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Wenhua ZonghengVol. 3, No. 1

La naturaleza experimental del socialismo y la complejidad de la reforma y apertura en China

I.

Para comprender la complejidad del socialismo es fundamental adoptar una amplia perspectiva histórica sobre el desarrollo real de los movimientos socialistas.1 Es preciso prestar especial atención a un aspecto que a menudo se omite en este análisis: los continuos experimentos que han acompañado la historia del movimiento socialista. Algunos de estos experimentos tuvieron éxito, mientras que otros fracasaron. En retrospectiva, está claro que estos experimentos en curso fueron una parte integral de la práctica socialista.

Desde las primeras etapas del movimiento socialista, en el periodo del socialismo utópico, ya existían este tipo de experimentos. Por ejemplo, en 1824, Robert Owen viajó a Estados Unidos y compró 1.214 hectáreas de tierra junto al río Wabash, en el sur de Indiana. Allí puso en marcha el experimento de la comuna New Harmony, que causó sensación en todo el mundo. Aunque este sueño de utopía idílica solo duró cuatro años antes de fracasar, fue el primer intento de construir una sociedad ideal en medio del sistema mundial capitalista. Como tal, este experimento debe considerarse como la notable apertura de una nueva era histórica.

Medio siglo más tarde, la Comuna de París llevó a cabo un experimento aún mayor. La victoria de la Comuna de París el 18 de marzo de 1871 duró solo 72 días. Durante este breve periodo, el proletariado parisino no solo estableció el primer gobierno obrero, también introdujo una serie de reformas políticas, económicas y culturales.2 Entre ellas figuraban la abolición del ejército permanente y de la burocracia estatal, la eliminación de los elevados salarios de los funcionarios, la abolición del gobierno parlamentario y la implantación del sufragio universal democrático para elegir a los funcionarios públicos en todos los niveles. Estas medidas no tenían precedentes en el desarrollo histórico arraigado en la propiedad privada. Desde la perspectiva de la práctica social humana, todas las iniciativas revolucionarias impulsadas por la Comuna de París fueron, en esencia, experimentales.

Aunque este experimento duró poco y fue sofocado con violencia extrema y ahogado en sangre, Marx argumentó que, “[era] el amanecer de la gran revolución social que liberará para siempre al género humano del dominio de clase” (1872). Iluminados por este amanecer, los posteriores movimientos socialistas que pretendían derrocar el sistema capitalista continuaron desarrollando nuevos experimentos revolucionarios. A pesar de los reveses y contradicciones, estos intentos nunca han cesado, constituyendo uno de los legados más valiosos de la Comuna de París para la lucha socialista.

II.

Las célebres propuestas urbanísticas de la Rotes Wien [Viena Roja] representan otro ejemplo de experimento revolucionario. Entre 1918 y 1934, el Partido Obrero Socialdemócrata de Austria (SDAP, por su sigla en inglés) gobernó la capital, Viena, en un periodo conocido como Rotes Wien (Bauer, 2021). Durante este tiempo, el SDAP aprovechó la oportunidad para llevar adelante un experimento de socialismo democrático mediante la aplicación de una serie de reformas. La más emblemática fue la construcción de viviendas públicas para enfrentar las precarias condiciones de vida de la clase trabajadora vienesa. En 1934 se habían construido en Viena casi 65 mil viviendas públicas, organizadas en 348 nuevos complejos residenciales, todos ellos inspirados en sólidos ideales socialistas. Uno de los más icónicos es el Karl-Marx-Hof, finalizado en 1924. Este enorme complejo de viviendas públicas no solo ofrecía 1.400 departamentos que albergaban a más de 5 mil residentes, también incluía numerosas instalaciones y servicios públicos, como grandes lavanderías, baños comunales, una clínica dental, un hospital obstétrico, una biblioteca pública y una farmacia. Diseñados con un equilibrio entre lo público y lo privado, quienes vivían en estos departamentos accedían a excelentes condiciones de vida y una infraestructura de bienestar social avanzada.

Sin embargo, al igual que la Comuna de París, este experimento también llegó a su fin. En este caso, el desenlace estuvo marcado por la naturaleza reformista del SDAP, un partido que apostaba por la política parlamentaria. El experimento socialista, que se limitó en gran medida al desarrollo urbano, se interrumpió bruscamente en 1934, cuando la llegada del Partido Nazi al poder provocó la prohibición del SDAP.

III.

El experimento social reformista de Rotes Wien nos sirve como punto de referencia para reexaminar la “retirada estratégica” de Vladimir Ilich Lenin en la primavera de 1921, cuando abandonó el comunismo de guerra en favor de la Nueva Política Económica (NEP, por su sigla en inglés). Este giro no solo modificó profundamente la concepción marxista clásica del socialismo, sino que también proporcionó al movimiento socialista una nueva dirección.

En los últimos años de su vida, Lenin reconoció un cambio fundamental en su concepción del socialismo, afirmando: “Debemos admitir que se ha producido una modificación radical en toda nuestra concepción del socialismo” (1965c). Por múltiples razones, Lenin pareció abandonar la transición inmediata al socialismo en favor de un camino más complejo y prolongado: retroceder hacia una posición de capitalismo de Estado y pasar de una táctica de asalto a una de asedio.

Desde una mirada contemporánea, es importante señalar que, si bien estas experiencias históricas ofrecen una gran cantidad de ideas e interpretaciones, suelen omitir un aspecto clave: para un gobierno soviético que apenas llevaba tres años de existencia y aún luchaba por encontrar su estabilidad, la implementación de un cambio drástico en la estrategia revolucionaria era muy experimental en la práctica. En este sentido, los sucesivos ajustes que Lenin llevó adelante para transitar este complejo proceso de transición pueden considerarse, en gran medida, como una serie de experimentos.

Desde una perspectiva más amplia, la Revolución de Octubre de 1917 fue en sí misma un experimento revolucionario. Impulsar una revolución proletaria en un país agrario atrasado, no industrializado y aún arraigado en la servidumbre, contradecía las premisas de la teoría marxista clásica. Este experimento rompía por completo con las experiencias revolucionarias del proletariado europeo desde el siglo XIX. Esta divergencia teórica explica por qué los teóricos de la II Internacional rechazaron la teoría de Lenin que la revolución debía comenzar en el eslabón más débil del sistema capitalista mundial. Estos teóricos siempre mantuvieron una actitud negativa hacia Lenin y los bolcheviques. Incluso entre los marxistas que respaldaban ampliamente su estrategia, hubo quienes adoptaron una postura crítica ante las incertidumbres que implicaban sus prácticas específicas.

Los debates ideológicos y teóricos suscitados por estas cuestiones han perdurado por más de un siglo. En China han florecido debates similares, particularmente desde el inicio de la era de reforma y apertura, cuando las discusiones sobre la historia de la Revolución de Octubre se convirtieron en un vibrante campo de estudio. Sin embargo, incluso en estos debates, la naturaleza experimental inherente al liderazgo de Lenin en la Revolución Rusa ha sido poco explorada. Esta omisión ha limitado nuestra comprensión del cambio táctico de Lenin en 1921. Como resultado, las dificultades y los peligros de este retroceso táctico así como los profundos desafíos teóricos y prácticos que planteó, son a menudo subestimados o incluso ignorados.

