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DossiersNº 87

El espíritu de Bandung

En 1955, reunidos por un espíritu común de liberación nacional y cooperación, los líderes de las antiguas colonias del Sur Global se reunieron en Bandung, Indonesia. ¿Queda algún rastro de ello 70 años después?

Las ilustraciones en este dossier rinden homenaje a la Conferencia de Bandung, donde diversos pueblos, naciones y proyectos políticos, cada uno siguiendo su propia trayectoria u órbita, se unieron, gravitando en torno a una lucha compartida por construir un mundo más allá del colonialismo. Líderes y naciones anticoloniales fueron convocados por el espíritu de Bandung, representado por un hílo amarillo que teje las páginas de este dossier. Desde las aspiraciones de liberación nacional de esa época, hoy emergen nuevos hilos, nuevas trayectorias y un nuevo estado de ánimo en el Sur Global.


Hace siete décadas, en 1955, los jefes de gobierno de 29 países africanos y asiáticos, junto con representantes de las colonias que aún no habían alcanzado su independencia, se reunieron en Bandung (Indonesia) para celebrar la Conferencia Asiático-Africana. Este evento marcó uno de los momentos más importantes del proceso de descolonización. Fue un encuentro histórico, ya que por primera vez representantes de cientos de millones de personas del Tercer Mundo se congregaron para debatir sobre el vasto proceso social conocido como descolonización y evaluar sus implicaciones. Sukarno (1901-1970), presidente del gobierno de Indonesia y anfitrión de la conferencia, la inauguró con un discurso que reflejaba las aspiraciones de quienes lo organizaron. Expresó que deseaba que la conferencia “sirviera de guía a la humanidad” y que esta guía “indicara el camino hacia la seguridad y la paz”. Estos líderes no solo celebraron la independencia de la India (1947), la Revolución China (1949) y la transición de poder en la Costa de Oro (1951), que llevaría a la creación de una Ghana libre (1957), sino que también buscaron “dar testimonio del nacimiento de una Nueva Asia y una Nueva África” (1955: 19-29).

Roeslan Abdulgani (1914-2005), colaborador de Sukarno, fue el secretario general de la Conferencia de Bandung. Durante y después de la conferencia, comenzó a hablar de un “Espíritu de Bandung”, que describió como “el espíritu del amor por la paz, la no violencia, la no discriminación y el desarrollo para todos, sin intervención indebida, sino con un profundo respeto mutuo” (1964; 1981: 89). Este espíritu no era idealista; tenía una base material arraigada en las luchas por la libertad de los pueblos colonizados, un proceso que la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) describió cinco años después como “irresistible e irreversible” en la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales.1

El espíritu de Bandung surgió de las luchas de masas contra el colonialismo y fue adoptado por activistas anticoloniales en encuentros como el Sexto Congreso Democrático Internacional por la Paz en Bierville, Francia (1926) y el Primer Congreso Internacional contra el Colonialismo y el Imperialismo en Bruselas, Bélgica (1927). Abdulgani reflexionó más tarde que quienes participaron en estas conferencias compartían “el mismo espíritu apasionado y hablaban con una voz resonante: la voz de sus pueblos, colonizados, oprimidos y humillados” (1981: 11). El Espíritu de Bandung representaba la voz de cientos de millones de personas que habían vivido bajo el dominio colonial y que alzaban su voz contra los horrores del colonialismo, al tiempo que expresaban su esperanza en un mundo nuevo.

Sin embargo, por diversas razones, en gran parte impulsadas por la presión de la estructura neocolonial que persistió incluso después del fin del dominio colonial formal, el Espíritu de Bandung se desvaneció. Solo quedó la nostalgia. Las generaciones nacidas después de la era colonial ya no conservaban la memoria viva de las largas y difíciles luchas anticoloniales. El programa de liberación nacional se erosionó dentro de estas estructuras neocoloniales. Mientras campesinas, campesinos y trabajadoras y trabajadores de la era poscolonial comenzaron a ver a sus propias clases dirigentes como el problema, en lugar de identificar como el enemigo la estructura colonial heredada.

Setenta años después de la Conferencia de Bandung, cabe preguntarse si el Espíritu de Bandung permanece intacto, aunque sea como una bruma etérea en el Sur Global. Este es el objetivo de este dossier, un ensayo ampliado que plantea algunas provocaciones más que el resultado de un programa de investigación a largo plazo. Esperamos que éstas generen discusión y debate.


