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Boletín de ArteNº 15

Poesía contra el fascismo

Boletín de Arte Tricontinental n° 15 (mayo de 2025)

En la Segunda Guerra Mundial, la poesía fue un arma. Desde Leningrado asediado hasta Santiago, las palabras inspiraron esperanza y honraron a lxs caídxs. Descubre el arte que surgió de la Batalla de Stalingrado.

[Escucha la Sinfonía nº 7 en do mayor, Op. 60 Leningrado, de Dmitri Shostakóvich: I. Allegretto, compuesta en diciembre de 1941, en un principio como dedicatoria a Vladimir Ilich Lenin y más tarde en homenaje a la ciudad sitiada de Leningrado.]

Levántate y sé valiente, tal como ella

Ella se alza en la cima de Mamayev Kurgan, dominando Stalingrado (actual Volgogrado), blandiendo una espada gigante hacia el cielo abierto. Con la boca entreabierta y la mano izquierda extendida, llama al pueblo soviético a la batalla. Rodina-mat’ zovyot! [¡La Madre Patria llama!] es un monumento de 85 metros diseñado por Yevgeny Vuchetich para conmemorar la victoria histórica en Stalingrado, construida en 1967 como la estatua más alta del mundo en su época. Personificación de la Madre Rusia, representa las 27 millones de vidas soviéticas perdidas para derrotar al fascismo hace 80 años en este mismo mes. Es quizás la verdadera Estatua de la Libertad para lxs oprimidxs del mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial, o la Gran Guerra Patria (1941–1945) como se la conoció en la Unión Soviética, la voz de la “Madre” y la “Patria” se amplificó a través de la poesía, la pintura, los carteles y las canciones, dando valor a lxs soldadxs en el frente y despertando a la nación.

La estatua La Madre Patria llama y la Llama Eterna en Mamáyev Kurgan, Volgogrado.

Una de esas voces fue la de la poeta Olga Bergholz, conocida como la “La voz de Leningrado”, quien recitó poemas en la radio durante la Operación Barbarroja, de la Alemania nazi y el asedio de casi 900 días a Leningrado que cobró la vida de un tercio de la población de la ciudad. A los seis meses de la ocupación, entre bombardeos que aullaban 12 horas al día y sobreviviendo con una ración diaria de medio pan, Bergholz escribió el poema Conversaciones con una vecina (1941):

Dariya Vlásievna, mi vecina de al lado,
sentémonos a hablar, nosotras dos,
hablemos de los días de paz,
esa paz que tanto anhelamos…

Sobrevivir a las cadenas de este bloqueo,
con la muerte flotando cada día,
¡qué fuerza hemos necesitado, vecina!,
¡qué odio… y qué amor!…

Llegará el día…

Y beberemos a sorbos lentos
copas de vino carmesí resplandeciente.
Y a ti —a ti te erigirán una estatua
y la colocarán en la Plaza Bolshói;
en acero firme e imperecedero,
moldearán tu forma sencilla.

Así como fuiste —famélica, impávida,
con ropas apresuradamente reunidas—;
así como fuiste bajo el fuego de artillería
cumpliendo tu deber sin temblar.

Dariya Vlásievna, por tu espíritu
el mundo entero se renovará.
El nombre de ese espíritu es Rusia.
Levántate y sé valiente, tal como ella.

Pese al asedio, según un testimonio, la gente buscaba consuelo en la poesía: “ávidxs de cultura, lxs trabajadorxs asisten a una velada literaria improvisada. Permanecen inmóviles y absortxs, ignorando las bombas que caen afuera”. Como la obra de innumerables poetas, las palabras de Bergholz buscaban cumplir su promesa: “Nadie es olvidado, nada es olvidado”. Quizás la estatua en Stalingrado sea la propia Dariya Vlásievna, o cualquiera de las millones de mujeres soviéticas que resistieron al fascismo, madres, esposas, hermanas, hijas, soldadas y comandantas del Ejército Rojo, obreras fabriles y científicas en el frente, enfermeras, doctoras, periodistas y poetas, para no ser olvidadas.

