Por Diana Broggi[1] 

 

Horas de cuarentena 

La temporalidad se sacude en el contexto de pandemia: pasado, presente y futuro aparecen en un continuo existencial inédito. Las tareas prioritarias se ordenan  frente a la emergencia, cuando el hacer y el pensar desde las distintas trincheras configura respuestas y acciones frente al impacto a nivel vida humana en tiempos de fisura estructural. Muchas veces decimos, quienes no nos conformamos con una posición contemplativa o solo analítica del mundo, que trabajamos para cambiarlo y que para esto es necesario abandonar los análisis impresionistas, intentando construir miradas situadas y lo más integrales posibles.

La crisis estructural y civilizatoria que el COVID-19 como pandemia acentuó, define en la Argentina también, las coordenadas de la desigualdad y sus efectos, la cantidad de casos y la expansión en las villas de la CABA y barrios populares del AMBA develan  que lo “igualitario” del virus  era una fachada insostenible. Porque la desigualdad tiene rostros, historias y vidas humanas, marca efectos concretos en las tramas estructurales mediante la distribución de la riqueza, el acceso a derechos,  y porque las condiciones sociales, económicas, políticas, de las personas tienen consecuencias en sus trayectorias vitales, definen (entre muchas cosas) los cuerpos y su relación con la enfermedad.

Desde la interseccionalidad en la que nos paramos las feministas populares afirmamos que si bien el virus nos afecta -o puede afectar- a todos/as/es, no nos afecta por igual. Este concepto clave (interseccionalidad) en el feminismo remite a la articulación entre respectivos sistemas de opresión, dominación o discriminación. El feminismo interseccional en la década del ´80, presentó la evidencia de que las condiciones de opresión de las mujeres y femeneidades no se inscriben solo por su condición de género. Las feministas negras fueron contundentes en estos aportes a la hora de expresar que no sufrimos lo mismo por ser mujeres, y es necesario contemplar las opresiones de clase, de raza, etnia, que se articulan generando efectos diferenciales.

Comprender la cuarentena desde la interseccionalidad es por ejemplo comprender que ese dispositivo social ( el ASPO) se arma distinto de acuerdo a la clase social, porque no es lo mismo el cómo hacer o el qué hacer de la cuarentena, encerradx ¿dónde?: en una casa, en soledad, en un grupos afectivos, familiares o de amistad, en pareja, en condiciones dignas de vivienda o en un espacio habitacional precario, en  hacinamiento en una cárcel u otra institución de encierro, con infancias y adultxs mayores a cargo o no, cobrando un sueldo a fin de mes, sin trabajo o a punto de perderlo… No es la misma cuarentena si soy migrante, si soy una persona de color. Ni siquiera son las mismas opresiones desde una mirada geopolítica de la desigualdad entre distintos países, donde su desarrollo económico, el rol y el carácter de los estados y sus sistemas de salud, son situaciones que poseen combinaciones distintas y desiguales entre unos y otros,  que marcan diferencias entre la posibilidad de vivir o morir de miles de personas.

Pero si nos concentramos en las condiciones de vida, desde la interseccionalidad sabemos que las desigualdades por motivos de género también profundizan la curva, desde la feminización de la pobreza a los impactos de la cuarentena en la división sexual del trabajo, en el aumento de las tareas de cuidado, en el recrudecimiento de la violencia doméstica, en la frágil situación vital de las personas trans y travestis. Está claro que la vulnerabilidad previa cuestiona el carácter “democrático” del virus y sus efectos diferenciales interseccionalmente.

Sin dudas, el contexto nos arroja múltiples incertidumbres en clave de futuro posible, cuando las fronteras se encuentran cerradas pero asistimos a una globalidad persistente entre la comunicación desde la virtualidad y las asimetrías. Transitamos una época en la que las recetas infalibles no sirven (¿existían?) y en la que la fragilidad neoliberal se expresa en múltiples capas. Nuestras horas de cuarentena son bisagras cotidianas en las cuales se pone en juego la posibilidad de reformular los modos en los que se construye un andamiaje social, económico, cultural, ambiental, simbólico, de futuro diferente.

