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Wenhua ZonghengVol. 1, No. 4

Editorial

Cómo romper el círculo vicioso del subdesarrollo en el Sur Global

En la actualidad, circula un dicho en China que afirma: “En 1949, el socialismo salvó a China. En el siglo XXI, China salvará al socialismo”. En un discurso pronunciado en 2018 ante los miembros recién incorporados al Comité Central, el presidente chino, Xi Jinping (习近平), recordó que, tras el colapso de la Unión Soviética, “si el socialismo hubiera fracasado en China, entonces el socialismo mundial [habría] caído en una larga edad oscura. Y el comunismo, como dijo una vez Karl Marx, sería un espectro inquietante que permanecería en el limbo”.

No obstante, ¿cuáles son las principales características del socialismo con características chinas? ¿Cómo se integran de manera conjunta el mercado y la planificación en una estrategia socialista sin antagonizar entre sí? ¿En qué se diferencia el socialismo chino del modelo soviético? ¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta China al afrontar las contradicciones impuestas por el mercado al socialismo? ¿Puede la experiencia china inspirar a otros países en el camino hacia el socialismo? Estas cuestiones fundamentales son examinadas en detalle en el cuarto número de la edición internacional de Wenhua Zongheng (文化纵横) a través de dos ensayos redactados por Yang Ping (杨平), redactor en jefe de la edición china de Wenhua Zongheng, y Pan Shiwei (潘世伟), presidente honorario del Instituto de Marxismo Chino de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái.

En “La tercera ola del socialismo”, Yang Ping argumenta que a lo largo del último siglo y medio han habido tres oleadas de socialismo científico: la aparición del marxismo y los movimientos revolucionarios en Europa en el siglo XIX (primera oleada); el surgimiento de numerosos Estados socialistas y movimientos de liberación nacional durante el siglo XX (segunda oleada); y con el colapso de la Unión Soviética y el agotamiento del socialismo durante la era de Mao Zedong, la aparición de una economía socialista de mercado a partir de la reforma y apertura de China en la década de 1970 (tercera oleada). De manera similar, en “Las nuevas formas de socialismo en el siglo XXI”, Pan Shiwei sostiene que han surgido tres tipos principales de socialismo: el socialismo clásico en los centros del capitalismo europeo; las formas transformadoras de socialismo en las colonias y semicolonias; y una nueva forma de socialismo que está desarrollándose en China que aspira a superar al capitalismo. Ambos autores consideran que esta nueva oleada o forma de socialismo se encuentra en sus primeras etapas y exploran cómo puede fortalecerse aún más el socialismo en China y servir de inspiración a otras naciones en todo el mundo.

En la actualidad, las potencias imperialistas experimentan un declive económico marcado y se ven envueltas en un frenesí bélico tanto en Ucrania como en Palestina. Existe el riesgo de que este conflicto se extienda hacia el este y el sudeste asiático, sumiendo a la humanidad en una posible tercera guerra mundial. En este contexto, surge la interrogante: ¿cuáles son las oportunidades que el ascenso de China socialista ofrece al Sur Global? Este editorial aborda las perspectivas de los autores al examinar detenidamente esta cuestión.

Conquistas y desafíos para el socialismo chino

Después de 45 años de reforma y apertura, China, como potencia socialista, ha emergido como una fuerza destacada en los ámbitos industrial, tecnológico, financiero, comercial y militar. Al considerar el Producto Interno Bruto (PIB) en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), una medida más precisa para comparar las economías, China ha superado con creces a Estados Unidos. En 2022, el PIB de China (PPA) ascendió a 30,32 billones de dólares, en comparación con los 25,46 billones de dólares de Estados Unidos. En otras palabras, el PIB (PPA) de China es un 119%, o aproximadamente 1,2 veces mayor que el de Estados Unidos. Para contextualizar este logro en la historia del desarrollo socialista, durante el apogeo de la fortaleza económica de la Unión Soviética en 1975, su PIB (PPA) apenas alcanzó el 58%, poco más de la mitad del de Estados Unidos.