IV.

Lenin abordó con claridad estos desafíos en sus obras clave escritas durante sus últimos años (1921-1923). En estos textos, revisó la historia de la aplicación de la NEP con seria introspección y autocrítica, extrayendo lecciones de los fracasos previos. También advirtió reiteradamente que el gobierno soviético se enfrentaría a dificultades y desafíos aun mayores en la construcción del socialismo.

En El impuesto en especie, un documento particularmente crítico con respecto a la NEP, Lenin afirmó explícitamente que nadie “… esperaba que se diera sin tropiezos, con calma, simple y llanamente el socialismo ‘íntegro’” (1965e). También rechazó con firmeza el argumento de que las condiciones económicas y políticas de Rusia no cumplían con los prerrequisitos históricos para una revolución socialista y que, por tanto, los bolcheviques no deberían haber tomado el poder. A esto, Lenin respondió:

Jamás habrá “correspondencia”, que no puede haberla en el desarrollo de la sociedad, como tampoco en el desarrollo de la naturaleza; que solo mediante una serie de intentos —cada uno de los cuales, tomado por separado, será unilateral y adolecerá de cierta falta de correspondencia— se creará el socialismo victorioso con la colaboración revolucionaria de los proletarios de todos los países.

Las reflexiones de Lenin, en conjunto con sus otros escritos sobre el tema general de lograr una transición más compleja y prolongada hacia el socialismo, forman un cuerpo de pensamiento rico y complejo. A nivel práctico, destaca un punto clave: la construcción del socialismo debe abandonar el sueño de realizar inmediatamente un “socialismo íntegro”. Esta noción de evitar los intentos dogmáticos de una realización directa de un “socialismo íntegro” representó un salto significativo en su planteamiento sobre la revolución y la construcción socialistas.

Un análisis sistemático de la serie de ajustes de Lenin en la década de 1920 revela una diversidad táctica que va desde la implementación de un impuesto en especie para el campesinado, la restauración de las pequeñas industrias y los pequeños negocios agrícolas, hasta la reactivación del intercambio de mercancías, la circulación monetaria y el fomento de las economías de mercado y el libre comercio. Sin embargo, estos retrocesos tácticos pueden entenderse como parte de un compromiso estratégico más amplio. Dieron cabida a las fuerzas espontáneas de las economías campesinas de pequeña escala y a elementos del capitalismo comercial, tanto privado como estatal. En conjunto, estos retrocesos fueron pasos concretos en la aplicación de la estrategia general de evitar la realización idealista y prematura del “socialismo íntegro”.

Estos retrocesos tuvieron graves consecuencias políticas, suscitando la crítica y la oposición de todos los bandos, incluida la II Internacional y sus afiliados, los mencheviques y los socialistas revolucionarios. El dirigente del SDAP Otto Bauer acusó a los bolcheviques de, “retroceder hacia el capitalismo” y que la Revolución de Octubre “era una revolución burguesa” (Lenin, 1965a). La revista Smena Vekh acusó a los bolcheviques de “hundirse en el fango burgués habitual”.3 Incluso dentro del Partido Bolchevique había una falta de unidad, ya que muchos miembros se resistían a estos retrocesos. Algunos miembros veteranos le cuestionaron directamente a Lenin: “¿Por qué hablar de comercio estatal? ¡Nadie nos enseñó comercio en la cárcel!”. En el Comité Central se produjeron encarnizados debates sobre teoría y estrategia entre Lenin, Trotsky, Bujarin y Zinóviev. Estos conflictos internos crearon importantes desafíos para la implementación de la NEP.

A estos retos internos se sumaba la grave crisis que atravesaba Rusia, que, tras la guerra civil, era “como una persona medio muerta a golpes”. Abundaban las crisis internas, como el estancamiento industrial, el declive de la producción agrícola, una hambruna devastadora y el creciente malestar del campesinado, desencadenado por la oposición al sistema Prodraverstka, que en algunas regiones llegó incluso a la sublevación.4 Mientras tanto, las revoluciones proletarias en Europa —en las que Lenin y muchos marxistas habían depositado sus esperanzas— fracasaron, dejando aislada a la Revolución Rusa.

En medio de estas graves circunstancias, Lenin y los bolcheviques tomaron la audaz decisión de aplicar una serie de importantes reformas económicas sin precedentes en la teoría marxista tradicional ni en los movimientos socialistas. Esto planteaba importantes desafíos teóricos y riesgos prácticos.

El enfoque experimental y complejo para construir el socialismo, lleno de riesgos y desafíos, no debe ser subestimado. Lenin era plenamente consciente de los enormes riesgos que implicaba, e incluso anticipó la posibilidad de fracasar. A pesar de ello, logró unificar al partido para enfrentar estos retos y superar las crisis derivadas de la aplicación práctica de las políticas.

V.

El 21 de abril de 1921, Lenin escribió en El impuesto en especie que

los maestros del socialismo no hablaron en vano de todo un período de transición del capitalismo al socialismo ni recalcaron en vano los “largos dolores de parto” de la nueva sociedad. Esta nueva sociedad es también una abstracción que solo puede hacerse realidad mediante intentos concretos, imperfectos y variados de crear uno u otro Estado socialista.

El 14 de octubre de 1921, en su discurso sobre el cuarto aniversario de la Revolución de Octubre, Lenin esbozó el vínculo entre las revoluciones democrático-burguesa y proletario-socialista, explicando que: “La primera se transforma en la segunda, la segunda resuelve de paso los problemas de la primera. La segunda consolida la obra de la primera. La lucha y solamente la lucha determina hasta qué punto la segunda logra rebasar la primera” (1965b).

Dos semanas más tarde, el 3 y 4 de noviembre de 1921, en su informe sobre la nueva política económica en la VII Conferencia del Partido Comunista de la provincia de Moscú, Lenin insistió en que la victoria en la lucha no seguía un camino lineal:

Y ello, tratándose de guerras comunes. ¿Pero cuando en la guerra se decide la suerte de toda una clase, se resuelve el problema, socialismo o capitalismo? ¿Hay acaso fundamento lógico para suponer que un pueblo que resuelve por primera vez este problema puede hallar enseguida el único método correcto e infalible? ¿Qué razones hay para pensar así? ¡Ninguna! La experiencia dice lo contrario. Ninguno de los problemas que debimos encarar pudo ser resuelto al primer intento, cada uno de ellos hubo que emprenderlo una segunda vez. Después de sufrir una derrota, intentamos de nuevo, hicimos todo de nuevo (1965d).

Un año después, el 27 de marzo de 1922, en el XI Congreso del Partido Comunista Ruso (bolchevique), Lenin reiteró:

En cuanto al capitalismo de Estado, nuestra prensa y en general nuestro partido, cometen el error de caer en el intelectualismo, en el liberalismo: alambicamos sobre cómo se debe comprender el capitalismo de Estado y hojeamos libros viejos, y allí se trata de algo muy distinto, se describe el capitalismo de Estado que existe bajo el capitalismo, pero no hay ni un solo libro en el que se escriba del capitalismo de Estado que existe bajo el comunismo. Ni siquiera a Marx se le ocurrió decir una sola palabra de esto y murió sin dejar ni una cita precisa ni indicaciones irrefutables. Por eso tenemos ahora que salir adelante solos (1965a).

