Vijay Prashad
Historiador, periodista y editor indio. Director del Instituto Tricontinental de Investigación Social y editor en jefe de Left Word Books (Nueva Delhi)

 

Pasado y presente

Glasgow en Escocia, Reino Unido, fue una vez la segunda ciudad más importante del Imperio Británico. Los viejos muelles a lo largo del río Clyde recibían los barcos que venían de Bengala transportando yute para los molinos de Dundee y también allí llegaban de las Américas trayendo las riquezas ganadas con el comercio de seres humanos reducidos a la esclavitud. Los viejos edificios de la ciudad guardan aún la evidencia de esas riquezas, mientras que las historias de la rebelión obrera de 1919 (the Red Clydeside, el Clydeside rojo) están enterradas bajo las losas de la Plaza de San Jorge junto con los recuerdos de los yuteleros indios y los esclavizados africanos trabajadores de la caña de azúcar. Ese viejo muelle se cerró hace un tiempo y su tierra se recuperó para construir el Centro de Exposiciones de Escocia. Fue en este enorme castillo de vidrio y acero donde la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), establecida en 1994, celebró su Conferencia de las Partes número 26 (COP 26).

La agenda de la COP 26 se estableció mucho antes de que los aviones que transportaban a los líderes mundiales llegaran al aeropuerto de Glasgow. El estado de ánimo fue captado por el Secretario General de la ONU, António Guterres, el primer día de la cumbre: “las sirenas están sonando. Nuestro planeta nos habla y nos dice algo. Y también la gente en todas partes»[1]. Lo que Guterres no admitió es que la gente no habla con una sola voz. En el interior de la COP 26 oficial -junto al Scottish Exhibition Centre y los restaurantes y hoteles que lo rodean- los líderes gubernamentales, sus camarillas de asesores y un ejército de ejecutivos corporativos y cabilderos intentaron adoptar un lenguaje plagado de preocupaciones mientras se ocupaban de los negocios y de asegurar el statu quo para los principales contaminadores del mundo: las empresas del petróleo y el gas, sin duda; pero también, las principales fuerzas militares del Norte global. Sus preocupaciones parecían menos evidentes en relación con el futuro de la gente de los pequeños estados insulares o sobre las especies en extinción; y más presentes en la creación de mecanismos para obtener grandes sumas del dinero público para modernizar el capitalismo. Así, hubo pocos recursos para el Fondo Verde para el clima hacia una transición justa en el Sur global; pero muchos apretones de manos para asegurar la inversión de los gobiernos para la revitalización de sectores de la economía mundial que no solo son contaminadores sino que incluso utilizan fuentes de energía y maquinarias que son casi obsoletas y no competitivas respecto de las nuevas tecnologías que se están desarrollando en lugares como China.

Así, «también [habla] la gente en todas partes», dijo el Secretario General Guterres, pero las voces de la gente no se escucharon mucho dentro de la COP 26 oficial. Para escuchar a los pueblos había que salir de la llamada «Zona verde» del Centro de Exposiciones de Escocia y caminar hasta el área delimitada entre el río Clyde y St. George’s Cross, hasta la Cumbre de los Pueblos. Organizada por la Coalición COP 26 -una articulación de organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y campañas- la cumbre popular celebró durante varios días decenas de debates y discusiones en una guardería, un centro multicultural, un centro sindical y una casa de arte. Ningún líder de los gobiernos se tomó el tiempo de asistir a estas reuniones, ni siquiera se acercaron representantes de las Naciones Unidas. En cumbres anteriores se esperaba que el cubano Fidel Castro dejara el aire viciado de la reunión oficial y pasara tiempo con los representantes de los pueblos. En la Conferencia Mundial contra el Racismo de las Naciones Unidas, en 2001, Castro fue el único líder mundial en recibir una ovación de pie tanto en la cumbre oficial como en la cumbre popular. En  este caso, sin embargo, la distancia entre las dos cumbres fue significativa. La oficial fue ocupada en gran medida por la agenda corporativa, mientras que la de los pueblos levantó todas las voces pero con poco poder para influir en las negociaciones intergubernamentales.

