblo chino a mantener el espíritu tradicional de perseverancia y a forjar su carácter de confianza en sí mismo y de autosuficiencia.

Convoco a miembrxs y funcionarixs del partido a tomar la iniciativa en la lectura y el aprendizaje, a fomentar las virtudes y los ideales y a mejorar las capacidades. Espero que toda nuestra niñez tenga el hábito de leer, disfrute de la lectura y crezca de forma sana. Deseo que todo nuestro pueblo se dedique a la lectura y contribuya a crear una atmósfera en la que todos amen la lectura, tengan buenos libros para leer y aprendan a sacar provecho de ella (2022).

Ese mismo año se abrió al público la Biblioteca de Shanghái (Sucursal Este). Justo enfrente del Century Park, en el distrito de Pudong. Esta biblioteca bulle de actividad todos los días, pero especialmente los domingos por la tarde. En muchas de las naciones más pobres del Sur Global, sería habitual ver a niñxs jugando en la calle a esa hora. En el Norte Global, tal vez lxs niñxs estarían en casa, con los ojos pegados a los píxeles de una pantalla. En Shanghái, juntan pilas de libros, a veces sentados en el regazo de una madre o un padre o un abuelo, pasando con entusiasmo de una página a otra.

Una pequeña pero destacada sección de la biblioteca está dedicada a la literatura marxista. Las estanterías están ordenadas cronológicamente: Karl Marx y Friedrich Engels, Mao Zedong, Deng Xiaoping, Xi Jinping. La sección más memorable de la biblioteca es la infantil, repleta de filas y filas de coloridos libros infantiles, con sofás, mesas y cabinas que invitan a sentarse y leer. Aquí es donde las personas mayores, niñas y niños por igual, vienen a ejercer su derecho a leer (consagrado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948). La lectura, en esta tradición, es una actividad decididamente social que ayuda a desarrollar la empatía y la capacidad cognitiva, especialmente entre la juventud, y conecta a las personas con su historia, su cultura, su lengua y sus antepasados.

Ilustración de Junaina Muhammed (India/Young Socialist Artists [Jóvenes Artistas Socialistas]).

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El aroma de los libros en Kerala (India)

Kerala, un estado situado en el suroeste de la India con una población aproximada de 33,4 millones de habitantes, está gobernado por el Frente Democrático de Izquierda, cuyo principal partido es el Partido Comunista de la India (Marxista) o PCI(M) (Consejo de Planificación Estatal, 2025). Al llegar a cualquier pueblo o ciudad del estado, se puede ver una biblioteca pública llena de personas que buscan libros prestados o que se sientan a leer en una mesa. Hay más de 9.000 bibliotecas públicas en Kerala, donde perdura la tradición de la lectura gracias a la presencia activa del movimiento comunista.

En la década de 1920, durante el movimiento para derrotar al imperialismo británico, el nacionalismo indio anticolonial incluyó en su programa la importancia de la alfabetización. Uno de los instrumentos para una campaña de alfabetización fue la biblioteca pública, que ya se había convertido en una parte importante del programa de desarrollo en los estados de la India gobernados por príncipes más liberales (como en Baroda, ahora conocida como Vadodara). Lo interesante de la historia del movimiento bibliotecario en la India es que muchos de sus pioneros fueron grupos de amigos que pusieron en común sus libros y periódicos para crear pequeñas bibliotecas en sus pueblos y ciudades. Por ejemplo, Puthuvayil Narayana Panicker, conocido como el padre del movimiento bibliotecario de Kerala, recordaba cómo, después de que consiguiera suscribirse a un periódico, opción limitada en gran medida a los ricos, se reunían en su casa unas ocho personas y le pedían que les leyera en voz alta. “Yo les leía biografías de grandes hombres en los días en que no había periódico”, decía. “Un amigo mío estaba suscrito a otros dos periódicos y tenía una pequeña colección de libros. Juntando estos libros y periódicos en una pequeña habitación, cedida gratuitamente para este fin, creamos una pequeña biblioteca” (Liang y Gupta, 2014: 54-55). Hay miles de historias similares. Muchas de estas bibliotecas pasaron más tarde a formar parte del sistema bibliotecario estatal, del cual se benefician en gran medida gracias a la provisión de recursos. Estas pequeñas bibliotecas siguen siendo el anclaje del movimiento bibliotecario en Kerala —donde se concentra y comenzó el movimiento bibliotecario— y en otras partes de la India.