 

Ayer sin COVID-19

Ser feministas, y feministas populares en particular, nos ha formado en el quehacer frente a las crisis, en ese ejercicio con mirada holística para las intervenciones y la proyección política en la realidad.

Las experiencias históricas, recientes y actualizadas en muchos tiempos, de los feminismos populares frente al neoliberalismo, han “dotado” a los movimientos populares de herramientas para la construcción y los análisis en el marco de proyectos políticos integrales. Bajo ese prisma, que es el de la transversalidad de los feminismos, es necesario recapitular saldos, aprendizajes y herramientas.

Nuestro pasado inmediato en la Argentina, desde 2016 a 2019, implicó una reconfiguración del mapa del campo popular. Se construyó unidad en la resistencia frente al neoliberalismo de un país gobernado por Macri. Los feminismos fueron parte protagonista de un pueblo movilizado en la resistencia a las políticas neoliberales, cuando los ataques fueron permanentes: mediante una política institucional represiva y de ajuste en la política económica, se estableció una ofensiva sobre los derechos básicos: salud, educación, trabajo. Las consecuencias de ese proyecto aún habitan en nuestras realidades y no las llegamos a calibrar,  en términos de la profundización de la pobreza estructural y las pésimas condiciones del precariado, la  pérdida de poder adquisitivo de los sectores medios, el desmantelamiento del Estado como garante de derechos y la consolidación de un discurso orientado desde la conducción gubernamental hacia el individualismo y la meritocracia bajo la rectoría de una lógica empresarial en la gestión de la vida.

Si volvemos al pasado reciente sin COVID-19, podemos encontrar que en esa construcción de sentido común en disputa, la subjetividad neoliberal ya instalaba una otredad enemiga, y a lxs otrxs como amenaza, desde la rivalidad capitalista, la xenofobia y el sálvese quien pueda.

En el capítulo de este ayer inmediato, los feminismos jugaron un rol clave a la hora de disputar sentidos e instalaron desde la materialidad práctica, en el entramado de los movimientos populares, otras formas de habitar y construir desde lo colectivo, desde el compromiso, poniendo el cuerpo, poniendo en palabras “sin callarse más”, tejiendo lazos, redes, aportando mística, reuniendo generaciones. Algunos ejemplos contundentes fueron el 8M y los paros internacionales de mujeres que desde 2017 fueron construyendo un caldero antineoliberal,  con un claro carácter opositor al gobierno, de la misma forma que las jornadas de junio y agosto de 2018 por el aborto legal, construyeron una masividad histórica en las calles, y trascendieron la lucha sectorial, marcando un antes y un después en la política argentina en clave de ​representatividad, de protagonismos transgeneracionales y de disputa cultural – estructural.

Las claves del ayer se actualizan en las mismas historias, en lo inmediato y en décadas anteriores también. Por ejemplo si pensamos que los roles claves se juegan hoy en las trincheras de esta crisis, allí  están las Ramonas, las mujeres, en las barriadas poniendo el cuerpo y organizando las tramas comunitarias, como si volviéramos a otros momentos de la historia reciente (¿los ´90, 2001?) donde ante una crisis, de otras características, otros entramados, las sujetas también son ellas.

Si nos preguntamos cuáles serán las narraciones, los relatos de este contexto y su materialidad, vale la pregunta acerca de cómo fueron contadas antes aquellas historias de las mismas sujetas en una historia reciente, qué sabemos de ellas y qué cambió ahora. Ellas, las hacedoras del feminismo popular en la Argentina, las Ramonas, las que bancan los merenderos, las ollas, las que abren sus casas y sus casillas para armar un comedor, las que cosen los abrigos, si hay abrigos, las que enfrentan todas las violencias, las que reciben y escuchan a las pibas por abortar,  las que alojan frente al consumo problemático, las que toman la fiebre,  las que crían, las que abrazan y acompañan, las que cuidan y a las que nadie cuida.

Ese pasado sin COVID-19, que está presente con muchas situaciones de crisis puestas al hombro generó en estos años un saldo organizativo expresado en el fortalecimiento de los espacios comunitarios y las redes feministas populares en el contexto del macrismo. Estas mallas sociales ahora también actúan como reservorio en las posibles construcciones estructurales de una salida.