En enero de 1923, cuando la salud de Lenin se deterioraba, dictó Sobre la cooperación, un texto clave en el que subrayó la necesidad de innovaciones institucionales para la construcción del socialismo:

Nuestros adversarios nos han dicho muchas veces que emprendemos una obra descabellada, al implantar el socialismo en un país de cultura insuficiente. Pero se equivocaron al decir que nosotros no comenzamos en el orden que indicaba la teoría (de todo género de pedantes), y la revolución política y social en nuestro país precedió a la revolución cultural, a esa revolución cultural ante la que nos encontramos ahora, pese a todo (1965c).

Revisando hoy la argumentación de Lenin, no podemos evitar vincularla a la historia del movimiento socialista después de su muerte. Debemos reexaminar las prácticas específicas de ese período histórico y considerar cuántos de los giros, vueltas y fracasos de esa historia están ligados a la repetida afirmación de Lenin de que una transición directa al “socialismo íntegro” es inviable. Si la construcción del socialismo abarca desvíos y retrocesos, evita perseguir el “único método correcto e infalible” y se abstiene de “buscar en viejos libros” para determinar el camino y la dirección, sino que emprende “una serie de intentos variados, imperfectos y concretos”; entonces, en la práctica, muchos de estos “intentos concretos” son inevitablemente de naturaleza experimental. Esto significa que la experimentación social ininterrumpida es un componente inseparable de la construcción socialista.

VI.

En la historia del socialismo en la Nueva China tras 1949, las relaciones y continuidades entre las teorías y prácticas de Mao Zedong y Lenin han sido un tema central en la investigación marxista. Aunque ya existe una amplia literatura sobre el tema, aún hay espacio para profundizar en cuestiones clave, especialmente en torno a la transición al socialismo. En particular, es necesario un análisis más detallado sobre cómo Mao amplió y desarrolló de manera creativa la idea de Lenin de que el “socialismo íntegro” no podía alcanzarse de forma simple y directa.

Por ejemplo, si no se persigue la realización inmediata de un “socialismo íntegro”, surge inevitablemente una cuestión central sobre la propiedad en el socialismo: ¿cómo debe entenderse el concepto de Lenin de “capitalismo de Estado bajo el comunismo”? ¿Cómo aplicarlo en la práctica concreta? ¿Cuál debería ser su forma institucional?

Aunque Lenin abordó estas cuestiones en obras como El impuesto en especie, no tuvo la oportunidad de llevarlas a la práctica, ponerlas a prueba o resolverlas antes de su muerte en 1924. Posteriormente, el estalinismo se apartó completamente de la estrategia de Lenin, desarrollando un modelo completamente distinto que, en última instancia, condujo al colapso de la Unión Soviética y dejó enormes desafíos para el movimiento socialista.

Para comprender la Revolución China es esencial analizar cómo Mao, considerado el más firme sucesor de Lenin, enfrentó y resolvió los desafíos de la construcción socialista. Una revisión detallada de los escritos de Mao —en particular Sobre las diez relaciones principales (abril de 1956), Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo (febrero de 1957) y Notas de lectura acerca del Manual de Economía Política de la Unión Soviética (diciembre de 1959-febrero de 1960)— junto con documentos redactados bajo su dirección —como Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado (1956) y Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado (1956), así como otros relatos históricos como Reflections on Several Major Decisions and Events [Reflexiones sobre varias decisiones y sucesos importantes] de Bo Yibo (1991)—, proporciona una visión significativa.

Sin embargo, aunque las teorías y prácticas de Mao heredaron claramente la estrategia de la NEP de Lenin, las dos revoluciones fueron enormemente diferentes. La construcción socialista en la Nueva China enfrentó mayores dificultades y desafíos, llevó a cabo actividades prácticas más complejas y acumuló tanto grandes éxitos como fracasos. La Revolución China no solo fue una de las más innovadoras en la historia del movimiento socialista, sino que también enfatizó el dinamismo y la flexibilidad que lo caracterizan. Más importante aun, preservó mayores posibilidades para el futuro del socialismo. Esta perspectiva es esencial para examinar la continuidad entre ambas revoluciones. Por lo tanto, comprender cómo resolver los desafíos que Lenin dejó abiertos se convierte en un aspecto clave para entender tanto la Revolución China como la reforma y apertura de China.

VII.

En marzo de 1949, durante la Segunda Sesión Plenaria del Séptimo Comité Central del Partido Comunista de China, Mao propuso una estructura de propiedad compuesta por cinco sectores: economía de propiedad estatal, economía cooperativa, economía individual, economía capitalista privada y economía capitalista de Estado (1961). Declaró:

La economía estatal es socialista por su carácter y la economía cooperativa, semisocialista; ambas, más el capitalismo privado, más la economía individual, más la economía del capitalismo de Estado; en la cual actúan conjuntamente el Estado y el capital privado, serán los sectores principales de la economía en la república popular y constituirán la nueva estructura económica democrática.

Esta fue la primera vez que Mao articuló de manera integral la idea de que en un sistema socialista podían coexistir y operar múltiples formas de propiedad, un concepto que, en las últimas décadas, los economistas han denominado “propiedad mixta” en el contexto de la reforma y apertura. Sin embargo, este término carece del rigor teórico y la precisión de la terminología leninista “capitalismo de Estado bajo el comunismo”. La formulación clara de Mao sobre un sistema de propiedad social compuesto por cinco sectores coexistentes en la fundación misma de la Nueva China representó un acontecimiento de gran relevancia. Incluso en el marco más amplio de la historia del movimiento socialista, se trató de un evento trascendental con implicaciones de largo alcance. No obstante, esta idea no surgió de la nada: sus raíces se encuentran en las prácticas experimentales del Partido Comunista de China (PCCh) durante el período de la República Soviética China (1931-1937), siendo especialmente relevante la extensa investigación de Zhang Wentian sobre esta idea.5

En 1922, mientras estudiaba en Estados Unidos a través de un programa de trabajo y estudio, Zhang encontró un artículo titulado The Development of Soviet Russian Policy [El desarrollo de la política soviética rusa] en una publicación inglesa. Dicho artículo, aprobado personalmente por Lenin, explicaba en detalle el trasfondo y la teoría de la implementación de la NEP. Consciente de su importancia, Zhang lo tradujo de inmediato al chino y lo envió a China, donde fue publicado en The Republican Daily News de Shanghái. Posiblemente, esta fue la primera introducción de la NEP de Lenin en China, justo cuando la propia política comenzaba a tomar forma en la Unión Soviética. Zhang continuó su estudio de la NEP a lo largo del prolongado Movimiento de Reforma Agraria y la Guerra de Liberación (1945-1949) e incluso después de renunciar a su cargo de secretario general del PCCh. Realizó numerosas investigaciones y escribió ensayos como On the Development of New-Style Capitalism [Sobre el desarrollo del nuevo estilo de capitalismo] (1942). Reiteradamente propuso al Comité Central del PCCh la idea de fomentar el desarrollo del capitalismo rural bajo un régimen revolucionario. En el libro de Bo Yibo Reflections on Several Major Decisions and Events [Reflexiones sobre varias decisiones y acontecimientos importantes], la sección titulada The Blueprint for New China’s Construction Drafted at the Second Plenary Session of the Seventh CPC Central Committee [El anteproyecto para la construcción de la Nueva China redactado en la Segunda Sesión Plenaria del Séptimo Comité Central del PCCh] destaca que Zhang, entonces miembro del Buró Político del Comité Central del PCCh y miembro permanente del Buró del Noreste del Comité Central, presentó un documento al Comité Central antes de la sesión plenaria titulado Outline of Northeast China’s Economic Composition and Basic Economic Policies [Esbozo de la composición económica y las políticas económicas básicas del noreste de China]. El documento fue posteriormente revisado por Liu Shaoqi y perfeccionado por Mao, quien afirmó de manera explícita: “En términos de política económica general, el capital privado debe ser restringido, pero también debe ser guiado por la vía de servir a la ‘economía nacional y al sustento del pueblo’”.6