Desde finales de la década de 2000, China ha consolidado su posición como la principal potencia industrial a nivel mundial. El año pasado, la nación asiática contribuyó con un impresionante 26,7% a la producción manufacturera global, superando significativamente a Estados Unidos (15,4%), Japón (5,3%) y Alemania (4%). Esta estadística revela que la producción industrial china excede la combinación de las tres principales naciones industriales del Norte Global. China también ha experimentado notables avances tecnológicos en las últimas décadas, liderando sectores como las telecomunicaciones (5G), el ferrocarril de alta velocidad, las energías renovables, el refinado de minerales y los vehículos eléctricos, alcanzando fases avanzadas en áreas como inteligencia artificial, computación cuántica, biotecnología y construcción, entre otras.

Además, China se erige como la mayor potencia comercial del mundo, manteniendo el estatus de principal socio comercial para más de 120 países. En 2022, las exportaciones chinas alcanzaron los 6,28 billones de dólares, generando un superávit de 860.000 millones, y cerraron el año con unas reservas internacionales de 3,13 billones de dólares. En el ámbito financiero, el Estado chino ejerce control sobre los cuatro principales bancos a nivel mundial en términos de activos totales: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC); Banco de Construcción de China (CCB); Banco Agrícola de China (ABC) y el Banco de China (BOC), los cuales poseen en conjunto alrededor de 20 billones de dólares en activos. A escala global, China se ha convertido en la principal fuente de financiamiento para el desarrollo, superando a todos los demás países e instituciones multilaterales, incluido el Banco Mundial.

Finalmente, China ha logrado una de las mayores hazañas en la historia: sacar a 850 millones de personas de la pobreza extrema entre 1978 y 2021. Según el Banco Mundial, China fue responsable del 76% de la reducción total de la pobreza durante ese periodo.

A pesar de sus logros notables, China continúa siendo un país en desarrollo y se enfrenta a considerables desafíos económicos, sociales y políticos en su empeño por superar la «fase primaria» del socialismo. Estos desafíos abarcan la necesidad de reducir la desigualdad, tanto entre áreas urbanas y rurales como entre distintas regiones del país (el este tiene un desarrollo mucho mayor que el oeste). Otros desafíos cruciales incluyen el aumento de los ingresos y el bienestar social para más de 300 millones de trabajadores migrantes internos; la disminución de los elevados niveles de desempleo juvenil; la reducción de la marcada dependencia económica de un sector inmobiliario financiarizado; abordar las repercusiones medioambientales derivadas de una industrialización acelerada; la adaptación al envejecimiento de la población y la disminución de la tasa de natalidad; la revitalización de la educación política marxista, tanto dentro del Partido Comunista de China (PCCh), como entre las masas (una prioridad subrayada por Xi Jinping). A lo anterior, se suma la superación de las tácticas de guerra híbrida utilizadas por las potencias occidentales para tratar de contener el progreso de China.

¿Una ola socialista o desarrollista en el Sur Global?

China ha logrado liberarse del círculo vicioso del «desarrollo del subdesarrollo» que ha atrapado al Tercer Mundo. Décadas después de independizarse del colonialismo occidental, este ciclo sigue definiendo la experiencia de los países periféricos dentro del sistema capitalista. Debido a su enorme éxito económico, un número cada vez mayor de países del Sur Global ven en China tanto un ejemplo de éxito a seguir (teniendo en cuenta sus especificidades locales) y como un socio potencial en su búsqueda de estrategias orientadas al desarrollo. A su vez, China está desarrollando cada vez más este tipo de asociaciones.

En octubre de 2022, el informe del XX Congreso Nacional del PCCh incluía una rotunda crítica marxista del modelo occidental de modernización, por estar basado en la colonización, el saqueo, la esclavitud y la explotación depredadora de los recursos naturales de los pueblos del Sur Global. Este modelo no solo sirvió de base para los procesos de industrialización en Europa y Estados Unidos, sino también para la dominación económica, política y militar sobre el resto del mundo, produciendo un sistema de imperialismo. En respuesta, China formuló su propia vía de modernización, caracterizada por principios de prosperidad compartida entre una población masiva, progreso material y ético-cultural, armonía entre el ser humano y la naturaleza además de un desarrollo pacífico.

Esta conciencia histórica da forma a la política estatal china, especialmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), lanzada en 2013 con el propósito de fomentar el desarrollo del oeste de China mediante su conexión con Asia Central. Siguiendo la filosofía de Deng Xiaoping de «cruzar el río tocando las piedras», el gobierno chino se percató de que esto podría ser fundamental para su relación con el Sur Global, afectado por el neoliberalismo durante más de tres décadas. Después de una década y la inversión de cientos de miles de millones de dólares, esta dirección se reafirmó en el XX Congreso Nacional del PCCh, que ratificó el compromiso de China de reducir la brecha entre el Norte y el Sur Global, así como respaldar el acelerado desarrollo de las naciones del Sur Global.