 

Minutos de descuento

Siempre el hilo se corta ahí, donde está lo más vulnerable y desatendido, y no hay punto de llegada al que podamos acceder sin la construcción de alternativas. La emergencia  sanitaria hoy acentúa los finos límites y concretamente es la muerte acechando a diario a las, los y les que menos tienen, con una angustia persistente ante el miedo, la extrañeza y la falta de recursos.

Si decimos que hay una revalorización del rol del Estado a nivel mundial en este contexto, es preciso pensar en las condiciones de posibilidad de un cambio de paradigma que posicione ese Estado desde un espacio firme en la construcción de respuestas y andamiajes estructurales en un proyecto estratégico de país.

Si cuando partimos de esa hipótesis pensamos que las políticas neoliberales se han evidenciado lo suficiente como para “no volver” en la Argentina,  más aún necesitaremos reponer horizontes de sentido y materialidad. Si las razones están ahí,  donde se construyeron durante mucho tiempo respuestas alternativas que han dejado saldos concretos y entramados organizativos,  son las redes que hoy sostienen y amortiguan la crisis ante la imposibilidad de un Estado que no termina de recomponerse, luego de 4 años de saqueo estructural.

Hay señales de avance en las tramas institucionales y es importante saber leerlas para calibrar acciones y estrategias. Las agendas de los movimientos han ganado lugar, hay un empujar desde adentro y desde afuera, y la propia creación del primer Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es un ejemplo de eso. En poco tiempo, esos puentes construidos desde ambos lados se han expresado desde la reivindicación de los cuidados por parte del Estado a la valoración y el reconocimiento institucional de las referentas territoriales en rol de promotoras. Si bien está claro que falta, hay un clima de “esto recién empieza” que es mucho más que una consigna.

Cuando existe una puesta en evidencia de que lxs trabajadorxs movemos el mundo, y que en esa clave los feminismos aportan transversalidad, las condiciones están planteadas y es necesario contemplarlas para fortalecer recorridos y caminos por andar, siempre unificando y amplificando voces, desde la economía popular, desde las luchas ambientales, desde la salud integral, desde la cultura.  En todas ellas el feminismo es transversal y posee la capacidad de consolidar los recorridos históricos en las agendas unificadas, para no caer en falsas dicotomías y para no retroceder ni un solo paso.

Rita Segato plantea en algunos de sus últimos artículos al COVID-19 como un significante vacío, al que distintos discursos políticos le incorporan su contenido. Las expresiones “anticuaretena” pueden ser leídas en esa clave, y sin dudas hay disputa abierta de sentidos.  Rita dice que quien gane esa disputa estará en mejores condiciones de construir el “post covid” a imagen y semejanza de su proyecto político.

Hay un quehacer de la política en clave patriarcal que desnuda miradas androcéntricas de la crisis, los minutos de descuento para ver las salidas no pueden quedar en derivas politicistas donde los discursos se vuelven antagónicos y polarizadores, dicotómicos.

Tal vez sean formulaciones en las prácticas concretas, donde los feminismos actualizan apuestas, donde discuten en profundidad la deuda y la concentración de la riqueza, donde potencian en la transversalidad de las luchas de los movimientos  y desde un terreno institucional conquistado, la amplificación de las voces.  Proponiendo y dando lugar a otras formas de hacer política y articulaciones territoriales, atravesando las tensiones desde construcciones creativas para que los minutos de descuento no lleven a salidas inmediatistas de la crisis, sino a perspectivas estratégicas, desde las redes y las proyecciones integrales.

Si atravesar la crisis puede implicar derivas dicotómicas entre lo estructural y lo urgente,  u otras con relatos entre grietas ideológicas, evitarlas puede ser un buen comienzo para abordar los debates necesarios, con la madurez política que se ha construido desde los movimientos, traccionando espacios y conquistando futuros.


Referencias:

[1] Subsecretaria de Formación, Investigación y Políticas Culturales para la Igualdad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Psicóloga. Militante de Mala Junta y el Frente Patria Grande.