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Parte I: El significado del espíritu de Bandung

Intrusos en un mundo oriental

Entre el 5 de octubre y el 14 de diciembre de 1953, el vicepresidente de Estados Unidos Richard Nixon realizó una extensa gira por Asia, visitando 14 países de la región (desde Japón hasta Irán) y dos países en su periferia (Australia y Nueva Zelanda). Nixon viajó con varios objetivos clave: tranquilizar a los aliados de Estados Unidos por el armisticio firmado en la península coreana en julio; evaluar la posición de su país en Indochina, donde ya había asumido la mayor parte del financiamiento militar de Francia y más tarde asumiría un papel militar tras la derrota francesa en Dien Bien Phu en mayo de 1954 y comprender el nuevo papel de la Revolución China en Asia.

En sus memorias, escritas dos décadas después, Nixon reflexionó sobre este viaje y afirmó que, mientras “los ilusos en Washington y otras capitales occidentales decían que la China comunista no sería una amenaza en Asia debido a su atraso y subdesarrollo”, él vio “de primera mano cómo su influencia ya se extendía por toda la región”. A diferencia de los soviéticos, escribió Nixon, quienes “como nosotros, seguían siendo intrusos en un mundo oriental”, “los comunistas chinos habían establecido programas de intercambio de estudiantes, enviando a un gran número de ellos a la China Roja para recibir formación universitaria gratuita” (1978: 136; 1967). Nixon informó a su gobierno que Estados Unidos debía responder con firmeza a los nuevos desarrollos en Asia, impulsados por la Revolución China.

En septiembre de 1954, ocho países formaron la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO por su sigla en inglés) tras firmar un tratado de defensa colectiva conocido como el Pacto de Manila. Solo tres de estos países estaban en Asia (Pakistán, Filipinas y Tailandia), mientras que dos eran europeos (Francia y Reino Unido). Los otros tres miembros de la SEATO ya habían firmado en 1951 un pacto militar denominado Tratado de Seguridad entre Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos (ANZUS por su sigla en inglés). Este tratado, junto con la SEATO, se sumó a otros tres acuerdos clave en el flanco asiático del Pacífico: el Tratado de Paz de San Francisco de 1951 entre Japón y las Potencias Aliadas, el Tratado de Defensa Mutua de 1953 entre Corea del Sur y Estados Unidos, y el Tratado de Defensa Mutua de 1954 entre la República de China (entonces Formosa, ahora Taiwán) y Estados Unidos (Tricontinental, 2024).

En 1951, John Foster Dulles, quien asumió como secretario de Estado en 1953, argumentó que Estados Unidos debía construir una cadena de bases navales desde Japón hasta la Península Malaya (que abarca partes de Myanmar, Tailandia, Malasia y Singapur) para rodear a la Unión Soviética y a la República Popular China (RPC). Estos cinco tratados sentaron las bases de dicha cadena, que se extendía desde Japón hasta Tailandia (1958). En 1956, un funcionario del Departamento de Estado estadounidense recibió un memorando británico “relativo a la Planificación Militar de la SEATO, que partía del supuesto que se utilizarían tanto armas nucleares como convencionales en la defensa de la zona… Cualquier planificación que no considerara las armas nucleares sería poco realista y carecería de valor” (Departamento de Estado de Estados Unidos, 1956; Glennon, Keefer y Mabon, 1990: 180-181). En otras palabras, los cinco tratados que rodeaban a China fomentaban el despliegue de armas nucleares en Asia y autorizaban su uso si era necesario.

Es importante recordar que nada de esto era meramente teórico. Estados Unidos ya había utilizado bombas atómicas contra Japón en 1945 y había bombardeado todas las infraestructuras disponibles en el norte de Corea a finales de 1951 (el bombardeo, sin embargo, continuó hasta 1953) (Hwang, 2016). El general de división Emmett O’Donnell, comandante de la Fuerza Aérea estadounidense que bombardeó Corea, declaró ante el Senado de Estados Unidos en junio de 1951: “Todo está destruido. No queda nada en pie digno de nombre”. O’Donnell añadió que cuando las fuerzas chinas cruzaron el río Yalu, en la frontera con Corea del Norte, en noviembre de 1950, la Fuerza Aérea de Estados Unidos dejó en tierra sus bombarderos porque “ya no había objetivos en Corea” (Stone, 1969: 132).