Los recientes acontecimientos señalan un aumento en el nivel de cooperación entre China y los países en desarrollo. Por ejemplo, durante el Diálogo de Líderes China-África celebrado en agosto (realizado poco después de la decimoquinta cumbre de los BRICS), los líderes africanos expresaron su gratitud por los esfuerzos que China ha llevado a cabo en las últimas dos décadas para impulsar el desarrollo de infraestructuras en el continente. No obstante, también hicieron un llamado a China para que reoriente su enfoque de inversión desde las infraestructuras hacia la industrialización.1 Xi Jinping estuvo de acuerdo con la propuesta. Un debate similar tuvo lugar durante la cumbre Rusia-África de julio, corroborando la estrategia actual en África.

En el Sur Global, la necesidad de industrialización vuelve a ocupar un lugar destacado en el debate público. Desde países como Brasil y Sudáfrica, que en el pasado contaban con sectores industriales robustos y diversificados, pero fueron desindustrializados en las últimas décadas, hasta países como Bolivia y Zimbabue que, a pesar de sus abundantes recursos naturales, nunca lograron acumular capital suficiente para iniciar un proceso de industrialización consistente debido a la explotación occidental.

En tiempos recientes, se establecieron numerosas asociaciones entre empresas estatales y privadas chinas con países del Sur Global, muchas de ellas relacionadas con el procesamiento local de minerales de gran demanda o la producción de vehículos eléctricos. Por ejemplo, China está invirtiendo miles de millones de dólares en plantas de procesamiento de litio en Bolivia; otra planta de litio y una megaplanta siderúrgica en Zimbabue; plantas de procesamiento de níquel en Indonesia y un centro de fábricas de vehículos eléctricos en Marruecos. Hay grandes expectativas de que iniciativas regionales como la Franja y la Ruta, los BRICS-11 ampliados y la Organización de Cooperación de Shanghái puedan servir de palanca para reforzar este proceso, aunque se enfrenten a la oposición de las potencias occidentales.

Sin desarrollo industrial, los pueblos del Sur Global no podrán superar sus profundos problemas, como el hambre, el desempleo y el acceso insuficiente a una educación, vivienda y salud de calidad. Sin embargo, esto no se conseguirá únicamente a través de las relaciones con China (o Rusia). Es necesario fortalecer los proyectos populares nacionales con una amplia participación de los sectores sociales progresistas, especialmente las clases trabajadoras. De lo contrario, es poco probable que los frutos de cualquier desarrollo sean recogidos por quienes más los necesitan. Dado que pocos países del Sur Global están experimentando actualmente un auge de los movimientos de masas, las perspectivas de una «tercera ola socialista» global siguen siendo muy difíciles. Más bien, parece más factible una nueva ola de desarrollo con potencial para adquirir un carácter progresista. La principal contradicción de nuestro tiempo es el imperialismo, y cualquier esfuerzo para enfrentarse a él será estratégico.

Indudablemente, China y Rusia han estado en el punto de mira de las potencias imperialistas precisamente porque han construido naciones soberanas fuertes en las últimas décadas. No obstante, más allá de esto, China, y en menor medida Rusia, ofrecen un amplio espectro de capacidades industriales, tecnológicas, financieras, de comunicación y militares a los países del Sur Global, ampliando sus opciones y debilitando potencialmente la hegemonía de las potencias occidentales de forma más general. ¿No era esto precisamente lo que faltaba para el éxito del «Proyecto del Tercer Mundo», la gran oleada de liberación nacional y desarrollo entre los años cincuenta y setenta, cuyos sueños se vieron frustrados en última instancia por el neoliberalismo y la maquinaria bélica del imperio?

Notas

1 Véase “Las relaciones entre China y África en la era de la Franja y la Ruta”, Wenhua Zongheng (文化纵横), int’l. ed. 1, no. 3 (octubre de 2023), https://thetricontinental.org/es/wenhua-zongheng-2023-3-relaciones-china-africa-ruta-seda/.