El Grama Panchayat2 Mayyil, por ejemplo, con una población de más de 29.000 personas, es uno de los 93 gobiernos locales de Kannur, el distrito con mayor número de bibliotecas de Kerala. Esta localidad cuenta con 34 bibliotecas afiliadas al Consejo de Bibliotecas del Estado de Kerala. Esto significa que hay casi una biblioteca por kilómetro cuadrado, cada una con capacidad para unas 872 personas. Se trata de una densidad extraordinaria para cualquier parte del mundo. Estas bibliotecas están bien financiadas por el estado, equipadas con computadoras y un catálogo unificado, y dotadas de bibliotecarixs bien formadxs que son un recurso comprometido y disponible para toda la comunidad.

Cada una de estas bibliotecas tiene una historia. Muchas de ellas llevan el nombre de activistas sociales como líderes nacionalistas o comunistas. Estos son algunos ejemplos en Kannur:

  • Sala de Lectura Pública Velam (Velam Potujana Vaayanashaala), en Mayyil.3 En 1934, Ishwaran Namboothiri, miembro del Congreso Nacional Indio, llegó al panchayat de Mayyil para promover la lengua hindi entre los aldeanos. Construyó un pequeño cobertizo para su escuela, que con el tiempo se convirtió en una biblioteca que actualmente cuenta con 18.000 libros.
  • Sala de Lectura Pública de Paral (Paral Potujana Vaayanashaala), en Thalassery. En 1934, una joven de 16 años llamada Kaumudi donó sus joyas de oro a Mohandas Karamchand Gandhi como contribución al movimiento por la independencia del dominio imperial británico. El dinero del oro se utilizó para financiar la creación de la biblioteca, que ahora incluye un archivo de la historia del distrito.
  • S. J. M. Sala de Lectura y Biblioteca Nacional (S. J. M. Vaayanashaala y Desheeya Granthaalayam), en Kandakkai. Durante los movimientos de reforma social del siglo XIX en Kerala, un hombre llamado Sree Jathaveda Guru fue a Kandakkai para enseñar a lxs aldeanxs de la zona la necesidad de luchar y trascender las jerarquías de castas y la discriminación. Como parte de esta labor, Guru creó una pequeña biblioteca que desde entonces ha crecido hasta albergar una colección de más de 10.000 libros.
  • C. Madhavan (C. Madhavan Smaaraka Vaayanashaala), en Pinarayi. La primera conferencia del Partido Comunista de la India en Kerala se celebró en secreto en Pinarayi en 1939. Dos décadas después, la organización juvenil progresista Sree Narayana Aashrita Yuvajana Sangham creó la Biblioteca C. Madhavan Memorial, que lleva el nombre del activista social. Miles de libros se recogen y almacenan aquí cada año mediante un sistema local de donaciones. Ese espíritu comunitario se ha extendido: ahora, cuando se construye una nueva vivienda en la zona, se planta un árbol frutal cerca en nombre de la biblioteca.
  • Sala de Lectura y Biblioteca de Kulappuram (Kulappuram Vaayanashaala y Granthaalayam), en Ezhome. En la década de 1950, los tejedores del pueblo de Ezhome construyeron una sala de lectura llamada Young Men’s Club [Club de Jóvenes]. Esa sala de lectura es ahora una biblioteca climatizada de tres plantas con un espacio para actos públicos, un gran parque infantil y un huerto. La biblioteca también ofrece servicios sociales únicos, como entregas de libros y clases de conducción de motocicletas para mujeres, ayudando a más de un centenar a obtener el permiso de conducir. En 2008, la biblioteca se asoció con profesionales de la salud del Colegio Médico Gubernamental de Kannur, en Pariyaram, para visitar 700 hogares del pueblo. Médicxs y bibliotecarixs visitaron cada hogar de la zona para recopilar información de salud y proporcionar información sobre los servicios municipales.
  • Homeland Upliftment Reading Hall y la Biblioteca Pública (Deshoddhaarana Vaayanashaala y la Biblioteca Pública), en Chala. Situada al borde de un palmeral, esta modesta biblioteca fue fundada en los años 60 por campesinxs que se ganaban la vida enrollando beedi (cigarrillos enrollados a mano muy populares entre lxs trabajadorxs del subcontinente indio), tejiendo telas y realizando diversas formas de trabajo asalariado diario. Estxs campesinxs juntaron su dinero para construir un lugar de lectura y reflexión. Hoy, la biblioteca cuenta con unos 9.000 libros.
  • Sala pública de lectura conmemorativa de Thaliyan Raman Nambiar (Thaliyan Raman Nambiar Smaaraka Potujana Vaayanashaala), en Kavumbayi. El destacado activista Thaliyan Raman fue detenido durante una rebelión campesina en Kavumbayi en 1946 y asesinado por la policía en una matanza en la cárcel de Salem cuatro años después. En 1962, lxs campesinxs locales construyeron esta biblioteca en su honor.
  • Biblioteca Avon (Karivellur). Lo que comenzó siendo el Club Avon se convirtió en 1973 en la Biblioteca Avon, que hoy alberga 17.574 libros y cuenta con 619 socixs. Esta biblioteca realiza lecturas para la infancia, proyecciones de películas y entrega libros a personas adultas mayores en sus domicilios. Un grupo de historia local de la biblioteca ha sido la incubadora de dos tesis de historia escritas por académicos locales.