En diciembre de 1953, el presidente estadounidense Dwight Eisenhower sugirió a Winston Churchill que Estados Unidos lanzaría bombas atómicas sobre China si Beijing violaba el armisticio coreano. Poco después, en marzo de 1955, el gobierno de Estados Unidos dejó claro a la República Popular China (RPC) que estaba dispuesto a utilizar armas nucleares si el Ejército Popular de Liberación entraba en Formosa (actual Taiwán).2

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Convivencia pacífica

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se consolidaba gradualmente como la principal fuerza del antiguo bloque imperialista, principalmente debido a su enorme ventaja militar y económica sobre una Europa devastada. Al mismo tiempo, Gran Bretaña llevaba a cabo una violenta contrainsurgencia en la península de Malaya (la Emergencia de Malaya, 1948-1960) y Francia libraba una desastrosa guerra de retaguardia en Indochina (los holandeses ya habían sido derrotados en Indonesia en 1949). La sangre empapaba el suelo de Asia y llenaba las fosas nasales de los líderes anticoloniales que acudieron a Bandung. Por ello, los debates de la conferencia se centraron tanto en la paz como en el racismo. Lxs líderes anticoloniales presentes temían que la antigua mentalidad colonial de la división internacional de la humanidad persistiera en la era poscolonial, al igual que el uso desmedido de la violencia de los colonialistas contra quienes consideraban al otro lado de esa división. Los Dasasila, o diez principios, de Bandung desarrollaron los Panchsheel, o cinco principios, que China e India redactaron en 1954 para ayudarles a superar sus diferencias. Estos principios de “coexistencia pacífica” se oponían firmemente a la creación de alianzas y bases militares en Asia y a la amenaza de ataques nucleares.

En 1956, cuatro años después de que Turquía ingresara en la OTAN, el poeta comunista turco Nazim Hikmet escribió una elegía a una niña de siete años de Hiroshima titulada “La niña de Hiroshima”, conocida sobre todo por la frase “cuando los niños mueren, no crecen”:

Todo lo que necesito es que por la paz
Luches hoy, luches hoy
Para que los niños de este mundo
Puedan vivir y crecer y reír y jugar.

Esta era la esencia del Espíritu de Bandung. Así de sencillo. Esa esencia impregna los diez principios, que se publicaron en el comunicado final de la conferencia el 24 de abril de 1955:

  1. Respeto de los derechos humanos fundamentales y de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
  2. Respeto de la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.
  3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de la igualdad de todas las naciones, grandes y pequeñas.
  4. Abstención de intervenir o interferir en los asuntos internos de otro país.
  5. Respeto del derecho de cada nación a defenderse individual o colectivamente, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  6. (a) Abstención de recurrir a acuerdos de defensa colectiva al servicio de los intereses particulares de alguna de las grandes potencias.
    (b) Abstención por parte de cualquier país de ejercer presiones sobre otros países.
  7. Abstenerse de actos o amenazas de agresión o del uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier país.
  8. Solución de todas las controversias internacionales por medios pacíficos, como la negociación, la conciliación, el arbitraje o el arreglo judicial, así como por otros medios pacíficos de elección de las partes, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  9. Fomento de la cooperación y los intereses mutuos.
  10. Respeto de la justicia y de las obligaciones internacionales (Sukarno, 1955: 161-169).

En efecto, estos principios abogaban por un orden internacional basado en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (1945) y no en la creación de bloques militares y el uso de la fuerza militar para moldear el mundo y subvertir la soberanía. En sus reflexiones sobre la Conferencia de Bandung, Abdulgani sugirió que se trataba de un foro para “determinar las normas y procedimientos de las relaciones internacionales actuales”, que defendía la coexistencia en lugar de la “codestrucción” (1955: 72). En 1955, 76 países habían firmado la Carta de la ONU, que imponía obligaciones convencionales a sus signatarios. Alrededor de unos 80 territorios, entre ellos la mayor parte del continente africano y la mayoría de las islas del Pacífico, seguían bajo control colonial. La Carta de la ONU era entonces, y sigue siéndolo ahora, el documento de consenso más importante del mundo. A medida que los países obtenían su independencia desde finales de la década de 1950 hasta la de 1970, se unían a las Naciones Unidas como miembros de pleno derecho.

