Desde el Colectivo sobre “Crisis socioambiental y despojo” del Instituto Tricontinental de Investigación Social entrevistamos a Thea Riofrancos, miembro del Comité Directivo del Grupo de Trabajo Ecosocialista de los Socialistas Democráticos de América (DSA, por sus siglas en ingles). Thea es Profesora de Ciencias Políticas del Providence College y becaria del Radcliffe Institute; colabora habitualmente con The Guardian, Jacobin y otros medios. Entre sus publicaciones se cuenta “A Planet to Win: Why we need a Green New Deal?” (2019, en colaboración)  y “Resource Radicals: From Petro-Nationalism to Post-Extractivism in Ecuador” (2020, en imprenta).

 

¿Cómo surge la propuesta de elaborar una política sobre la crisis ambiental llamada Green New Deal entre los Socialistas Democráticos de América (DSA)?

En 2017, un grupo de miembros de los DSA estableció el Grupo de Trabajo Ecosocialista para trabajar los temas de la crisis climática y ambiental. Desde entonces, el grupo ha crecido bastante y ahora es uno de los más grandes de la organización, contando con más de mil miembros (la organización en total cuenta con 70.000 miembros). En el primer año del grupo, trabajamos mucho en el ámbito de “democracia energética”: la propuesta de “democratizar” las empresas de luz, desprivatizarlas y desmercantilizarlas (establecer empresas públicas y servicios públicos). Ahora, contamos con alrededor de 15 capítulos locales con campañas de “democracia energética.” Cuando el tema del Green New Deal surgió a fines de 2018, empezamos a desarrollar los “Principios para un Green New Deal Ecosocialista”, que se publicaron en febrero de 2019. Los principios retoman el paradigma del GND a la misma vez que lo radicaliza, declarando que la raíz de la crisis climática es el capitalismo global y que hay que reconstruir nuestra sociedad para valorizar las necesidades humanas y la salud planetaria en vez de las ganancias de la clase dominante. Nuestro próximo paso fue elaborar una propuesta para priorizar el GND Ecosocialista como una campaña central del DSA. Eso lo logramos en nuestra convención de 2019. Allí, más de 1.000 delegados representando los capítulos locales tomaron decisiones para guiar los siguientes dos años de la actividad de la organización y para elegir el nuevo comité nacional política. Una de esas decisiones, con el voto casi unánime, fue adoptar una campaña promoviendo el Green New Deal Ecosocialista. Desde ese momento, hemos trabajado dentro del Grupo de Trabajo para implementar esa resolución, apoyando los capítulos locales con su trabajo ecosocialista, diseñando nuevas plataformas para facilitar la coordinación entre los capítulos y desarrollando estrategias con la participación de nuestros miembros.

¿En términos sintéticos cuáles serían los rasgos fundamentales de la propuesta de un GND?

Primero, el GND propone descarbonizar la economía dentro del plazo que la ciencia climática nos presenta; ello significa reducir a la mitad las emisiones globales en 2030. Para ello planteamos que los países del Norte Global las reduzcan aún más rápido, dado su rol histórico en la acumulación de emisiones. Para lograr este objetivo, hay que transformar la matriz energética (de hidrocarburos a energía renovable), electrificar muchos procesos (transporte, calefacción/refrigeración, actividades industriales, etc.), cambiar el sistema agrícola (desde un sistema intensivo en energía y contaminante hacia la agroecología), entre otros cambios profundos.

Por otra parte, proponemos impulsar esta transición, lo cual ocurriría en muchos ámbitos sociales y económicos, con una intervención e inversión pública a una escala masiva, comparable con la movilización de recursos que se realizó en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El tipo y ritmo de transformación que se requiere no se puede llevar a cabo desde los mecanismos del mercado ni desde las empresas privadas y, muchos menos, por los cambios individuales de las personas. Por el contrario, requiere la planificación y coordinación del estado en todos sus niveles de gobierno, el financiamiento con recursos públicos y el empuje de la movilización social y la acción colectiva.

Y, finalmente, el paradigma del GND ecosocialista vincula fuertemente el tema de cambio climático con el tema de la desigualdad socioeconómica. Entonces, el paradigma no solamente habla de la reducción de emisiones, sino también de la garantía de seguro médico, empleo, vivienda, y transporte público y el derecho a sindicalizarse. Contempla una gran transformación en la planificación urbana, suburbana y rural para hacer esos ámbitos más igualitarios, más democráticos, con un hábitat que integre más espacios verdes públicos y que sea guiado por el bienestar social y del planeta, y no por el lucro inmobiliario.

