Por Gabriel Merino y Nicolas Trivi

En un contexto de transición histórica –crisis capitalista estructural y crisis del orden mundial—, cuya dimensión geopolítica comienza a percibirse claramente a partir de 1999-2001, se desarro-lla una situación de creciente multipolaridad relativa. La lucha y cooperación entre bloques y polos de poder mundial tiene como protagonistas a dos poderes re-emergentes: China, nuevo centro dinámico de la economía mundial y polo de poder con capacidad de desafiar el Orden Mundial vigente, y Rusia, potencia militar, hidrocarburífera y territorial Euroasiática. Con la pro-moción del gobierno de los Estados Unidos del Tratado Trans-Pacífico, la declaración de Japón de su intención de adhesión en marzo de 2013 y el impulso del Tratado Trans-Atlántico de Co-mercio e Inversión se observa un avance geoestratégico sobre las periferias euroasiáticas; a lo que debemos agregar el avance de la OTAN hacia Europa del Este y el estallido de los enfrenta-mientos en Ucrania hacia noviembre de 2013 cambia la situación mundial y se perfila una nueva fase de la crisis. En este contexto, hacia septiembre de 2013 China comienza a promover el BRI, convergiendo con una Rusia cada vez más inclinada hacia la construcción de un polo de poder anclado en el espacio euroasiático. En este sentido, el presente trabajo busca abordar la cues-tión de la Nueva Ruta de la Seda en relación a cómo se articula en la lucha entre bloques y polos de poder, la transición histórica y sus distintas fases (especialmente el cabio que se produce con el triunfo de Trump y el Brexit), el avance mundial de China y la geoestrategia contenida en la Nueva Ruta de la Seda (o la Iniciativa de la Franja y de la Ruta), y, por último, la situación de Rusia en el escenario euroasiático.