 

Carbón y Finanzas

En la COP oficial, el debate se centró en el uso del carbón y sus efectos contaminantes; obviando todas las otras fuentes de energía que producen los llamados gases de efecto invernadero. Desde el primer día quedó claro que los países occidentales querían culpar a India y China del inevitable fracaso de las negociaciones. La mayoría de los países occidentales utilizan fuentes de energía distintas de la del carbón, como el petróleo y el gas natural, pero que también contribuyen a las emisiones de dióxido de carbono. Al plantear el debate sobre el carbón se sugirió que los grandes contaminadores del planeta no están en Occidente sino en Asia. Pero, incluso, esta acusación pasó por alto la maniobra real que tuvo lugar dentro de la COP oficial. El ministro de Medio Ambiente de la India, Bhupendra Yadav, intervino en el último minuto para cambiar la redacción del texto final reemplazando la palabra «eliminar» por «eliminar gradualmente» el carbón. Pero la India no fue el primero en plantear esta moderación de un texto inicialmente mucho más ambicioso. Unos días antes, en una declaración conjunta sobre el clima, adoptada por Estados Unidos y China, ya se había utilizado la frase «reducción gradual». China, India y Estados Unidos son los mayores consumidores de carbón del mundo. «Hay que reducir gradualmente el carbón antes de poder acabar con el carbón», dijo John Kerry, enviado climático de Estados Unidos. Hubo unanimidad en esta posición, aunque la versión general en Glasgow fue que solo China e India hicieron retroceder un acuerdo más ambicioso hasta el punto de la «eliminación gradual».

Una mirada más cercana a las negociaciones de la COP 26 muestra que Estados Unidos y otros países occidentales querían enfocarse en el carbón para no tener que lidiar con un debate más amplio sobre la eliminación gradual de todos los combustibles fósiles. Los hechos hablan por sí mismos: cuatro de los principales emisores de dióxido de carbono del mundo (Estados Unidos, Canadá, Australia y Arabia Saudita) tienen emisiones per cápita un 300% más altas que el promedio mundial, y Estados Unidos emite un 333% por encima del promedio mundial. China, mientras tanto, tiene una emisión de carbono per cápita de solo un 52% por encima del promedio mundial, mientras que India está un 60% por encima del promedio mundial. De esta manera, de la comparación entre los tres países, resulta evidente que las emisiones per cápita de China son sólo el 46% de las de EE. UU.; y las de India solo un 12% de las de EE. UU. Sin embargo, nada de esto estuvo sobre la mesa en las discusiones oficiales de la COP 26, donde la carga del fracaso quiso hacerse recaer directamente sobre India y China.

El 15 de noviembre, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, dijo que ese país «concede gran importancia a la transición energética»; pero que, para ello, es necesario que algunos temas se pongan sobre la mesa. En primer lugar, no se puede producir una transición energética sin la conciencia de que «no todo el mundo tiene acceso a la electricidad y el suministro de energía no es el adecuado». En este sentido, cortar el carbón mañana condenaría a miles de millones de personas a una vida sin electricidad; alrededor de mil millones de personas aún no tienen conexión eléctrica, la mayoría de ellas viviendo en el Sur Global. En segundo lugar, Zhao dijo: «alentamos a los países desarrollados a que tomen la iniciativa para dejar de usar carbón y, al mismo tiempo, proporcionen un amplio apoyo financiero, tecnológico y de creación de capacidad para la transición energética de los países en desarrollo». Los países desarrollados habían acordado financiar el Fondo Verde para el Clima por una suma de 100 mil millones de dólares por año, pero las cantidades reales desembolsadas han sido mucho menores. En la COP 26 no se llegó a un acuerdo sobre esta financiación. «Necesitamos acciones concretas», dijo Zhao, «más que consignas».

 

 

La Cumbre de los Pueblos

A solo unas cuadras de los grandes salones de la cumbre oficial, los movimientos populares, organizaciones indígenas, sindicatos, grupos de jóvenes, grupos de migrantes, organizaciones ambientalistas y muchos más se reunieron como parte de la Cumbre Popular por la Justicia Climática del 7 al 10 de noviembre. Su mensaje era simple: las corporaciones y sus gobiernos dóciles no harían el trabajo, por lo que la gente necesita encontrar una manera de establecer la agenda «para el cambio de sistema». Los más de 200 eventos organizados como parte de la Cumbre de los Pueblos abordaron una variedad de temas, desde el papel del militarismo en las emisiones, hasta la construcción de un Nuevo Acuerdo Verde global e incluso la celebración de un Tribunal Popular para llevar a juicio a la ineficaz CMNUCC[2].