Desde el principio, la política alrededor del GND ha sido marcada por un proceso dinámico entre movimientos sociales y políticos progresistas. En noviembre del 2018, Alexandria Ocasio-Cortez, la joven congresista del socialismo democrático, se juntó con miembros del Sunrise Movement, un movimiento de jóvenes que se movilizan alrededor del tema de cambio climático, en la ocupación de la oficina de Nancy Pelosi, congresista Demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes.

Este hecho nos mostró como el GND ha provocado una pelea dentro del propio partido Demócrata, entre las tendencias más de izquierda y las más centristas. Los Demócratas más centristas, y obviamente el Partido Republicano, rechazan el vínculo que se plantea en este GND entre el cambio climático y la desigualdad social, y también rechazan la escala masiva de inversión pública que se formula.

Pero cabe destacar que Ocasio-Cortez no inventó el paradigma del GND. Por años, los movimientos de justicia ambiental han ligado el cambio climático y los impactos ambientales con la estructura desigual de nuestras sociedades. De hecho, Ocasio-Cortez atribuye su compromiso a la política climática (y su decisión de postularse para el Congreso) a uno de esos movimientos: a la movilización de naciones indígenas y sus aliados contra el oleoducto “Dakota Access” en Standing Rock, North Dakota. Esos movimientos señalan que, por un lado, las clases y los países ricos son los que tienen mayor responsabilidad por las emisiones y por el daño ambiental, y, por otro lado, que las victimas del calentamiento global son las comunidades indígenas, los afroamericanos, la clase obrera, y, en general, los sectores marginalizados.

Desde acá (al sur del sur) se tiene una idea de que el GND está vinculado a las propuestas del capitalismo verde o la economía verde, al menos en sus primeras formulaciones. Entonces ¿En qué medida este GND se diferencia de las propuestas impulsadas por la economía verde? ¿Cuáles son los aspectos fundamentales que lo pueden enfrentar a ese paradigma?

El “capitalismo verde” pretende mitigar los síntomas del capitalismo—el calentamiento global, la extinción masiva de especies, la destrucción de ecosistemas—sin transformar el modelo de acumulación y consumo que han causado la crisis climática en primer lugar. Es una “tecno-solución”, la fantasía de cambiar todo sin cambiar nada. Vemos ese tipo de propuesta ahora en el “Green Deal” en Europa. También lo vemos en, por ejemplo, el modelo de electromovilidad de empresas como Tesla. En esta visión, no cambiaría nada aparte de un intercambio de nuestros vehículos tradicionales por vehículos electrónicos, mientras mantenemos la dominación de autopistas y coches sobre nuestros espacios urbanos y suburbanos, y, además , reproducimos un patrón del extractivismo insostenible (porque para producir un coche eléctrico se requiere más de 80 kilogramos de cobre, mas litio, cobalto, níquel y otros recursos de la tierra).

En fuerte contraste a esa falsa solución, el ecosocialismo entiende que la crisis ambiental radica en el capitalismo en sí.  Por eso, los DSA desarrollamos el GND ecosocialista. Esta visión reconoce los límites físicos del planeta, la imposibilidad del “crecimiento verde” y la urgencia de cambiar no solo el modo de acumulación sino también: a) los patrones diarios de consumo, trabajo, transporte, vivienda, planificación, alimentación y más, con el fin de garantizar una vida digna a todos; b) desmercantilizar los servicios básicos de sobrevivencia y bienestar; cambiar de un modelo privatizado, individual y desigual de consumo hacia un modelo de consumo colectivo y democrático, dentro de los limites planetarios; c) democratizar la economía y el control sobre recursos naturales, y sobre la tecnología (incluyendo tecnologías verdes, como la electromovilidad o paneles solares); d) transformar nuestras comunidades para servir  a los sectores populares, los ecosistemas y el planeta y no las ganancias de la clase dominante; y, por último, e) desmilitarizar, descolonizar, y trabajar para un futuro de cooperación y solidaridad planetaria.

¿En su opinión cuáles serían los primeros pasos a dar en el corto plazo hacia la construcción de un GND?