Durante la pandemia, la infraestructura del movimiento bibliotecario fue clave para mantener a salvo a las comunidades y permitir que lxs estudiantes continuaran su educación. Un ejemplo notable es el proyecto NetWork, que comenzó en Kannur con el objetivo de promover el desarrollo social en las regiones adivasi (tribales) del distrito. El proyecto fue dirigido por el Dr. V. Sivadasan, político del PCI(M) y miembro de la Rajya Sabha (cámara alta del parlamento indio). Pronto se convirtió en parte integrante de la Misión Popular para el Desarrollo Social (PMSD), una fundación dependiente del Consejo de Bibliotecas del Distrito de Kannur, con el Ministro Principal de Kerala, Pinarayi Vijayan, como principal patrocinador y Sivadasan como presidente. El PMSD se comprometió a ayudar a crear una biblioteca en cada distrito (la división electoral más pequeña del sistema administrativo indio). Como parte de esta iniciativa, el PMSD colaboró con la Universidad de Kannur y el Consejo de Bibliotecas de Kerala para organizar el primer Congreso de Bibliotecas de la India en enero de 2023, en el que participaron medio millón de personas. Para preparar el congreso, lxs organizadorxs celebraron 1.500 seminarios sobre diversos temas. Entre ellos había 3.000 bibliotecarixs, a los que se sumaron empleadxs de las instituciones locales de autogobierno, funcionarixs, cooperativistas, estudiantes, profesorxs y otros.

El Congreso de Bibliotecas Indias se ha convertido en un acontecimiento anual que se celebra en distintos estados de la India para promover las siguientes ideas:

  1. Debe haber bibliotecas en el mayor número posible de localidades y éstas deben ser repositorios no sólo de libros, sino también de la tecnología más avanzada posible.
  2. Estas bibliotecas deben crearse no sólo en zonas urbanas, sino también en zonas rurales y remotas, como las colinas de Wayanad, en el noreste de Kerala.
  3. Las bibliotecas deben convertirse en un espacio público importante y activo para la comunidad, así como en incubadoras para el desarrollo cultural y centros para la organización y/o sedes de actividades como proyecciones de películas, deportes, ferias de arte, festivales y clases de formación profesional. Junto a estas bibliotecas deben establecerse centros de salud y clases de ciencias (Mohandas y Manu, 2024).

El movimiento bibliotecario lo construyen trabajadoras y trabajadores corrientes. Entre ellos se encuentra Rajan V. P., de Payyannur Annur, trabajador de una fábrica de beedi con estudios de sexto grado. Al comenzar a trabajar desde muy joven en una fábrica de beedi, Rajan quedó impresionado por la práctica de lxs trabajadorxs de turnarse para leer en voz alta el periódico antes del almuerzo y una novela después. Esta costumbre también se encuentra en los talleres de habanos. La lectura inspiró a Rajan a continuar sus estudios, lo que le permitió conseguir un nuevo trabajo como empleado en un banco cooperativo cercano a su hogar. Para 2008, Rajan ya era gerente del banco. Ese mismo año, fundó la Biblioteca Popular y Sala de Lectura, que se ha transformado en un centro vital de la vida cultural de la ciudad.