En 1956, Chen Yun presentó en el VIII Congreso Nacional del PCCh un informe titulado New Problems That Have Arisen Following Basic Completion of Socialist Transformation [Nuevos problemas surgidos tras la culminación básica de la transformación socialista], en el que introdujo el concepto de “tres componentes principales, tres suplementos”.7 Argumentó que, dentro del marco de la propiedad pública y la economía planificada, el desarrollo del trabajo por cuenta propia y el libre mercado podían complementar el sistema económico socialista. Una vez finalizado el Segundo Plan Quinquenal, Zhou Enlai propuso también la creación de mercados libres dentro de un marco de dirección estatal en determinadas regiones. Estas discusiones evidencian que la idea de “propiedad mixta” dentro de un sistema socialista fue objeto de un prolongado proceso de deliberación y debate en el seno del PCCh. Esta idea fue reafirmada formalmente en la Segunda Sesión Plenaria del Séptimo Comité Central y retomada en el VIII Congreso Nacional del PCCh. Sin embargo, su aplicación práctica encontró múltiples obstáculos.

A la luz de estos antecedentes, la “cooperativización” agrícola de principios de la década de 1950, la integración de la burguesía nacional durante la Campaña de los Tres Antis (1951) y la Campaña de los Cinco Antis (1952), la transformación pacífica de la industria y el comercio mediante asociaciones público-privadas en torno a 1956 y la posterior conversión de la artesanía nacional siguieron el principio de la propiedad mixta. Estas políticas lograron importantes avances y ayudaron a resolver desafíos clave en la construcción socialista. En contraste, dichos problemas fueron abordados de manera deficiente en la experiencia socialista soviética, lo que contribuyó al colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, a finales de la década de 1950, el socialismo chino enfrentó reveses significativos. Tras la Segunda Sesión del VIII Congreso del PCCh, en mayo de 1958 el Partido adoptó la línea general de “movilizar todos los esfuerzos, apuntar alto y lograr resultados mayores, más rápidos, mejores y más económicos en la construcción del socialismo” (Institute of Party History and Literature of the Central Committee of the Communist Party of China [Instituto de Historia y Literatura del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China], 2020: 42-244). Esta directriz sentó las bases para la campaña nacional del Gran Salto Adelante y la creación de comunas populares. Estas iniciativas, acompañadas de movimientos de masas, generaron la ilusión momentánea de que el comunismo era inminente. Sin embargo, en poco más de un año, estos esfuerzos fracasaron uno tras otro. Durante la Revolución Cultural, Mao intentó otro experimento al establecer Comités Revolucionarios inspirados en el modelo de la Comuna de París, como la Comuna de Shanghái y la Comuna de Beijing. No obstante, este último intento también terminó en fracaso.

VIII.

Comprender los éxitos y fracasos entrelazados de este periodo histórico, explorar sus causas y analizar su impacto a largo plazo en el movimiento socialista se ha convertido en un punto central de debate en la historia de la Revolución China y el movimiento socialista mundial. La investigación sobre este tema abarca múltiples enfoques teóricos y académicos desde perspectivas tanto de izquierda como de derecha. Entre estos debates, los fracasos del Gran Salto Adelante y del movimiento de las comunas populares han generado las críticas más agudas y las discusiones más intensas. Sin embargo, estas intervenciones suelen pasar por alto el hecho de que las primeras críticas y reflexiones sobre estos fracasos surgieron dentro del propio PCCh.

En la reconocida Conferencia de Zhengzhou de 1959, apenas un año después del lanzamiento del Gran Salto Adelante, Mao condenó el “viento comunista” que se extendió como consecuencia del establecimiento de las comunas en el otoño de 1958 (1959). Posteriormente, entre principios de 1959 e inicios de 1962, Mao desarrolló al menos diez rondas de autorreflexión y autocrítica en distintos niveles y contextos dentro del PCCh. Cabe destacar que durante este periodo estudió detenidamente los Problemas económicos del socialismo en la URSS de Stalin y la publicación soviética Economía política, un texto cuyo propósito era reexaminar las prácticas previas en la construcción del socialismo. A partir de este proceso, propuso un marco teórico original: “Es posible dividir la transición del capitalismo al comunismo en dos etapas: una del capitalismo al socialismo, que podría denominarse socialismo subdesarrollado; y otra del socialismo al comunismo, es decir, del socialismo comparativamente subdesarrollado al socialismo comparativamente desarrollado, a saber, el comunismo” (1977). Esta formulación no solo respondía a una evaluación del Gran Salto Adelante, sino que implicaba una reconsideración teórica más profunda sobre la trayectoria del desarrollo socialista.

Al igual que la retirada estratégica inmediata de Lenin y la rápida implementación de la NEP como resultado los reveses del Comunismo de Guerra en 1921, la retirada tras el fracaso del Gran Salto Adelante comenzó ya en 1960. En 1962, el Borrador del Reglamento sobre las Comunas Populares Rurales estipulaba explícitamente que “el equipo de producción es la unidad contable básica de la comuna popular (…) este sistema se mantendría sin cambios durante al menos treinta años” (República Popular China, [1962] 2012).

Al analizar el pensamiento y la práctica de Mao a mediados de la década de 1950, en particular sobre los tan criticados errores izquierdistas, es necesario adoptar una perspectiva más historicista. Durante este periodo, Mao no adhirió completamente a la estrategia de coexistencia de cinco formas de propiedad propuesta en la Segunda Sesión Plenaria del Séptimo Comité Central del PCCh. En su lugar, trató de evitar desvíos experimentando con el sistema de comunas populares como una vía alternativa hacia el socialismo. ¿Puede explicarse esto únicamente como un error de izquierda, o es necesario diferenciarlo de otras desviaciones izquierdistas en la historia de la revolución china?

Desde su participación en el Instituto de Formación del Movimiento Campesino de Guangzhou, en 1924, Mao estuvo profundamente comprometido con la exploración de las características específicas de la Revolución China (Berkley, 1975: 161-179). Estas prolongadas reflexiones continuaron inevitablemente después de 1949, influyendo en su concepción del socialismo y, en particular, en el camino que debía seguir en China. Un análisis más detallado del avance precipitado del Gran Salto Adelante y del movimiento de las comunas populares, así como de las consideraciones teóricas y deliberaciones complejas que marcaron su implementación, exige vincular estos procesos con el creciente énfasis de Mao en la lucha ideológica de clases a partir de la década de 1960.