En los Estados Unidos, los primeros pasos en términos de la política pública hacia a un GND sería: (1) desmantelar el sector de hidrocarburos, acabar con los subsidios al sector; mantener el petróleo, carbón, y gas bajo el suelo (a través de reglamentos fuertes) y nacionalizar las empresas petroleras (ahora más baratas que nunca); (2) invertir masivamente desde el sector público en descarbonizar la matriz energética; y (3) garantizar trabajo a todos, con un enfoque en los sectores verdes.

Pero no vamos a ganar eso sin una movilización social fuerte, constante, y en todos los ámbitos de la vida. Ahora vemos una escala de movilización histórica en los EE. UU., contra la brutalidad policial sobre las comunidades afroamericanas. Y, el año pasado, vimos una ola histórica de huelgas de maestras y enfermeras, entre otros sectores. Necesitaríamos algo parecido en magnitud y militancia para las propuestas del GND. Sabemos que no hay progreso social sin lucha social, desde abajo y con el protagonismo de los sectores populares. Y podemos ver en la historia de los gobiernos de izquierda que las luchas pueden, aunque siempre provisionalmente, institucionalizarse en políticas públicas.

Ahora, cabe mencionar que nos encontramos en la actualidad en el cruce de múltiples crisis. Enfrentamos una pandemia, una crisis económica y también la crisis climática. Además, en los EE. UU. estamos viendo una rebelión no solo contra la violencia policial en las comunidades afroamericanas sino también contra una sociedad basada en la opresión racial y contra un gobierno que no invierte en las necesidades básicas de las comunidades, mientras si lo hace en policías, cárceles, y guerras.

Entonces, es importantísimo que los próximos pasos hacia un GND aborde los problemas concretos que las clases populares están enfrentando en su vida diaria. Con este objetivo, hemos estado trabajando en una propuesta llamada el “Green Stimulus” o estímulo verde, una plataforma que aplica los principios del GND a la crisis inmediata que enfrentamos.

Es una propuesta de usar dinero público para catalizar la transición energética y, a la vez, crear millones de trabajos dignos en sectores económicos con menor impacto ambiental o incluso con impacto positivo —una propuesta que beneficiaría a las comunidades marginalizadas que están sufriendo no solo la pandemia sino también la desesperación económica. La idea del estímulo verde no es impulsar un “crecimiento verde”, sino aprovechar el momento para ponernos en la vía hacia una sociedad social y ambientalmente justa, con una economía con bajas emisiones,  una planificación más sustentable y con soberanía alimentaria.

 

 

¿En qué sujetos sociales descansa la posibilidad de ponerlo en marcha? ¿Qué alianzas cree que son necesarias?

Sabemos que la transformación social solo viene del poder popular. Este poder popular viene de las organizaciones sociales: sindicatos, organizaciones de campesinos, movimientos indígenas, organizaciones barriales. En el caso de los EE. UU. las fuerzas sociales para ganar un GND viene de las luchas urbanas por el derecho de vivienda, el transporte público, a los espacios verdes y públicos. Los sindicatos del sector de la educación, la salud y del trabajo de “cuidados” son esenciales: la mayoría de esos trabajadores son mujeres de color y migrantes y por eso su trabajo es marginalizado y subvalorado. En general sus sindicatos apoyan al GND y tiene una visión del bienestar colectivo. El trabajo de cuidados—entendido de una manera amplia—es clave en una sociedad ecosocialista. Hay que cuidar las comunidades y cuidar el planeta. También, cabe destacar que la movilización de jóvenes es súper importante. En general, los jóvenes hoy no solo reconocen la emergencia ambiental y son protagonistas en el movimiento de justicia climática, sino que también se han radicalizado por vivir una crisis tras otra. Por otra parte, están los movimientos indígenas y los movimientos aliados en la lucha contra el extractivismo que amenaza sus territorios y derechos colectivos. Y también los movimientos de “justicia ambiental” que luchan en contra de la contaminación toxica (de fábricas, centrales eléctricas, plantas petroquímicas, etc.) que afecta principalmente a comunidades de afroamericanos y otros sectores marginados.

Finalmente, el DSA juega un rol importante en movilizar a los jóvenes de izquierdas, radicalizar el debate público sobre el medio ambiente y reclutar candidatos para las campañas electorales. En muchos estados y ciudades de los EE.UU. hay oficiales elegidos que son miembros de DSA y ellos están empujando el GND, entre otras políticas transformadoras. Incluso en el Congreso mismo hay dos miembros del DSA: Alexandrio Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib.