El Espíritu de Bandung viajó rápidamente, aterrizando en El Cairo para la Conferencia de Solidaridad con los Pueblos Afroasiáticos de 1957-1958 y después en Accra para la Conferencia Panafricana de 1958, antes de continuar hacia Túnez a la Conferencia Panafricana de 1960, llegar a Belgrado para la Conferencia Cumbre de Jefes de Estado o de Gobierno del Movimiento de Países No Alineados de 1961 y, por último, a La Habana para la Conferencia Tricontinental de 1966. En cada una de estas conferencias se crearon órganos institucionales: la Organización de Solidaridad con los Pueblos Afroasiáticos, el Movimiento de Países No Alineados y la Organización de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina. Su núcleo era la lucha contra el imperialismo, centrada en la amenaza nuclear y el desarme, y el reconocimiento de que el despilfarro de la valiosa riqueza social en armas significaba que se estaba desaprovechando la agenda del desarrollo. Ese cálculo entre armas y pan estaba en el centro de las deliberaciones. Todos los mecanismos de control de armamento que se desarrollaron durante este periodo, como el Tratado de Prohibición Limitada de Pruebas Nucleares de 1963, fueron producto de las negociaciones forzadas por estos proyectos de Estados no alineados del Tercer Mundo.3

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Cooperación al desarrollo

Más allá del llamamiento a la soberanía y la paz, la era de Bandung también llevó en sí la semilla de un nuevo orden económico internacional. La cooperación Sur-Sur fue el toque de clarín de Bandung. La primera sección de su comunicado final se dedicó enteramente a la cooperación económica y subrayó el deseo de desarrollo económico y asistencia técnica. También se pedía la creación de un Fondo Especial de las Naciones Unidas para el Desarrollo Económico con el fin de financiar las inversiones en estos países. Dado que el imperialismo sólo había considerado oportuno desarrollar las colonias como lugares de producción de materias primas, se hizo mucho hincapié en la necesidad de estabilizar los precios de los productos básicos y desarrollar las capacidades nacionales para procesar estos productos antes de exportarlos.

Uno de los efectos duraderos de la Conferencia de Bandung fue su influencia en la configuración de instituciones y procesos multilaterales que continúan hasta nuestros días, aunque en una forma a menudo disminuida o cooptada (Rist, 2008). Entre ellos se incluye la creación del Fondo Especial de las Naciones Unidas para el Desarrollo Económico en 1958, que más tarde se transformaría en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1965. También se creó en 1964 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y su Nuevo Orden Económico Internacional, un conjunto de propuestas que fueron aprobadas en 1974 por la Asamblea General de la ONU. En el sexagésimo aniversario de la UNCTAD, en 2024, el vicesecretario general Pedro Manuel Moreno declaró: “Con el mismo espíritu [que la Conferencia de Bandung] nació nueve años después la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, UNCTAD” (2024).

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Un mundo de golpes

Unas semanas antes de la Conferencia de Bandung, en abril de 1955, el secretario de Estado estadounidense John Foster Dulles mantuvo una reunión con el embajador británico en Estados Unidos, Sir Roger Makins. Dulles le dijo a Makins que había estado “considerablemente deprimido” por la “situación general en Asia”. Esta “situación” fue plasmada en un discurso pronunciado en el Parlamento indio el 31 de marzo de 1955 por Jawaharlal Nehru, el primer líder en asumir como primer ministro de India tras su independencia. Fue un anticipo de la reunión de Bandung, en el que atacó a la SEATO por considerarla un pacto hostil, a la OTAN por dar apoyo a Portugal para mantener Goa en India, al régimen del apartheid en Sudáfrica y a Occidente por “entrometerse” en Asia Occidental. El discurso de Nehru, dijo Dulles, “había adoptado la línea general de que la civilización occidental había fracasado y que era necesario un nuevo tipo de civilización para sustituirla”. Esto deprimió a Dulles, que quería echar por tierra la Conferencia de Bandung, ya que era, dijo, “por su propia naturaleza y concepto antioccidental” (Glennon, Schwar y Smith, 1986: 454).

Los golpes de Estado en Irán (1953) y Guatemala (1954) fueron el anuncio de la negativa de Occidente a permitir que se construyera un nuevo orden mundial. Le siguieron una serie de golpes en África (contra el pueblo del Congo en 1961 y de Ghana en 1966), América Latina (contra el pueblo de Brasil en 1964) y Asia (contra el pueblo de Indonesia en 1965). Cada uno de estos cuatro golpes produjo epicentros de reacción imperialista. Los nuevos regímenes militares de estos países desempeñaron un papel continental en la sofocación de cualquier desarrollo progresista. El golpe en Indonesia, que resultó en el asesinato de un millón de comunistas, fue casi una venganza por Bandung.4

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Parte II: ¿Por qué no existe hoy el espíritu de Bandung?