Sus reiteradas reflexiones sobre cómo impedir que el capitalismo socavara y subvirtiera el socialismo desde dentro estuvieron profundamente ligadas a su énfasis en la naturaleza semicolonial y semifeudal de la sociedad china, y a su afirmación de que “la cuestión campesina es la cuestión fundamental de la revolución china” y que “la esencia de la revolución china es una revolución campesina” (1968). Asimismo, estas ideas se vincularon indudablemente con la divergencia ideológica entre los partidos comunistas de China y de la Unión Soviética a partir de la década de 1950 y culminaron en los debates sino-soviéticos de los años sesenta. Todos estos factores históricos convergieron para generar el entorno en el que surgieron las Tres Banderas Rojas y el Gran Salto Adelante.

Si vinculamos estos procesos con la realidad histórica, no podemos limitarnos a identificar errores de izquierda específicos, sino que debemos analizar su relación con el pensamiento y la teoría socialista de Mao. Además, es esencial situar estos debates dentro del desarrollo más amplio del movimiento socialista mundial y examinar cómo se conectan con la evolución de la teoría y la práctica socialistas. Por ejemplo, si analizamos el concepto de la comuna popular en la actualidad, es evidente que está vinculado con la idea de Lenin de que “esta nueva sociedad es de nuevo una abstracción que solo puede nacer pasando por una serie de intentos variados, imperfectos y concretos de crear tal o cual Estado socialista”. ¿Podrían considerarse las comunas populares como un “intento imperfecto y concreto”, o como un intento de transición directa al “socialismo íntegro”? A la inversa, ¿demostró el fracaso de la comuna popular que la transición directa al “socialismo íntegro” no era viable?

Estas cuestiones merecen una profunda reflexión, ya que no solo debemos valorar los logros del movimiento socialista, sino que también los fracasos constituyen experiencias valiosas y jalones históricos para la práctica futura. Estos conllevan una importancia clave mediante su revisión exhaustiva y la autocrítica.

Cuando Lenin afirmó que “no hay ni un solo libro en el que se escriba del capitalismo de Estado que existe bajo el comunismo”, no solo estaba señalando la ausencia de un modelo prediseñado para el socialismo. También advertía a quienes siguieron la Revolución de Octubre que el socialismo debía construirse desde la práctica, sin respuestas preestablecidas. La experiencia histórica ha demostrado que ni Rusia ni China pudieron avanzar directamente hacia el “socialismo íntegro” en un contexto de desarrollo industrial insuficiente, sino que tuvieron que atravesar “una serie de intentos variados, imperfectos y concretos de crear tal o cual Estado socialista”. Por lo tanto, el socialismo es, en esencia, un movimiento basado en la experimentación, y podría sostenerse que la reforma y apertura de China en la década de 1980 es una manifestación de este mismo espíritu experimental.

IX.

En 1985, Deng Xiaoping dijo a las delegaciones visitantes de Argelia y Japón que toda la política de puertas abiertas de China era un gran experimento que no se encontraba en los libros; si el camino tomado era el correcto, solo el tiempo lo determinaría (1993: 130-133). Henry Kissinger le dijo en una ocasión a Deng Xiaoping: “Nadie ha intentado nunca una reforma de la envergadura de la de China. Ningún otro país ha intentado combinar economías planificadas y de mercado… Si lo consiguen, plantearán cuestiones filosóficas tanto para las economías planificadas como para las de mercado” (Party Literature Research Centre of the CPC Central Committee, 2004: 1094).

En retrospectiva, resulta evidente que el proceso de reforma iniciado en la década de 1980 —un experimento sin precedentes en la historia de la humanidad— no fue una explosión repentina de sabiduría china ni una simple respuesta forzada a una crisis. Más bien representó un desarrollo lógico dentro del movimiento socialista. Esto se hace particularmente evidente en el hecho de que, tras una serie de exploraciones y experimentos, China estableció un sistema económico basado en la propiedad pública como pilar fundamental, permitiendo la coexistencia de múltiples formas de propiedad. Este sistema ha demostrado repetidamente su éxito en el milagro económico que ha perdurado durante décadas, marcando así el inicio de una nueva etapa en la historia del movimiento socialista.

A lo largo del siglo XX muchos países socialistas emprendieron reformas. Desde mediados de la década de 1950, Polonia, Hungría, la República Democrática Alemana, Bulgaria, Checoslovaquia, Rumania, Albania, Yugoslavia y otras naciones implementaron diversas estrategias de reforma. Aunque el objetivo inmediato de estas medidas era liberarse del modelo soviético e iniciar el proceso de industrialización que ya habían emprendido los países capitalistas occidentales, todos ellos tuvieron que experimentar con nuevas estructuras de propiedad política y económica. Sin embargo, la mayoría de estas reformas fundamentales fracasaron, lo que condujo al colapso del socialismo en estos países y marcó un punto de crisis sin precedentes para el movimiento socialista mundial.

La pregunta que surge entonces es por qué solo la reforma china tuvo éxito. Más aún, ¿cómo logró China integrarse en las relaciones de producción capitalistas globales en la década de 1990 sin alterar de manera fundamental las principales características de su sistema ideológico, político y económico? Por el contrario, China continuó desarrollándose como una nueva forma de socialismo, experimentando con prácticas nunca vistas en la historia del movimiento socialista, en medio de una era de división, agitación y reestructuración a nivel global.

X.

Relacionar el proceso de reforma iniciado en los años ochenta con el carácter experimental del movimiento socialista, marcado tanto por éxitos como por fracasos, permite una perspectiva de análisis más compleja. Por ejemplo, en cuanto a la relación entre las reformas iniciadas en la década de 1980 y la NEP de Lenin, China es claramente heredera del pensamiento leninista. Sin embargo, al comparar ambos procesos con mayor detenimiento se evidencian diferencias significativas. En términos prácticos, la manera en que se implementó el retroceso, la forma en que se tomaron desvíos y los métodos utilizados para corregir errores del pasado naturalmente generaron diferencias. Estas distinciones tienen raíces históricas profundas. Las revoluciones lideradas por Lenin y Mao divergían en cuanto a trayectorias, políticas, métodos y estrategias. Estas diferencias contribuyeron a la complejidad histórica de la Revolución China y, al mismo tiempo, forman parte de la complejidad de las reformas contemporáneas de China. Por lo tanto, comprender esta complejidad requiere conectar su análisis con el desarrollo histórico del pensamiento y las teorías de Mao.

Es fundamental un estudio detallado de las diferencias entre las estrategias y concepciones de Mao y Lenin en relación a la transición socialista, así como de la manera en que cada uno integró el marxismo en su revolución nacional, generando aportes únicos. Por ejemplo, muchas investigaciones han abordado Sobre diez grandes relaciones de Mao, pero rara vez se han analizado sus ideas creativas en relación con las diferencias entre el camino de la Revolución de Octubre y el proceso revolucionario que gradualmente tomó forma en China. Esta diferencia comenzó a manifestarse desde el establecimiento de la primera base rural revolucionaria en Jinggangshan en 1927, no se limitaba únicamente a estrategias y métodos revolucionarios, sino que implicaba concepciones distintas del socialismo. Podría argumentarse que las reformas actuales están, ya sea de manera sutil o directa, conectadas con las ideas de Sobre diez grandes relaciones. Sin embargo, esta conexión no es simplemente una cuestión de herencia: implica tanto continuidad como ruptura, en una relación dialéctica de afirmación y negación.