Otra figura clave del movimiento bibliotecario es Radha V. P. (de 60 años), una trabajadora de beedi con educación hasta séptimo grado, que asumió la responsabilidad de ser jefa de su hogar a una edad temprana. Desde joven, comenzó a leer la revista semanal del PCI(M), Deshabhimani, y a escribir cartas a lxs editorxs, comentando sus historias y poemas. En 2002, Radha pasó a formar parte del Proyecto de Distribución de Libros para Mujeres y Personas Mayores de la Biblioteca Jawahar (Vanitha-Vayojana Pusthaka Vitharana Paddhathi), también conocido como la biblioteca móvil, que había comenzado el año anterior, para llevar libros directamente a los hogares de lxs lectorxs, especialmente a mujeres y personas mayores. Su imagen, llevando libros a cada casa después de su jornada laboral, con un registro de la biblioteca en una mano y una bolsa llena de libros al hombro, pronto se convirtió en un motivo de alegría para la comunidad. En 2018, completó el décimo grado y aprobó el examen estatal que le permitió calificar para continuar con la educación superior. Sin embargo, incluso mientras estudiaba y trabajaba, su compromiso con la biblioteca nunca disminuyó. “Este es un trabajo que amo profundamente”, afirma. “Nunca sentí que la bolsa pesara, porque el aroma de los libros siempre me daba una inmensa felicidad”. (Rajeeb, 2022).

Trabajadorxs como Rajan y Radha encarnan la iniciativa humana que hay detrás del floreciente movimiento bibliotecario en todo Kerala.

Ilustración de Salvatore Carleo (Italia/Potere Al Popolo! [Poder al pueblo!]).

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El Día de los Libros Rojos de Japón a la luna

El 21 de febrero de 2019, la Sociedad de Editoriales de Izquierda de la India, un grupo de editores afiliados al PCI(M), inició lo que pronto se conocería como el Día de los Libros Rojos. Este evento, que conmemora el aniversario 171 de la publicación de El Manifiesto Comunista y el Día Internacional de la Lengua Materna, busca rescatar la vida colectiva sobre una base laica, cultural y socialista. El Día de los Libros Rojos pronto captó el interés de editores de todo el mundo y en 2020 ya lo celebraban más de 30.000 personas desde Corea del Sur hasta Cuba (Tricontinental, 2020). En 2024, el Día de los Libros Rojos contaba con más de un millón de participantes en actos celebrados desde Indonesia hasta Chile (medio millón de ellos solo en Kerala) (Narayanan et al., 2024).

En 2020, el primer año en que la celebración trascendió las fronteras de la India, integrantes de organizaciones campesinas y sindicatos colocaron círculos de sillas de plástico en las carreteras de pequeñas aldeas de Tamil Nadu para debatir sobre El Manifiesto Comunista. Mientras tanto, en los asentamientos del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, las personas se reunieron y se turnaron para leer en voz alta durante las festividades del Carnaval. En las montañas de Nepal, el sindicato de trabajadores agrícolas reflexionó sobre sus propios libros rojos, mientras que las comunidades campesinas sin tierra de Tanzania discutieron la importancia de la alfabetización.

Cuatro años más tarde, la Feria del Libro de La Habana (Cuba), que duró diez días, reservó el 21 de febrero para una serie de actos especiales del Día de los Libros Rojos. En Kerala, Chemm Parvathy produjo un vídeo del Día de los Libros Rojos en el que aparecía bailando en los mercados y talleres de Trivandrum al son de la versión francesa de La Internacional.  La canción culmina con Chemm Parvathy en la playa sosteniendo una bandera comunista, con el sol rojo tras ella en el horizonte. Junto a su vídeo se presentó una serie de carteles originales diseñados por artistas de todo el mundo para conmemorar el día y animar a más personas a organizar lecturas y actuaciones en sus localidades.

Para preparar la primera celebración internacional del Día de los Libros Rojos en 2020, la Sociedad de Editoriales de Izquierda de la India convocó reuniones de editorxs de todo el mundo. Estos encuentros condujeron a la creación de la Unión Internacional de Editoriales de Izquierda (UIEI), que ahora agrupa a 45 editoriales (s.f). La UIEI se fundó no sólo para promover el Día de los Libros Rojos, sino más ampliamente para proporcionar una plataforma a lxs editorxs de izquierda para defenderse de los ataques de la derecha y hacer avanzar las ideas racionales y socialistas. La UIEI ha lanzado varios libros en colaboración el mismo día en varios idiomas, desde el rumano hasta el indonesio (incluso sobre los escritos del Che Guevara y para conmemorar la Comuna de París). También ha publicado declaraciones para defender a autorxs y editorxs cuando han sido atacadxs.4

El movimiento bibliotecario ha celebrado actos del Día de los Libros Rojos en bibliotecas públicas de todo Kerala, donde trabajadorxs culturales han cantado y actuado mientras cientos de miles de personas elevaban su espíritu con la racionalidad y la promesa del socialismo.