Bañados por la nostalgia

En abril de 1965, el atribulado gobierno de Sukarno reunió a delegados de 37 países en una conferencia con motivo de su décimo aniversario. Sin embargo, esta no fue más que una pálida sombra de la conferencia original: Indonesia había suspendido su membresía en las Naciones Unidas en enero y sus militares saldrían de los cuarteles en octubre para derrocar a Sukarno. En 1965, el intento de celebrar una segunda Conferencia Afroasiática en Argel, Argelia, tuvo que cancelarse debido al derrocamiento de Ben Bella en junio de ese año, a la disputa chino-soviética y a las divisiones entre los nuevos Estados africanos independientes, con el Grupo de Casablanca deseoso de una forma de panafricanismo fuertemente alineado y el Grupo de Brazzaville abogando por lazos más estrechos con los antiguos amos coloniales. Dado que muchas de las instituciones surgidas de la Conferencia de Bandung permanecieron intactas y tendrían una marcada influencia en los asuntos mundiales durante las décadas siguientes, el fracaso en la celebración de una segunda conferencia no fue tan indicativo como parece. Lo que destruyó el espíritu de Bandung fue la crisis de la deuda del Tercer Mundo, que catapultó a estos países a una situación permanente de deuda y austeridad, y torpedeó sus aspiraciones de desarrollo. Fue entonces cuando el espíritu de Bandung se evaporó.

La crisis de la deuda del Tercer Mundo fue en sí misma un indicio de la incapacidad del espíritu de Bandung para superar, en poco tiempo, la base material de la división neocolonial del trabajo. Aunque existían las condiciones subjetivas para la cooperación y el intercambio, no ocurría lo mismo con las objetivas. Todas las infraestructuras heredadas por los nuevos Estados independientes habían sido construidas por el imperialismo para facilitar la extracción desde la periferia hacia el centro. En 1963, más del 70 % de las exportaciones de los países en desarrollo se destinaban a los países desarrollados (Balassa, 1991). Los antiguos lazos comerciales dentro de lo que ahora llamamos el Sur Global habían sido cortados por el colonialismo y reconstruirlos no era tarea fácil. Además, estos nuevos Estados independientes representaban una pequeña parte del comercio mundial, a pesar de albergar a la mayoría de la población del mundo. Su bajo nivel de desarrollo tecnológico también impedía un intercambio eficaz de conocimientos técnicos.

Los nuevos Estados independientes del proceso de Bandung presentaban características únicas en su formación de capital y estructura interna de clases. Cada uno permaneció compartimentado en la división internacional del trabajo determinada por el imperialismo (Ahmad, 1992: 16). Incapaz de superar el modelo de subdesarrollo colonial y la embestida imperialista de golpes de Estado y contrainsurgencia, la crisis de la deuda del Tercer Mundo marcó el paso de un espíritu de cooperación a la ley de la competencia. Esta crisis se utilizó para dividir y disciplinar a la periferia y reincorporarla a un mercado global en términos favorables al capital multinacional (de Silva, 1982: 506).

En 2005, casi todos los países de África y Asia —106 de 177— asistieron a la Cumbre Asiático-Africana del cincuentenario celebrada en Bandung (Israel no fue invitado, como tampoco lo fueron Australia ni Nueva Zelanda, pero participaron la mayoría de los Estados insulares del Pacífico y Palestina). Varios países latinoamericanos estuvieron presentes como observadores. Lxs jefxs de gobierno salieron del hotel Sovay Homann y caminaron por la calle Asiático-Africana (llamada así en conmemoración de la primera conferencia) hasta el lugar de celebración, al igual que habían hecho sus predecesorxs 50 años antes. La reunión estuvo marcada por la nostalgia, pero también por la sensación de que el mundo estaba en transición. A pesar de que esta conferencia se celebraba en medio de la horrible Guerra contra el Terror que ya había destruido Afganistán e Irak y que pronto asolaría a otros muchos países (incluida la propia Indonesia, donde los atentados de octubre de 2002 en Bali habían llevado esta Guerra contra el Terror al Sudeste Asiático). El comunicado final, Una nueva asociación estratégica asiático-africana, estaba plagado de conceptos neoliberales de ventaja comparativa y objetivos de desarrollo, una nación de la lógica antiimperialista de la declaración original. El espíritu de Bandung que se exhibía había sido bien encapsulado y ya no estaba en el aire. No se trataba, pues, simplemente de revivir el fantasma de Bandung, sino de volver a encontrar su espíritu.