XI.

Al examinar el socialismo en la actualidad, muchos intelectuales tienden a pasar por alto la complejidad de la Revolución China y el posterior proceso de reforma y apertura. Un estudio directo y exhaustivo de esta complejidad excede el propósito de esta intervención. No obstante, frente a la realidad actual de China, especialmente el hecho de que la reforma —incluidos sus diversos experimentos— no se ha detenido y sigue en desarrollo, resulta pertinente debatir ciertas cuestiones propensas a malentendidos o interpretaciones erróneas.

Uno de los principales problemas radica en que muchas personas no reconocen un elemento clave de la reforma china, heredado de la estrategia de Lenin: la idea de que el “socialismo íntegro” no puede alcanzarse mediante una transición directa. No solo suele pasarse por alto este concepto, sino que, debido a prejuicios arraigados, muchas personas continúan interpretando el proyecto socialista como un “socialismo íntegro”, un modelo ideal que podría alcanzarse mediante reformas y que cumpliría con ciertos estándares en todos los ámbitos. Así, la reforma se percibe como un proceso de poda de un árbol rebelde e imperfecto: difícil, pero factible con los métodos correctos, hasta restaurar la vitalidad del árbol socialista. Si bien en la Séptima Sesión Plenaria del Séptimo Comité Central del PCCh, Mao planteó explícitamente la coexistencia de múltiples sectores económicos, aún hay quienes no relacionan estas ideas con el proceso de reforma actual. No advierten que la reforma actual implica, en esencia, un retorno a la coexistencia y el desarrollo de cinco sectores económicos dentro de un sistema socialista. Tampoco comprenden que esta transición indirecta al socialismo supone rodeos, probablemente extensos, que requerirán inevitablemente numerosos experimentos. En muchos casos, las personas no han asumido la magnitud de este proceso de reformas o simplemente no están preparadas para afrontarlo.

Como consecuencia, ante diversas problemáticas en la sociedad china actual que no parecen ajustarse al espíritu ni a los principios del socialismo, como la creciente estratificación social, la desigualdad de ingresos (en algún momento el coeficiente de Gini de China llegó a superar al de Estados Unidos), la distribución desigual de oportunidades y recursos, la grave “involución social” y la persistente expectativa de materializar un “socialismo íntegro”, es inevitable que surjan interrogantes. La gente comienza a cuestionar si la dirección de la reforma es la correcta o, incluso, si China sigue siendo un país socialista.

No obstante, estas dudas no pueden atribuirse simplemente a una falta de comprensión. En El Manifiesto Comunista, Karl Marx y Friedrich Engels afirmaron: “En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas” (2012). Con esto, reconocían la capacidad transformadora que desata tal desarrollo. Por lo tanto, cuando quienes aún aspiran a alcanzar de inmediato el “socialismo íntegro” observan la enorme expansión de las fuerzas productivas en China, pero también perciben contradicciones entre estos cambios y los ideales y valores socialistas, su confusión no puede desestimarse como un simple error. Son testigos de procesos reales y de las transformaciones concretas que atraviesa la sociedad china.

Por otra parte, para algunos intelectuales familiarizados con las obras de Friedrich Hayek o con críticas similares al socialismo, y que se identifican con el neoliberalismo y sus conceptos de orden espontáneo y libertad individual, la situación se vuelve aún más compleja. Sus inclinaciones ideológicas determinan qué aspectos ven y cuáles ignoran: para ellos, los hechos son secundarios frente a su marco teórico preexistente.

XII.

Sin profundizar demasiado en la teoría económica, es conveniente plantearse algunas preguntas más prácticas y de sentido común sobre el proceso de reforma de China. En particular, ¿qué ha logrado el socialismo chino tras la reforma, que el capitalismo actual no ha podido o no podría lograr? Un dicho común en China es: “Para hacerse rico, primero hay que construir carreteras”. En la práctica de la reforma, el significado de esta frase ha evolucionado continuamente hasta abarcar la ejecución de diversos proyectos de infraestructura a gran escala. Por ello, la construcción y el mantenimiento de estas obras constituyen un punto de referencia clave para comparar las diferencias entre el socialismo chino y el capitalismo de libre mercado.

Estados Unidos cuenta actualmente con una red ferroviaria de 293.564,2 kilómetros, casi el doble que la de China (CIA, 2024). Sin embargo, China ha construido aproximadamente 36.100 kilómetros de ferrocarril de alta velocidad, mientras que en Estados Unidos esta cifra es de cero kilómetros.8 A primera vista, parece haber fortalezas y debilidades en ambos modelos, pero existe una diferencia fundamental: los ferrocarriles estadounidenses son mayoritariamente de propiedad privada y una de las consecuencias más evidentes de ello son los frecuentes accidentes. Según datos de la Oficina de Estadísticas de Transporte de Estados Unidos, entre 1990 y 2021 se registró un promedio anual de 1.704 descarrilamientos de trenes, lo que equivale a 4.7 incidentes diarios (Sommerland, 2023).

El subdesarrollo de los ferrocarriles en Estados Unidos se debe, en parte, a las características geográficas del país: vastas extensiones de territorio con baja densidad de población, lo que ha favorecido el uso del avión como principal medio de transporte. Esto explica, en parte, por qué en 2018 el país contaba con 19.627 aeropuertos, incluidos 5.099 públicos (US Department of Transportation Federal Aviation Administration, 2018), mientras que en China solo había 814. Sin embargo, un análisis más detallado muestra que la mayoría de los aeropuertos estadounidenses son privados y solo unos pocos cientos cuentan con sistemas de compra de boletos en línea. Además, muchos de estos aeropuertos se encuentran en estado de deterioro y requieren una modernización urgente. Lo mismo ocurre con los equipos y la infraestructura de apoyo a las aerolíneas, que en su mayoría son obsoletos.

El sector de la aviación en Estados Unidos ha atravesado una crisis desde la pandemia de COVID-19, con un aumento en la frecuencia de accidentes que han acaparado la atención de los medios. Estos incidentes se han vuelto tan comunes que han pasado a considerarse parte de la normalidad. Sin embargo, al igual que con la situación ferroviaria, estos problemas deberían haberse resuelto hace tiempo, pero no pueden solucionarse rápidamente ni existe un plan claro para hacerlo. La gravedad de esta crisis radica en que la mayoría de las empresas involucradas en la industria de la aviación son privadas. Ante la presión por obtener ganancias, reducir costos, la competencia y otras fuerzas de mercado, estas compañías no tienen una solución integral para enfrentar estos desafíos y, en muchos casos, carecen de los recursos para abordarlos.