Izquierda: Brigadas culturales soviéticas en el Hospital de Evacuación No. 2386. Derecha: En el frente, ca. años 1940.

Cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, el Partido Comunista de la Unión Soviética movilizó no solo a soldadxs, sino también a trabajadorxs literarixs. Las palabras en tiempos de guerra se convirtieron en armas tan cruciales como los tanques y las ametralladoras, para mantener la moral de lxs combatientes, honrar a lxs caídxs, elevar la conciencia política, transformar la ira en resistencia y preservar la esperanza. A este llamado urgente respondieron poetas soviéticxs de diversas nacionalidades, desde consagradxs escritorxs hasta madres en la retaguardia y jóvenes soldadxs que garabateaban versos en trozos de papel desde las trincheras. Miembros de la Unión de Escritores Soviéticos fueron asignadxs como corresponsales de guerra, produciendo poemas y reportajes que aparecían diariamente en los periódicos del Ejército Rojo, mientras brigadas poéticas recorrían trincheras, fábricas y hospitales. Para el renombrado compositor Dmitri Shostakóvich, la guerra generó “un auge colosal de la creatividad nacional. ¡El arte de la Gran Guerra Patria fue un fenómeno estético y social sin precedentes!”

Por cada niñx quemadx en las llamas, por cada ciudad arrasada, habrá retribución

Entre lxs escritorxs más prolíficxs de la guerra estuvo Iliá Ehrenburg. Ya era un autor de fama internacional cuando se desempeñó como corresponsal de guerra para el periódico del Ejército Rojo Krásnaya Zvezdá [Estrella Roja] escribió más de mil artículos y fue vicepresidente del Comité Judío Antifascista. En las primeras semanas de la guerra, escribió Libertad o muerte (5 de julio de 1941), donde señaló que la resistencia contra el fascismo era una defensa de la cultura:

El pueblo soviético valora la cultura. Para ellxs, los libros, las pinturas y las canciones son el aire que respiran. El acceso a nuestras escuelas está abierto para todxs. Entre nosotrxs, el conocimiento es para todxs, como el sol es para todxs. Nos enorgullecemos de Tolstói. Protegemos a nuestrxs hijxs porque son los Pushkins y Tolstóis del mañana… Sabemos lo que está en juego ahora: nuestra libertad, nuestra vida, nuestro futuro. Defendemos el derecho a respirar libremente. Defendemos la paz y la felicidad de nuestrxs niñxs.

Izquierda: Cartas de soldadxs del Ejército Rojo. Derecha: Te espero en el diario de Piotr Yakovlevich Nosov.

Los escritos de Iliá [Ehrenburg] y muchos otros circularon ampliamente por los frentes de batalla, dando valor y esperanza a los soldados del Ejército Rojo. Uno de ellos era el sargento Piotr Yakovlévich Nósov de Mordovia, quien mantuvo un diario detallado de 590 páginas durante sus cinco años de servicio activo. Comentaba los escritos contemporáneos de Ehrenburg, y en un registro copió con su pulcra caligrafía cursiva un poema escrito como respuesta a uno de los poemas bélicos más famosos: ¡Espérame! (1941) de Konstantín Simónov. Dedicado a Valentina Sérova, Simónov escribe:

Espérame y regresaré.
Sólo espérame intensamente:
espera cuando te ponga triste
la lluvia amarilla,
espera cuando arrecie la nieve,
espera cuando haga calor,
espera cuando los demás ya no esperen
y se olviden del ayer.

En su diario, Nósov copió los versos de Te espero, la respuesta anónima a Simónov, que luego se convirtió en canción interpretada por la conocida cantante rusa Alsú, quien cantaba: “Te espero, ¡creo que volverás! Te espero desde todos los lugares”. Ocho décadas después, los escritos de los soldados, especialmente los 6 mil millones de cartas enviadas durante la guerra, se han convertido en importantes documentos históricos. Las cartas se doblaban característicamente en pequeños triángulos y se enviaban gratuitamente desde el frente.