Los sentimientos en la Cumbre de los Pueblos oscilaron entre la emoción por estar juntos en las calles después de casi dos años de confinamiento debido a la COVID-19, hasta el temor por la inminente desaparición de los estados insulares bajos. Los participantes de Tuvalu y Barbados hablaron sobre el impacto de la inacción del Norte global al ver desaparecer sus islas, inundar sus hogares y desvanecerse su presente. «¿Por qué nos pides que nos comprometamos con nuestras vidas?» preguntó Mitzi Jonelle Tan, una activista climática de Filipinas y portavoz de Fridays for Future.

Por otra parte, en el marco de esta cumbre de los pueblos, sesionó el Tribunal Popular sobre la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), uno de los hitos más importantes de este espacio. El mismo concluyó pidiendo la disolución de la CMNUCC y su reconstitución desde cero como un Foro Climático que no permita que sean los propios contaminadores los que tomen las decisiones para afrontar la crisis climática. Este Foro Climático recién constituido exigiría una financiación significativa para una transición verde, particularmente para los países del sur global, así como el fin del saqueo de los recursos naturales y las guerras de agresión.

 

Pendiendo de un hilo: el futuro, el presente

Al final de la COP 26, el secretario general de la ONU, Guterres, dijo “nuestro frágil planeta está pendiendo de un hilo. Seguimos llamando a la puerta de la catástrofe climática. Es hora de pasar al modo de emergencia”. Esta misma frase podría haber sido pronunciada después de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 (celebrada en Río de Janeiro, Brasil); o en la reunión de 1997 en Kioto para conformar la CMNUCC; o en la COP 15 de 2009 (celebrada en Copenhague, Dinamarca); o en la COP 21 de 2015 (celebrada en París, Francia), de estas tres últimas conferencias surgieron el Protocolo de Kioto, el Acuerdo de Copenhague y el Acuerdo de París.  Cada una de estas palabras se escribieron en una página mientras las emisiones de carbono continuaron y continúan saliendo de una civilización controlada por la propiedad corporativa.

Asad Rehman, director de la organización War On Want y uno de los organizadores de la Cumbre de los Pueblos, se dirigió a la presidencia de la COP 26 con palabras que aún resuenan más allá de Glasgow: “Los ricos se han negado a hacer lo que les corresponde, más palabras vacías sobre el financiamiento climático. Ustedes les han dado la espalda a los más pobres que enfrentan una crisis por la COVID-19 y un apartheid económico y climático por las acciones de los más ricos. Es inmoral que los ricos hablen sobre el futuro de sus hijos y nietos, cuando los hijos del Sur global están muriendo ahora”[3]. Esos, nuestros niños de África, Asia, y América Latina, no tienen futuro pero tampoco tienen presente; 2,7 mil millones de personas no pueden comer hoy en el mundo. Para el Sur global éste no es un problema del futuro, sino presente y urgente.

 


Referencias

[1] Ver https://www.onu.org.mx/basta-de-tratar-a-la-naturaleza-como-si-fuera-un-retrete-guterres-hace-un-duro-llamado-a-la-accion-climatica-en-glasgow/

[2] Sobre los movimientos y acciones en la cumbre popular ver  el Boletín N° 45 “¿Por qué nos piden que transemos nuestras vidas?” del Instituto Tricontinental de Investigación social, disponible en https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/tribunal-de-los-pueblos/. Pueden consultarse también los Boletines N° 44 “¿Permitirá la gente con armas que nuestro planeta respire?” y N° 46 “En nombre de la salvación del clima, quieren uberizar la agricultura” disponibles también en la página web del Instituto: https://thetricontinental.org/es/boletin-de-noticias/

[3] Traducción propia de “The rich have refused to do their fair share, more empty words on climate finance. You have turned your backs on the poorest who face a crisis of Covid, economic and climate apartheid because of the actions of the richest. It is immoral for the rich to talk about the future of their children and grandchildren when the children of the Global South are dying now”, disponible en https://allafrica.com/stories/202111250031.html