Como país construido en torno al automóvil, la infraestructura vial de Estados Unidos tampoco está exenta de problemas. Una sola estadística resulta reveladora: hay 617 mil puentes en el país, de los cuales el 42% fueron construidos hace más de 50 años, y la mayoría de las infraestructuras tienen una vida útil de aproximadamente cinco décadas. Además de los puentes, todo el sistema de infraestructura estadounidense necesita reparaciones o incluso una reconstrucción integral, ya que gran parte del equipamiento está obsoleto. Según la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles (ASCE por su sigla en inglés), el déficit de financiamiento en infraestructuras en Estados Unidos superará los 2 billones de dólares para 2025 (American Society of Civil Engineers, 2024). Considerando la situación fiscal actual del país, surge el interrogante sobre de dónde provendrán estos fondos.

Este panorama del sistema de transporte estadounidense permite contextualizar la estrategia china de “para enriquecerse, primero hay que construir carreteras”. En esta comparación, se hace evidente una cuestión clave: la incapacidad de los denominados “países avanzados” y de superpotencias ricas como Estados Unidos para construir y mantener infraestructuras a gran escala. Contrastando esta situación con los ambiciosos proyectos de infraestructura de China, se vuelve más fácil comprender por qué Estados Unidos no ha logrado objetivos similares.

Un ejemplo emblemático es la construcción de la red ferroviaria de alta velocidad de China. No solo ha requerido inversiones masivas —la construcción de cada kilómetro de vía férrea costó entre 120 y 150 millones de yuanes—, sino que también los costos operativos son elevados. Además, muchas de las rutas atraviesan regiones económicamente subdesarrolladas, por lo que es improbable obtener beneficios sustanciales a corto plazo. Desde una perspectiva puramente de mercado, esta red ferroviaria resulta altamente irracional y contradice los principios del mercado. Sin embargo, China ha desestimado estas críticas y ha continuado expandiendo su red de alta velocidad, a pesar de las bajas expectativas de rentabilidad.

Otro caso, que podría ser considerado aún más irracional, es la construcción de puentes en Guizhou. En los últimos años, esta provincia ha edificado 28.023 puentes viales, conectando una red de 210 mil kilómetros de carreteras. La mitad de los 100 puentes más altos del mundo, incluidos 4 de los 10 primeros, se encuentran en Guizhou. Esta región ha sido históricamente una de las más pobres y subdesarrolladas de China, y el refrán “no hay llanura en tres li, ni cielo despejado en tres días” ilustra sus duras condiciones geográficas y climáticas.9 Si bien podría argumentarse que estos puentes responden a razones geopolíticas, dada la cercanía estratégica de Guizhou con el Sudeste Asiático, este factor por sí solo no resulta lo suficientemente convincente, considerando la magnitud de la inversión y el riesgo de que no haya retorno alguno.

Un tercer ejemplo es el programa de transmisión eléctrica de oeste a este. Este proyecto incluye tres corredores de miles de kilómetros que utilizan tecnología de transmisión de ultra alta tensión para atravesar montañas, desiertos y ríos, conectando el norte con el sur y el oeste con el este. Su implementación ha requerido una inversión de 4,4 billones de yuanes a lo largo de un período de más de 30 años. Uno de sus logros más significativos ha sido proporcionar acceso a electricidad, agua e internet a cientos de millones de habitantes de las zonas rurales de China. Este avance no solo representa un hito en la historia moderna, sino que también demuestra que la utopía no es una simple abstracción y que la “prosperidad común” es alcanzable.

Estos ejemplos ponen de manifiesto una contradicción profunda. Aunque el desarrollo de la economía de mercado es un principio fundamental de la reforma china y una estrategia económica nacional, gran parte del trabajo práctico de desarrollo no se ha alineado con los principios de una economía de mercado puramente orientada al lucro. A distintos niveles y en diversos ámbitos, estos proyectos han dado lugar a nuevas combinaciones de factores económicos, productivos y de recursos.

Los efectos de estos experimentos han trascendido ampliamente los límites de los proyectos en sí, alcanzando áreas metropolitanas, ecosistemas industriales e incluso barrios residenciales. Dado que China desempeña un papel central en el desarrollo económico global, particularmente a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, estos experimentos adquieren un significado aún mayor: ofrecen una visión para la reestructuración y reorganización de la economía mundial a gran escala en sintonía con los principios socialistas.

XIII.

En el análisis del proceso de reforma y apertura de China, especialmente antes de la “Nueva Era” marcada por el XIX Congreso Nacional del PCCh en 2017, la construcción de infraestructuras a gran escala dirigida por el Estado no solía recibir la misma atención que los logros del sector privado, como Taobao y Ant Financial (ahora Ant Group) de Jack Ma o Tencent Holdings de Pony Ma.10 Esto tuvo consecuencias significativas: para muchas personas en China, el significado de la reforma no estaba del todo claro. Para algunos, podía asociarse con el desarrollo pleno de la economía de mercado; para otros, con la posibilidad de que algunos se enriquecieran primero, o simplemente con un medio para modernizar China. Estas interpretaciones, de carácter puramente economicista, se han vuelto cada vez más populares en los últimos años. Cuanto más éxito tiene el proceso de reforma, más se consolida esta visión economicista.

Sin embargo, la reforma en China marca el inicio de una nueva etapa histórica para el movimiento socialista. La integración de la economía de mercado dentro de la economía socialista y su posterior reestructuración en un nuevo sistema económico no es un fenómeno puramente económico. En la práctica, el proceso de reforma está atravesado por profundas contradicciones ideológicas, en las que distintas corrientes de pensamiento compiten por materializarse a través de la reforma.

Para criticar esta visión economicista de la reforma y reconocer la lucha ideológica implícita en ella, el trabajo de Louis Althusser puede servir como un valioso recurso teórico. A pesar de los esfuerzos de académicos como Chen Yue y Wu Zifeng en la traducción y el estudio de la obra de Althusser, sus teorías aún no han recibido suficiente atención en el ámbito académico chino, ni siquiera dentro de los círculos intelectuales de izquierda. Desde la perspectiva del desarrollo del marxismo contemporáneo, el pensamiento de Althusser es distintivo: además de criticar enérgicamente la filosofía tradicional desconectada de las masas y de la práctica política, insistió constantemente en la necesidad de vincular la teoría con la práctica. Esto distingue sus aportes de la corriente principal de estudios marxistas occidentales surgidos en los años cincuenta y, en particular, de las teorías de izquierda que se desarrollaron a partir del posmodernismo. En este sentido, el pensamiento de Althusser resulta relevante para construir una perspectiva crítica de la historia del movimiento socialista, al tiempo que permite centrar el análisis en la práctica concreta del socialismo contemporáneo.

Dentro del mapa del marxismo contemporáneo, la obra de Althusser Sobre la reproducción del capitalismo (2014) ocupa un lugar fundamental. Este texto reconstruye la teoría marxista del Estado y desarrolla plenamente la noción de los aparatos ideológicos del Estado, estableciendo su relación inseparable con la reproducción de las relaciones de producción. En comparación con los escritos de Marx y Lenin sobre el Estado, Althusser introduce un concepto clave: la ideología. Luego de analizar, criticar y reinterpretar diversas concepciones tradicionales de la ideología, incluida la marxista clásica, presenta una nueva formulación: la ideología no es simplemente una actividad del pensamiento ni una entidad puramente abstracta, sino una realidad material. La ideología siempre se manifiesta dentro de instituciones específicas, en particular dentro del Estado y sus aparatos, convirtiéndose en un componente estructural indispensable para su funcionamiento.