Nosotrxs, que aún no somos libres, saludamos a quienes derrotaron al tirano

La victoria soviética sobre los nazis no fue solo su triunfo, sino uno compartido por toda la humanidad. Innumerables poemas en el mundo alabaron la resistencia soviética, vinculada íntimamente con las luchas de liberación global. Quizá ninguna batalla cautivó más a los pueblos del Tercer Mundo que la Batalla de Stalingrado. El 17 de julio de 1942, el ejército nazi rompió las defensas soviéticas y cruzó el río Don, decidido a tomar Stalingrado en una semana. Su método blitzkrieg, exitoso en tantas capitales europeas, fracasó ante el Ejército Rojo que, siguiendo la consigna “¡Ni un paso atrás!”, resistió 200 días y noches. Esta batalla sangrienta y decisiva, que llevó a la derrota nazi, costó la vida de 1 millón de soldadxs soviéticxs, cientos de miles de civiles y 1.5 millones de soldados nazis.

Izquierda: Cartel ¡La Patria llama! con juramento militar. Derecha: Bandera de la victoria en la Plaza de los Caídos en Stalingrado, 1943.

Peter Blackman fue uno de lxs escritorxs conmovidxs por el heroísmo soviético en Stalingrado. Originario de Barbados y radicado en Gran Bretaña, Blackman participó en la Negro Welfare Association [Asociación para el Bienestar de lxs Negrxs] y la League of Coloured Peoples [Liga de los Pueblos de Color] antes de unirse al Partido Comunista de Gran Bretaña, colaborando con movimientos panafricanos y obreros. En su poema Stalingrado, escribió cómo la noticia de la batalla movilizó al mundo entero: “el gaucho extendió su revuelta en las pampas”, “la ama de casa inglesa interrumpió sus quehaceres” y “desde el Cabo de Buena Esperanza, lxs minerxs negrxs respondieron”. Para Blackman, la supervivencia de Stalingrado, “la estrella de la esperanza… extendiendo su llama”, tuvo un significado histórico universal para los pueblos oprimidos:

Ahora la vida era segura
Pronto todxs lxs seres humanxs serían libres
Una nueva luz brilló sobre África
Nueva fuerza para sus pueblos
Nueva fuerza se derramó sobre Asia
Nueva esperanza para sus pueblos.

Este poema circuló por redes antifascistas, sindicales y panafricanas de la época. Fue difundido por la Progressive Writers Association [Asociación de Escritores Progresistas] y la Colonial Information Bureau [Oficina de Información Colonial], que lo tradujeron al francés y árabe para boletines en las colonias. Décadas después, resurgió cuando Robert Wyatt grabó una canción en 1981 con Blackman recitando el poema.

Mientras tanto, durante su semi-exilio como cónsul de Chile en Ciudad de México, el renombrado poeta comunista Pablo Neruda escribió Canto de amor a Stalingrado (1943) en tanto la batalla aún continuaba:

Guárdame un trozo de violenta espuma,
guárdame un rifle, guárdame un arado,
y que lo pongan en mi sepultura
con una espiga roja de tu estado,
para que sepan, si hay alguna duda,
que he muerto amándote y que me has amado,
y si no he combatido en tu cintura
dejo en tu honor esta granada oscura,
este canto de amor a Stalingrado.

El poema se publicó en periódicos desde Buenos Aires hasta Ciudad de México, donde fue pegado como cartel en los muros de la ciudad. También fue traducido al ruso por Iliá Ehrenburg como símbolo de solidaridad internacional hacia el pueblo soviético.

La poeta Sarojini Naidu y los poetas Sean Blackman, Pablo Neruda y Carlos Drummond de Andrade.