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El nuevo estado de ánimo del Sur Global

No fue hasta que se produjo la Tercera Gran Depresión (2007-2008) cuando se tomó conciencia de que Occidente no permitiría ni facilitaría el avance del Sur Global. En 2009, esa toma de conciencia dio lugar al proceso BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que en 2025 se amplió para incluir a otros cinco países (Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos) y 13 Estados asociados (Tricontinental, 2023a). Mientras que las primeras cumbres de los BRICS se centraron en la cooperación Sur-Sur o el comercio y la inversión en todo el Sur Global, las cumbres posteriores reintrodujeron la idea de la independencia económica del Norte Global y el multilateralismo político, en lugar de la unipolaridad impulsada por Estados Unidos. Dieciséis años no son tiempo suficiente para someter el proyecto BRICS a una evaluación completa. Incluso durante este período ha sufrido debido a las diferencias políticas entre sus países miembros (China e India, por ejemplo), y por la naturaleza cambiante de sus líderes (como el paso de Brasil del gobierno de centroizquierda de Dilma Rousseff al gobierno neofascista de Jair Bolsonaro y el posterior regreso a la centroizquierda con Luiz Inácio Lula da Silva). El auge del proceso BRICS y de otras estructuras Sur-Sur similares se debió al crecimiento económico que comenzó a definir a los grandes países de Asia (China, Vietnam, India, Bangladesh e Indonesia, en particular). En enero de 2025, en el septuagésimo aniversario de la Conferencia de Bandung, Indonesia se convirtió en miembro de pleno derecho de los BRICS.

El desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial a Asia supuso el inicio de una nueva confianza, o “nuevo estado de ánimo”, en el Sur Global, puesto que los países de África, Asia y América Latina ya no tenían que depender tanto de las instituciones del Norte Global para obtener financiamiento y tecnología. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por su sigla en inglés) de China, adoptada en 2013 en respuesta a la Tercera Gran Depresión, fue un avance extremadamente importante en este sentido, porque proporcionó condiciones objetivas para la cooperación Sur-Sur que simplemente no existían en el momento de la Conferencia de Bandung. Iniciativas como la construcción de ferrocarriles en África Oriental y la apertura de un nuevo puerto en Perú crean condiciones previas para el comercio interior entre los países del Sur Global. En 2023, el 46,6 % del comercio de China se realizó con países de la red BRI (Oficina de Información del Consejo de Estado, 2024). Aunque es demasiado pronto para afirmar que se ha producido algo parecido a una “desconexión”, está claro que se está generando un cambio importante, ya que China es ahora el principal socio comercial de más de 120 países (Nicita y Razo, 2021; Tricontinental, 2018). Mientras tanto, la propia BRI ha tenido sus altibajos y requiere que sus países miembros pongan sobre la mesa sus propios proyectos de desarrollo nacional.

En muchas de las publicaciones de Tricontinental hemos utilizado la expresión “nuevo espíritu” para definir el presente. Los principales objetivos del “nuevo espíritu en el Sur Global” se basan en dos conceptos, el regionalismo y el multilateralismo, ambos motivados por el deseo de democratizar el orden mundial en términos económicos y políticos. Desde la Organización de Cooperación de Shanghái hasta el Mercado Común del Sur (Mercosur), este regionalismo ya se está desarrollando y se ha visto reforzado por un aumento del comercio denominado en moneda local, lo que hace materialmente posible alcanzar la “autodeterminación económica” y la “complementariedad regional”, en palabras de Indira López Argüelles, del Ministerio de Asuntos Exteriores de Cuba (Tricontinental, 2023b). Vinculado a este regionalismo está la expansión de la idea del multilateralismo, la creencia de que los institutos globales (como las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio) no deben ser instrumentos del Norte Global, sino que deben permitir que su agenda sea moldeada por todos sus Estados miembros.