XIV.

En el marco teórico de Althusser, la relación entre ideología y producción económica no es una división dualista. Por el contrario, se sostiene que la producción económica y la ideología no están completamente desligadas la una de la otra. Esta perspectiva difiere de diversas interpretaciones históricas de la ideología. Althusser no solo niega la espiritualidad de la ideología, también cuestiona la opinión de que la ideología forma parte de la superestructura. Las ideologías están integradas en todas las actividades del Estado. Para ilustrarlo, utiliza una metáfora célebre: si consideramos el Estado y la sociedad como un edificio, la ideología es el cemento que los mantiene unidos. Ningún rincón, capa o espacio en este edificio puede existir sin cemento. Del mismo modo, la ideología impregna todas y cada una de las partes del edificio del Estado, incluidas las actividades prácticas de las personas que lo componen. Incluso penetra en la relación entre la práctica económica y la práctica política.

El pensamiento de Althusser permite analizar la reforma china desde una perspectiva más fresca que la clásica dicotomía marxista de superestructura y base económica. Si volvemos a la cuestión de las infraestructuras a gran escala, la pregunta sigue siendo por qué fue el Estado, y no el capital privado, quien asumió estas inversiones. La respuesta inmediata es que el capital privado solo invierte cuando obtiene ganancias. Sin embargo, tras esta explicación práctica subyace la noción de homo economicus (el ser humano como ente económico y racional). A su vez, esta noción se basa en todo un sistema de conocimiento, que incluye la economía clásica, la sociología y la filosofía moderna, un sistema que es inequívocamente ideológico.

Cuando Mao formuló el marco económico de la Nueva Democracia, defendió la coexistencia y el desarrollo de cinco tipos de sistemas de propiedad, cada uno representando una relación de producción distinta. La reforma china, por lo tanto, tiene lugar dentro de una red formada por cinco relaciones de producción diferentes. Esta complejidad ha sido poco estudiada, ya que, en la historia de la construcción socialista, es inusual que múltiples relaciones de producción coexistan de manera tan estrecha durante un periodo prolongado. Sin embargo, si adoptamos la perspectiva de Althusser y aplicamos su teoría de la reproducción de las relaciones de producción, podemos encontrar una forma de explicar y pensar esta complejidad.

Desde la teoría del Estado de Althusser, una China socialista que ha establecido un gobierno revolucionario con control sobre los aparatos ideológicos del Estado naturalmente los emplea para garantizar la reproducción de las relaciones socialistas de producción. Sin embargo, dado que las políticas económicas de China permiten la coexistencia de diferentes formas de propiedad, es natural que estas formas también participen en la reproducción de determinadas relaciones de producción. Como resultado, surge una competencia inevitable entre ellas. Esta competencia cumple dos funciones: por un lado, dinamiza la economía, generando nuevas oportunidades de desarrollo y transformación estructural; por otro, recurre a diversos mecanismos estatales, salvo el aparato político que está firmemente controlado por el Estado socialista, para asegurar su propia reproducción. Esto lleva a la siguiente pregunta: ¿puede esta reproducción en múltiples capas, espacios y direcciones ser un factor determinante en la complejidad del desarrollo económico dentro del proceso de reforma? ¿Y es también una razón esencial de la existencia de distintos sistemas ideológicos y de conocimiento opuestos y en conflicto dentro del actual proceso de reforma?

Las dificultades para comprender el socialismo chino contemporáneo suelen provenir de una comprensión insuficiente de la complejidad de las reformas en curso y del carácter experimental del movimiento socialista. Sin embargo, la reforma de China demuestra que enfrentarse a estas complejidades y reconocerlas dentro del desarrollo histórico de la teoría marxista es necesario para navegar por las complejas realidades de los “grandes cambios nunca vistos en un siglo”, abriendo así nuevas posibilidades para alcanzar el socialismo.11 No cabe duda de que la reforma china no es una reforma puramente economicista, sino una serie de experimentos sin precedentes en la historia del movimiento socialista.

Notas

1Este artículo está basado en la intervención del autor en un seminario académico titulado “Los ‘dos movimientos’ de la década de 1980 y las cuestiones socialistas en la China contemporánea”, organizado por la Beijing Cultural Review (Wenhua Zongheng) el 16 de marzo de 2024.

2Para más información sobre la Comuna de París, léase: Karl Marx, V.I. Lenin, Bertolt Brecht, Tings Chak y Vijay Prashad, Paris Commune 150. LeftWord Books, 2021.

3Smena Vekh era una revista publicada por emigrados rusos que anteriormente habían sido leales al movimiento conservador Blanco en la guerra civil rusa. Dirigida por N. V. Ustrialov, esta tendencia consideró más tarde a los bolcheviques como una expresión de la voluntad nacional rusa. Véase: Pushchaev, “The Smenovekhovtsy Movement as the First Historical Attempt to Reconcile the Reds and the Whites: Achievements and Failures” [“El movimiento Smenovekhovtsy como el primer intento histórico de reconciliar a los rojos y los blancos: logros y fracasos”]. 2023.

4Prodraverstka hace referencia a la política de adquisición de grano al campesinado a un precio fijo, que los bolcheviques adoptaron como medida del comunismo de guerra. Véase: Silvana Malle, The Economic Organization of War Communism 1918-1921. Cambridge University Press, 1985.

5Zhang Wentian (1900-1976) fue un dirigente y teórico del PCCh nacido en Nanhui (actualmente parte de Shanghái). Fue veterano de la Larga Marcha y desempeñó diversos cargos directivos, como el de secretario general del PCCh, viceministro de Asuntos Exteriores de China y director de la Academia de Marxismo y Leninismo. Para más información sobre su obra, consulte Zhang Wentian,, 1985.

6Liu Shaoqi (1898-1969) fue un destacado teórico y estadista del PCCh nacido en Ningxiang, provincia de Hunan. Desempeñó un papel destacado en el Soviet de Jiangxi y en la Larga Marcha, y más tarde fue presidente de la República Popular China y presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional.

7Chen Yun (1905-1995) fue un dirigente del PCCh que desempeñó un papel clave en la configuración de la política económica de China bajo los liderazgos de Mao Zedong y Deng Xiaoping. Nacido en Qingpu (ahora parte de Shanghái), fue jefe de la Comisión Central Financiera y Económica de China. Para saber más sobre su obra, consulte Chen Yun, 1999: 13-26.

8 Esto puede haber sido así cuando el autor escribió este artículo. Sin embargo, desde 2024, China cuenta con 45 mil kilómetros de tren de alta velocidad, mientras que Estados Unidos tiene 735 kilómetros.

9 El li (里) es una unidad tradicional de medida de distancia en China. Un li equivale aproximadamente a 500 metros.

10 En el XIX Congreso del PCCh en 2017, el Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era fue adoptado como ideología rectora e incorporado a la constitución del PCCh. Este lema reafirmó el objetivo de alcanzar la modernización socialista y el rejuvenecimiento nacional.

11La frase “grandes cambios nunca vistos en un siglo” es utilizada con frecuencia por el presidente Xi Jinping y el PCCh para referirse a los cambios en el centro de gravedad del poder económico y político mundial.

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