Más allá de lxs comunistas, la resistencia soviética cautivó la imaginación de un amplio espectro de escritorxs. Carlos Drummond de Andrade, uno de los poetas más queridos de Brasil, aunque no conocido por sus escritos políticos, escribió el poema Carta a Stalingrado:

A poesia fugiu dos livros, agora está nos jornais.
Os telegramas de Moscou repetem Homero.
Mas Homero é velho. Os telegramas cantam um mundo novo
que nós, na escuridão, ignorávamos.

sinto-te como uma criatura humana, e que és tu, Stalingrado, senão isto?
Uma criatura que não quer morrer e combate,
contra o céu, a água, o metal, a criatura combate,
contra milhões de braços e engenhos mecânicos a criatura combate,
contra o frio, a fome, a noite, contra a morte a criatura combate,
e vence.

De igual forma, Sarojini Naidu, poeta y líder del Congreso Nacional Indio que trabajó estrechamente con Mahatma Gandhi, escribió el poema A la Unión Soviética (1941). Aunque no era de izquierda, vio en el esfuerzo bélico soviético una conexión profunda con la lucha nacionalista anticolonial. En su poema elogió la resistencia soviética con versos como:  “¡Valiente tierra de Rusia, gloria a ti!/ Corazón de nuestros corazones, hemos llevado tus penas con dolor, tus victorias abrazamos con orgullo” y ofreció solidaridad “Nosotrxs, que aún no somos libres, te saludamos, a ti que al tirano derrotaste”.

La historia nos enseña que la luz siempre vencerá a la oscuridad

Hoy, 80 años después de que la 150a División de Fusileros Motorizada de la Guardia izara la bandera de la Unión Soviética sobre el Reichstag y se firmara el Acta de Rendición de Alemania, se libra una batalla por la memoria de esa historia. El presidente chino Xi Jinping lo expresó claramente en su artículo con motivo del aniversario:

Debemos mantener una perspectiva histórica correcta sobre la Segunda Guerra Mundial. China y la Unión Soviética fueron los principales escenarios de esa guerra en Asia y Europa, respectivamente. Ambos países fueron el principal baluarte de la resistencia contra el militarismo japonés y el nazismo alemán, y realizaron una contribución decisiva a la victoria en la Guerra Mundial Antifascista… La historia nos enseña que la luz siempre vencerá a la oscuridad y que la justicia acabará imponiéndose sobre el mal.

La guerra internacional contra el fascismo fue ganada por muchos pueblos y a un costo humano inimaginable, en particular las 27 millones de vidas soviéticas y los 20 millones de personas chinas que murieron resistiendo el nazismo y la agresión japonesa. Sin embargo, hoy, sobre todo en los países del Norte Global, esta historia está siendo reescrita: cada vez más personas creen que fueron los Estados Unidos, con 418 mil soldados muertos, quienes desempeñaron el papel más decisivo en la derrota del nazismo.

Así como en tiempos de guerra las y los poetas empuñaron las palabras como armas contra el olvido, que también nosotrxs usemos la palabra escrita para mantener viva la memoria de estas millones de vidas, hoy y para las generaciones futuras. Como escribió Nikolái Mayarov, poeta estudiantil y luego oficial de propaganda del Ejército Rojo, muerto cerca de Smolensk a los 22 años: “Y que no piensen que lxs muertxs no escuchan / cuando sus descendientes hablan de ellos”. Sigamos hablando de ellxs.

Izquierda: cartel del 9 de mayo. Derecha: estatua de Karl Marx en la plaza Teatralnaya, Moscú.

En los retratos de este mes, que rinden homenaje a revolucionarixs de todo el mundo, recordamos a Karl Marx, nacido en mayo de 1818. En la plaza Teatralnaya de Moscú, la estatua de Marx sigue en pie, aunque ya no iluminada como en los tiempos soviéticos. Sin embargo, con motivo del 80° aniversario del Día de la Victoria contra el Fascismo, se erigió frente a ella un gran cartel con una sola palabra: “¡Pobeda!” [¡Victoria!].

Cordialmente,

Tings Chak
Directora del Departamento de Arte del Instituto Tricontinental de Investigación Social