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Hoy no hay espíritu de Bandung

En las décadas de 1950 y 1960, los movimientos de liberación nacional tenían una base de masas (a menudo la mayoría de sus poblaciones). A pesar de estar dirigidos —en la mayoría de los casos— por la pequeña burguesía y sectores de la élite terrateniente, el compromiso de estos movimientos con la liberación nacional les obligó a seguir una vía socialista, a asumir gobiernos dentro de las estructuras del neocolonialismo y a responder a su base de masas organizada. Estos “socialismos” tenían diferentes orientaciones, ya fuera la “vía socialista a la sociedad” del segundo Plan Quinquenal de la India (1956-1961), el socialismo africano de la Declaración de Arusha (redactada por Julius Nyerere de Tanzania en 1967) o la política de masas de variantes del populismo en América Latina, como el peronismo argentino (¡Ni yanquis, ni marxistas!, ¡peronistas!). A pesar de las orientaciones de clase de la dirección de estas tendencias y de la estrechez de sus propias perspectivas, las masas activadas no les permitían abandonar el programa más amplio de liberación nacional. Por eso podemos hablar de un Bandung desde abajo.

Hoy en día, la situación de los movimientos populares es mucho más débil. Solo en unos pocos países del Sur Global dominan la sociedad. Los gobiernos progresistas de nuestro tiempo son coaliciones de diversas clases, incluida una pequeña burguesía y una burguesía liberal que ya no pueden tolerar las atrocidades del neoliberalismo, pero que no romperán fácilmente con sus ortodoxias. Aunque la segunda marea rosa en América Latina, por ejemplo, y el surgimiento de gobiernos progresistas en países como Senegal y Sri Lanka son un efecto del colapso del neoliberalismo y una respuesta al horror de la derecha, no se elevan sobre las espaldas de movimientos de masas organizados, ni están unidos en torno a un programa que rompa con el neoliberalismo (Tricontinental, 2024b). En toda la región africana del Sahel: Níger, Malí y Burkina Faso, los golpes militares antiimperialistas están respaldados por una nueva oleada de movimientos sociales que aún están formulando un proyecto más amplio de soberanía y desarrollo. Estos acontecimientos son capaces de crear un nuevo estado de ánimo, un “espíritu BRICS”, por ejemplo, pero todavía no el equivalente al espíritu de Bandung. Sería prematuro, incluso idealista, anunciar tal fenómeno, un espíritu de Bandung desde abajo para nuestro tiempo, un fenómeno de masas capaz de impulsar el movimiento real de la historia.

El contexto fundamental que da forma a este nuevo espíritu y la amenaza inminente que hace necesario el renacimiento del espíritu de Bandung, es el hiperimperialismo (Tricontinental, 2024c; 2024d). En nuestras investigaciones en Tricontinental, hemos propuesto que solo existe un verdadero bloque político-económico-militar en el mundo: la alianza de la OTAN e Israel liderada por Estados Unidos. A pesar de su menguante poder económico y tecnológico, este bloque conserva un poder militar sin parangón y un importante control sobre el sistema global de información. El uso de tácticas de guerra híbrida y la amenaza o el uso de la violencia incluso contra naciones modestas que buscan la soberanía, requiere una respuesta colectiva del Sur Global, que puede adoptar la forma de una reavivación del espíritu de Bandung.

Sin embargo, hay una serie de factores que limitan el surgimiento de una nueva era de Bandung en el Sur Global:

  1. Sigue existiendo tanto miedo como deseo de liderazgo occidental, a pesar de sus muchos fracasos, su decadencia y su peligrosidad. Es lógico que los Estados del Sur Global teman la posibilidad de una guerra por todos los medios (desde medidas coercitivas unilaterales hasta bombardeos aéreos) porque no se trata de una suposición teórica, sino de un hecho real (Tricontinental, 2025a). Sin embargo, al mismo tiempo, existe una cautivadora sensación de que el liderazgo occidental es necesario dados los restos del orden internacional dominado por Occidente.
  2. En el Sur Global no están claros los avances logrados en Asia, especialmente por China. Otros países no ven estos avances —particularmente cuando se trata de fuerzas productivas cualitativamente nuevas— como fácilmente replicables, lo que conduce a una subestimación mutua de la fuerza potencial de un Sur Global colectivo. Existe, además, y en contra de la evidencia disponible, una creciente creencia impulsada por el Norte Global que los avances de las locomotoras del Sur Global serán peligrosos para los países más pobres. Se está sugiriendo que los avances de los países asiáticos, en particular, son una amenaza mayor que el historial de peligrosidad del Norte Global durante cientos de años.
  3. Hay una rendición ante la realidad del control de Occidente sobre el panorama digital, mediático y financiero, que se hace parecer insuperable.
  4. Una parte significativa de la élite económica gobernante en el Sur Global sigue estando profundamente entrelazada con el capital financiero global. Esto se manifiesta especialmente en su dependencia del dólar estadounidense como refugio seguro para la inversión y su participación en la extracción de riqueza de sus propios países para invertir en los mercados inmobiliarios y financieros del Norte Global. Estos intereses de clase son fácilmente apoyados por intelectuales y responsables políticos que no pueden ver más allá de las teorías de la economía neoclásica y el Consenso de Washington (Tricontinental, 2019). Por ello, en Tricontinental hemos abogado por una nueva teoría del desarrollo para el Sur Global (Tricontinental, 2025b).
  5. En muchos de nuestros movimientos sociales existe la vieja costumbre que la izquierda debe oponerse permanentemente a las realidades de la política de clases y que no podemos ganar el poder en estas condiciones. Cualquier concesión a la realidad para tomar el poder y seguir construyendo nuestro programa se considera una disolución de nuestros objetivos finales. El fracaso en ganar es una sensibilidad cautivadora que era desconocida en la era de la liberación nacional, cuando ganar el poder estatal era el objetivo inmediato e intrincado. Existe incluso una orientación que sugiere que los movimientos de izquierda deben luchar contra la derecha, construir una dinámica contra el neoliberalismo y luego, en lugar de exigir y conquistar el poder estatal, entregar el poder a la centroizquierda. La peor orientación es no disputar el poder estatal en absoluto.

Hasta que los pueblos del Sur Global no sean capaces de superar algunos de estos (y más) retos, es poco probable que el espíritu de Bandung forme parte del movimiento real de la historia. Estamos saliendo lentamente de una época difunta de la historia, la época del imperialismo. Pero aún no hemos emergido a un nuevo periodo que está más allá del imperialismo, la más difícil de todas las estructuras que debemos romper.


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Notas

1La poética resolución fue presentada formalmente ante la Asamblea General de la ONU por el diplomático soviético Vasily Kuznetsov. Véase: Asamblea General de las Naciones Unidas, Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales (A/RES/1514), 14 de diciembre de 1960. El presidente de la Asamblea General en aquel momento era el diplomático irlandés Frederick Boland. Su hija, Eavan Boland, se convirtió en una famosa poeta y en 1998 publicó Witness, que contiene los siguientes versos:¿Qué es una colonia
sino la brutal verdad
de que cuando hablamos
se abren las tumbas y los muertos caminan?

2En una conferencia de prensa celebrada el 15 de marzo de 1955, John Foster Dulles explicó la doctrina de la “represalia menos que masiva”. Si China entraba en Formosa, dijo Dulles, EE.UU. utilizaría armas nucleares tácticas contra las fuerzas chinas. Véase Abel, 1956. Al día siguiente, cuando se pidió a Eisenhower que confirmara la declaración de Dulles, este afirmó que las armas nucleares tácticas no debían utilizarse “exactamente igual que se utilizaría una bala o cualquier otra cosa. Creo que la gran pregunta sobre estas cosas surge cuando se empieza a entrar en esas áreas en las que no se puede asegurar que se esté operando simplemente contra objetivos militares. Pero con esa salvedad, yo diría que sí, por supuesto que se utilizarían” Véase: Klingaman, et Al, 1990: 61. Para las notas del diario de Churchill, véase: Colville, 1985: 687. Para un análisis más amplio de las represalias nucleares, véase: Jones, 2008: 37-65.

3L. C. N. Obi, de Nigeria, fue una figura clave, aunque ahora olvidada, en el debate en torno al Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968, mientras que Ismael Moreno Pino, de México, fue el negociador central del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe de 1967, conocido como Tratado de Tlatelolco, el primero en establecer una zona libre de armas nucleares.

4Alan Burns, gobernador de la Costa del Oro y Nigeria de 1941 a 1947, fue nombrado representante permanente del Reino Unido en el Consejo de Administración Fiduciaria de la ONU de 1947 a 1956. Poco después de dejar la ONU, Burns publicó un libro que iba en contra de Bandung y argumentaba que representaba “el resentimiento de los pueblos oscuros contra la pasada dominación del mundo por las naciones europeas”. Véase Burns, 1957: 5. Sobre el golpe de estado en Indonesia, ver Instituto Tricontinental de Investigación Social, 2020.

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