Teniendo como objetivos una sociedad ecosocialista ¿Cómo piensan esa transición desde el DSA? ¿Puede ser el GND una oportunidad para ello? ¿Qué rol tiene que jugar la clase trabajadora en eso proceso?

Primero la organización sindical es importante, y ahora en los EEUU hay una ola de huelgas, especialmente en el sector de la educación, pero también en la salud, en los supermercados y más. Estamos viendo nuevos vínculos entre los movimientos sindical y ambiental. Por ejemplo, en enero pasado, la huelga histórica de treinta mil maestros en Los Ángeles donde se conquistó —entre otras demandas— espacios verdes para las escuelas. Previamente, maestras en huelga en West Virginia demandaban a las empresas de carbón que tienen minas en su estado que pagaran más impuestos. Más allá de esas demandas específicas, cabe enfatizar que los sectores de la educación y la salud son absolutamente esenciales para un mundo más igual y sostenible. Entonces, las otras victorias de esas huelgas, como un aumento en el presupuesto para la educación pública, son también victorias “verdes,” y esenciales para un GND. Y cabe mencionar que sindicatos en los sectores de servicios y enfermeros han señalado su apoyo para un GND. Obviamente, los sectores de trabajadores más complicados en términos de una transición energética son aquellos que trabajaban en hidrocarburos. Es un tema increíblemente complicado, pero el paradigma más importante en este ámbito es el de la “transición justa” que enfatiza que hay que proteger a los trabajadores que perderían su trabajo por la transición energética.

Con otros autores has publicado recientemente un libro sobre el tema (A Planet to Win: Why We Need a Green New Deal). En el libro hacen un llamado a construir un “internacionalismo recargado” ¿Qué nos puedes decir de esta propuesta?

En este libro que publicamos y que estamos presentando en la actualidad, declaramos que la crisis climática es una crisis planetaria y, por lo tanto, los horizontes del GND deberían ser planetarios también. Pero no nos referimos al Acuerdo del Paris u otros acuerdos entre elites que son demasiado débiles y van muy lentos, protegiendo los intereses de las economías y empresas más poderosas. En cambio, hablamos de un nuevo tipo de “internacionalismo”, proponemos un internacionalismo desde abajo y a la izquierda y nos enfocamos en el tema de las cadenas globales de producción de las tecnologías verdes y, particularmente, de las baterías de litio. Esas baterías son clave para la transición energética. Son necesarias para cargar autos, buses, bicicletas, escúteres eléctricos y más; y son necesarias para acumular energía en redes renovables, porque la energía solar y eólica son intermitentes y variables. Por esos motivos, en términos mundiales, la demanda de litio va a aumentar mucho, principalmente dado el crecimiento del mercado de la electro-movilidad (particularmente, autos eléctricos personales). Chile es uno de los primeros exportadores de litio en el mundo y los salares andinos en Chile, Argentina, y Bolivia tienen más del 50% de las reservas conocidas en el mundo. Aunque el litio es esencial para combatir la crisis climática, en Chile la extracción del litio conlleva una serie de impactos socio-ambientales para los ecosistemas y las comunidades indígenas que viven alrededor del Salar de Atacama. La combinación del sector del litio y del cobre han resultado en un fuerte desbalance hídrico en el Salar, y también ha disminuido la población de especies como el flamenco andino. Se han vulnerado los derechos colectivos y territoriales de las comunidades indígenas y sus otros sustentos de vida. Y, la producción de litio ha estado marcada por la represión laboral.

Dado esos impactos, y los movimientos locales en contra del “extractivismo verde” (como el Observatorio Plurinacional de Salares Andinos), el GND no puede reproducir los mismos patrones de producción y consumo que el capitalismo actual. En el libro, enfatizamos que hay que cambiar desde un modelo auto-céntrico en el que cada persona tiene su propio auto privado, hacia un sistema de transito público, que usa recursos en una manera mucho más racional, bajo un modelo de consumo colectivo (un bus eléctrico tiene mucho más sentido ecológico y social que millones de Teslas). También hay que transformar el modelo de comercio internacional. Rechazamos los tratos de “comercio libre” y favorecemos modelos de trato justo y verde que priorizan los derechos laborales e indígenas y protegen los ecosistemas. Y, porque no creemos que el cambio viene “desde arriba”, proponemos nuevas relaciones de solidaridad que cruzan fronteras, entre trabajadores y comunidades que trabajan y viven en los nodos de las cadenas de producción, reclamando sus derechos y articulando visiones de un mundo alternativo.