El Día de los Libros Rojos forma parte de una lucha cultural más amplia para defender el derecho a escribir, publicar y leer libros rojos, así como para combatir las ideas oscurantistas contemporáneas que subvierten la razón. La esperanza es que este día trascienda la UIEI y se convierta en una fecha clave en el calendario de las fuerzas progresistas. Personas y organizaciones que van más allá de los circuitos de la UIEI y de las corrientes de izquierda se han apropiado del Día de los Libros Rojos, transformándolo en una fuerza propia y en un hito del calendario progresista. Para finales de la década, esperamos que más de diez millones de personas participen en el Día de los Libros Rojos.


En la década de 1930, las mujeres de las granjas colectivas de Georgievsky, en el Cáucaso Norte, escribieron una carta al gobierno soviético. “Por supuesto, debemos estudiar para administrar adecuadamente las grandes granjas”, escribieron. Queremos estudiar todo el invierno, aprender a leer y escribir, y estudiar los fundamentos del conocimiento político y de la agricultura científica. “Necesitamos más libros y cuadernos, porque el deseo de estudiar es muy grande entre las mujeres”. Una de estas mujeres, Fekla Golovchenko (de casi 50 años), añadió: “Si no recibo una educación adecuada, no podré dirigir mi brigada”. La educación, dijeron las mujeres, “ya no es un lujo. Es una necesidad absoluta, como el agua para un sediento” (Serebrennikov, 1937: 81).

Las palabras de las mujeres Georgievsky se hacen eco de las de Paloma Saiz Tejero, de la Brigada para Leer en Libertad, que nos dijo:

Un pueblo que lee es un pueblo constructor de pensamiento crítico, un promotor de utopías. Un pueblo que conoce su historia y se apodera de ella, se sentirá orgulloso de sus raíces.
La lectura socializa, comparte experiencias e informaciones.
Los libros nos permiten entender la razón que nos constituye, nuestra historia y hacen crecer nuestra conciencia más allá del espacio y el tiempo que fundamenta nuestro pasado y presente.
La lectura genera mejores ciudadanxs. Gracias a los libros aprendemos a creer en lo imposible, a desconfiar de lo evidente, a exigir nuestros derechos y a cumplir con nuestros deberes.
La lectura influye en el desarrollo personal y social de los individuos y sin ella no hay sociedad que pueda progresar.


Ilustración de Ingrid Neves (Brasil/Instituto Tricontinental de Investigación Social).

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Notas

1Aunque no se analiza en profundidad en este dossier, la Unión Soviética constituyó un ejemplo para el resto del mundo por sus campañas de alfabetización. Las estadísticas de la alfabetización soviética no cuentan toda la historia, que es la historia de cómo los soviéticos fueron capaces de derrotar el azote del analfabetismo tan rápidamente. Por ejemplo, los soviéticos crearon cabañas de lectura (izby-chital’ny) en las zonas rurales del antiguo Imperio zarista y “yurtas rojas” (tiendas de campaña) en las estepas en las que alojaban unidades médicas y equipos de alfabetización. Esta historia no ha sido debidamente contada.

2Panchayat [Consejo de pueblo] es una estructura democrática a nivel de base para el gobierno de las aldeas en India.

3

En malayalam, la lengua hablada en Kerala, granthaalayam significa biblioteca, mientras que vaayanashaala significa sala de lectura, un lugar donde las personas pueden sentarse y leer, algunas de las cuales son pequeñas habitaciones que sólo tienen algunos periódicos y revistas, pero muy pocos o ningún libro. Sin embargo, a veces vaayanashaala también se utiliza para referirse a una biblioteca. Todas las instituciones enumeradas aquí tienen una biblioteca y un espacio para la lectura, como es el caso de la mayoría de las bibliotecas de Kerala.

Los nombres que figuran aquí entre paréntesis son los nombres oficiales de las bibliotecas. Algunos de estos nombres incorporan palabras en malayalam y en inglés. La escritura del malayalam es fonética, lo que implica que las palabras se pronuncian como se escriben. Pero con el paso del tiempo, las palabras en malayalam se han transliterado al inglés con grafías que dan una idea inexacta de cómo deben pronunciarse. Aquí hemos utilizado grafías que se acercan lo más posible a la forma en que se pronuncian las palabras en malayalam. En el caso de los nombres propios, se han mantenido las grafías estándar más utilizadas, incluso cuando sus transliteraciones no reflejan la pronunciación real.

4Una lista completa se encuentra disponible en el Instituto Tricontinental de Investigación Social, “Libros”: https://thetricontinental.org/es/libros/.

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